David Johansen: «Creo que la contribución de los Dolls al punk fue que demostramos que cualquiera podía hacerlo»
El músico estadounidense ha fallecido hoy, 28 de febrero, a causa de un cáncer. Líder de los New York Dolls y padre protopunk, nunca abandonó la música. Sara Morales le recuerda con estas líneas.
Texto: SARA MORALES.
Foto: MONTECRUZ FOTO (Wikipedia).
«Pensábamos que para estar en un grupo de rock and roll teníamos que ser extravagantes», dejó dicho David Johansen en el libro de Legs McNeil y Gillian McCain, Por favor, mátame. La historia oral del punk. Hablaba de los New York Dolls, la banda con la que creció como persona y artista, la banda por la que hoy, con su muerte, ha entrado ya a formar parte de ese Olimpo de estrellas icónicas e inalcanzables.
Influido por Mick Jagger y los MC5, comenzó su carrera en la segunda mitad de los sesenta como vocalista de un grupo underground llamado Vagabond Missionaries y, de ahí, saltó a pintarse los labios, a subirse a los tacones y a lucir camisas de lunares para pasearse por el bajo Manhattan cuando solo los estratos marginados lo hacían a esas horas y de esa manera. Con esa extravagancia de la que hablaba, que asumió como esencia de su propio magnetismo y con la que enseñó al mundo, en aquel tiempo, que hasta en el lumpen se puede encontrar el arte.
Junto a Johnny Thunders escribió y compuso los dos únicos discos de la banda, el homónimo debut de 1973 y Too much too son (1974), acompañados y respaldados por aquella panda de genios dementes y brillantes como fueron el guitarrista Syl Sylvain, el batería Jerry Nolan y el bajista Arthur Kane, más todos los que se fueron sumando a tal genialidad —y majadería—con los años y sus reinvenciones.
Con emblemas sonoros como “Personality crisis” o “Trash”, en una especie de hard rock travestido de glitter y purpurina, marcaron las primeras huellas de un género que, tras ellos, iba a explosionar en esas mismas calles neoyorkinas para convertirse en eco mundial: el punk. Pioneros del movimiento que llevó el rock and roll a las calles, músicos sediciosos, sinvergüenzas y hambrientos de experimentación, tambalearon los cánones de la música e hicieron historia desde los sótanos.
Tras el fin de los Dolls, Johansen inició su carrera en solitario con la que cosechó varios discos y algún que otro éxito; y fue de la mano de Here comes the night (1981) y Sweet revenge (1984) como consiguió ser valorado, por fin, como escritor y compositor. Después se pasó al jazz, al blues y al calipso, bajo el pseudónimo de Buster Poindexter, y hasta llegó a actuar en Saturday Night Live y a colarse en el número uno de las listas con la canción “Hot hot hot”.
Una carrera prolífica, aunque tímida por etapas, que le llevó a participar también en varias películas de los ochenta y los noventa, a colaborar en la banda sonora de otras tantas, a unirse al grupo The Harry Smiths y a resucitar a sus New York Dolls con un disco inesperado, One day it will please us to remember even this, treinta años después.
«Creo que la contribución de los Dolls al punk fue que demostramos que cualquiera podía hacerlo», comentó también en las páginas de Por favor, mátame. Y esa democratización del rock and roll, que es todo, más un puñado de canciones e instantáneas visuales y conductuales memorables es lo que deja de herencia hoy, 28 de febrero, con su muerte, el primer músico que se subió a unas plataformas para seguir asistiendo el mundo desde abajo, desde el subsuelo, pero bien alto.