“Costa Azul” (2007), de Sidonie: Elegancia, buena vida y canciones en el Empordà

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Jesús Senra: “Habíamos aprendido de errores pasados, ya estábamos familiarizados con el castellano”

 

En paralelo a la reedición de toda su discografía, este viernes nos sumergimos en “Costa Azul”, el disco con el que Sidonie se sumergió en las profundidades del pop. Cuenta su historia Tito Lesende.

 

Sidonie
“Costa Azul”
SONY, 2007

 

Texto: TITO LESENDE.
Fotos: ARCHIVO SIDONIE.

 

Es 2018 y, en un restaurante junto al mar, los miembros de Sidonie piden ostras, pescado salvaje y algunas otras exquisiteces que acompañan con bebidas espumosas. Mientras, rememoran el que es, para muchos, su primer disco redondo de verdad: “Costa Azul”. El sol aprieta a estas horas; hay quien se libera de su americana y también quien busca sombra bajo el toldo de la terraza. El joven camarero hace la pregunta habitual: “Sois de un grupo, ¿verdad?”. Le cuesta retener el nombre, pero ellos se lo recuerdan con paciencia. No pasan unos minutos sin que el resto del personal del establecimiento se haya apercibido de la presencia de Marc, Axel y Jes. Una chica con delantal y coleta se aproxima a interesarse y ellos afirman que sí, que tocan fuera de Cataluña desde hace muchos años, que incluso hacen giras larguísimas, que les va bien. Todo el mundo sonríe.

Publicado en 2007, “Costa Azul” supone la inmersión absoluta de Sidonie en el pop. Despojándose del traje psicodélico, las letras abandonan el surrealismo y la voz se coloca en primer plano; algo impropio de la escena alternativa o indie en la que ya se enmarcaba al grupo. “Tuvimos la fortuna de encontrar grandes canciones”, dice Marc Ros. “Por ejemplo, ‘Costa Azul’, ‘Nuestro baile del viernes’ o ‘Los olvidados’. Teníamos una buena colección y nos teníamos a nosotros mismos. La gira anterior había sido más o menos desagradable; yo me había quedado exhausto, agotado físicamente, en los huesos, pero todos en el grupo nos sentíamos unidos. Además, Ricky Falkner se unió al equipo de producción y eso abrió una ventana de aire fresco”.

 

 

“Como autores estábamos madurando de una manera lógica y corriente”, reflexiona Jesús Senra. “Habíamos aprendido de errores pasados, ya estábamos familiarizados con el castellano. Sabíamos cómo dirigir nuestras composiciones y, en especial, cómo tratar las canciones de Marc, que es el autor principal. Sinceramente, creo que sabíamos lo que queríamos”.

En este disco, por primera vez, Marc Ros fija un precepto que se quedaría para los trabajos posteriores de Sidonie: partirían de un concepto común que daría tono al conjunto del álbum. En el caso de “Costa Azul”, rebajarían sensiblemente la presencia de las guitarras en favor de los teclados. “Huir de las guitarras significó renegar de una parte fundamental de lo que éramos”, admite Axel Pi, “pero queríamos cambiar y no fue una decisión casual. Marcamos una línea y todo estaba calculado. En ‘Fascinado’ no había un concepto; solo era un grupo de canciones. ‘Costa Azul’ tiene su propio sonido y también su propio carácter narrativo, porque todo gira en torno al placer de vivir. Los textos estaban inspirados en aquellos ingleses que viajaban a la Costa Azul a disfrutar su tiempo y experimentar la belleza del entorno. Hay referencias significativas de la literatura y el arte”.

 

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Axel Pi: “Huir de las guitarras significó renegar de una parte fundamental de lo que éramos”

 

Así lo recuerda Marc Ros: “Dejamos atrás al Dylan de la trilogía mercurial y el surrealismo y afrontamos ya nuestras canciones en castellano como si hablásemos con unos colegas; con ese mismo lenguaje. Como autor, eso me ayudó a entenderme mejor con el público, con mis compañeros y conmigo mismo. Para mucha gente, este es todavía nuestro mejor trabajo”. Continúa Jesús Senra: “Para mí, es un disco que nos marca en muchos aspectos. Sobre todo, porque nos centra musicalmente. Y, también, porque me di cuenta de que Marc, como compositor, había crecido muchísimo. Cuando me enseñó ‘Los olvidados’ por primera vez, estábamos en un hotel y me hizo llorar. Todavía hoy me parece un tema imprescindible. Todo en este disco es muy especial. Lo percibimos ya en la grabación y tengo muchos recuerdos preciosos de nuestros viajes de entonces a Cadaqués. No estoy seguro de que sea el mejor de nuestros trabajos, pero sí de que es único”.

 

 

“Costa Azul” fue producido en los estudios Music Lan, en Avinyonet de Puigventós (Girona). Un enclave ya conocido para Sidonie, pero también habitual para artistas como Bunbury o Manolo García. Allí, en el Empordà, el grupo construyó una comarca mágica en la que incluyó a su entorno técnico. Estaban a un paso de Roses, adonde Marc viaja desde niño para alojarse en la casa de sus abuelos. También cerca del retiro daliniano de Cadaqués o de la costa del sur de Francia. Habla Marc Ros: “Seguíamos oliendo a carretera y a gasolina, pero en nuestras visitas a Cadaqués nos vestíamos ultraelegantes, salíamos a cenar estupendamente, tomábamos cócteles, nos dejábamos llevar por la buena vida. Ese contraste era maravilloso. Hablábamos mucho de libros como ‘Suave es la noche’ o ‘Hermosos y malditos’, de Francis Scott Fitzgerald”. Axel Pi coincide: “Tratábamos de ir divinos, incluso en la furgoneta. Desde entonces, eso es parte de la actitud del grupo”.

En las cabezas de todos se instaló un sentimiento que hablaba de la buena vida, de disfrutar el momento y de mirar al Mediterráneo. En esa onda estaban y ese sería el carácter emocional que darían al disco.

 

Clásicos en directo

Hoy, en 2018, un admirable ejemplar de lubina es desespinado en la mesa de Sidonie y en la megafonía del restaurante, no por casualidad, suena ‘Nuestro baile del viernes’, una de las canciones incluidas en Costa Azul. “Hay temas como este o como el propio ‘Costa Azul’ que difícilmente podrían abandonar nuestro repertorio de directo”, afirma Marc Ros. “Aparte de que la gente los agradece, siguen sonando actuales y ni siquiera yo me creo que tengan ya tantos años. Desde luego, cuando publicamos estas canciones no imaginábamos que seguirían siendo atractivas hoy. No porque no lo mereciesen, sino porque siempre hemos visto nuestra carrera paso a paso, inconscientes de lo que podría suponer para el público”.

 

 

Una parte del catálogo de ese disco, en efecto, sigue siendo actualidad en los conciertos de Sidonie. Otra de sus piezas, ‘Todo lo que nos gusta’, es habitual en el cierre de su espectáculo. El pop español vive una nueva era dorada: lo que era indie o alternativo es hoy la ley. La sombra de la Movida de los años 80 se perpetuó con cánones de fuego, pero en los inicios del siglo XXI germinó la generación de melómanos que ahora marca el paso, con su propia idea cultural y sus propias referencias. La simiente de la escena pop actual se cocinaba diez años atrás, en los festivales de verano, a la lumbre de canciones como las que componen “Costa Azul”. Por eso, y porque están bien hechos, esos temas permanecen.

 

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Axel Pi: “‘Costa Azul’ tiene su propio sonido y también su propio carácter narrativo, porque todo gira en torno al placer de vivir”

 

El disco, ya desde la portada, proyecta luz y elegancia. Pero no necesariamente felicidad. “No puedo evitar ser reflexivo”, admite Marc Ros. “Es mi naturaleza. Todo lo que hago lleva un trasfondo melancólico que va conmigo, y debo ser honesto con eso. El single perfecto para mí es ‘Dancing queen’, de Abba; lleva el clásico ritmo disco, pero, si la tocas con una acústica y la frenas un poco, no podrás dejar de llorar. Me identifico mucho con esa combinación: canciones con un poso triste que se pueden bailar. Es el caso de ‘Fascinado’ o de ‘Maravilloso’, también”.

“Los olvidados” tiene una bonita letra y cuenta con la participación de Miri, la hermana de Marc Ros. “Quisimos hacer ese dueto, como los de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, y la voz de Miri nos parecía muy pop. Ella canta muy bien y tiene un tono similar al de Ana Torroja, aunque quizá no tan agudo; a esa conversación le queda ideal”. La referencia a la cantante de Mecano habría sonado extravagante a los propios Sidonie apenas cuatro o cinco años antes, pero el grupo había evolucionado ya hacia el desprejuicio. “Cuando nos conocimos”, continúa Marc, “hablábamos de discos que hubiesen sido publicados en 1966 o en 1967. Ni siquiera los de 1968 nos molaban tanto. Con el tiempo nos fuimos abriendo, claro. Y compartir escenario con otros músicos nos ayudó en este sentido. Por ejemplo, ‘Como una ola’, de Rocío Jurado, es un tema gigante. En nuestros inicios no nos hubiéramos fijado siquiera. Estábamos muy alejados de casi todo”.

 

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Marc Ros: “Dejamos atrás al Dylan de la trilogía mercurial y el surrealismo y afrontamos nuestras canciones en castellano como si hablásemos con unos colegas”

 

Por último, no parecería sensato obviar ‘Giraluna’, probablemente el tema más bello del repertorio, al que Axel cataloga como “una nana” o “una canción para niños”. Siempre amigo de contextualizar, el baterista de Sidonie emparenta esta pieza con otras venideras, como “Un día más en la vida” o “Un día de mierda”, que conectaron a su manera con el público infantil. “Los críos son grandes detectores de singles”, recuerda, “y nos hemos encontrado a niños enamorados de esta canción, y a padres cantándosela a sus hijos. Eso abrió un universo amplio y muy distinto para el grupo: fijarnos en la sensación de descubrimiento musical de un niño. ‘Giraluna’ comenzó ese proceso”.

En efecto, hablamos aquí de una composición de género atemporal que podría ser un cuento recitado, pop clásico, psicodelia o cualquier otra cosa. Marc Ros: “De mis canciones, esta es la que me hace sentirme más orgulloso. Lo digo sin diplomacias. Salió como por casualidad y brilla más sin arreglos, en su desnudez. Podría estar en un disco de Vainica Doble o de Luis Eduardo Aute, que, por cierto, tiene un tema con el mismo título”.

 

Siguiente entrega de Sidonie: Amor, exaltación del pop y mitomanía en Abbey Road: El incendio. (2009)

 

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