Corriente alterna: Vender o venderse

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«¿Es venderse permitir que se utilice tu imagen en un spot publicitario? Claro que sí. ¿Es venderse permitir que se utilice una de tus canciones en un spot publicitario? También. Pero, ¿quién no se vende?»

 

 

Juanjo Ordás se pregunta dónde están los límites de la publicidad y qué es exactamente venderse. Todo ello, por supuesto, hablando de música, de marcas, spots, videoclips e incluso camisetas.

 

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

 

Si se piensa, es difícil de entender esa ira que los músicos más supuestamente íntegros profesan contra la publicidad. ¿Es venderse permitir que se utilice tu imagen en un spot publicitario? Claro que sí. ¿Es venderse permitir que se utilice una de tus canciones en un spot publicitario? También. Pero, ¿quién no se vende? ¿Y por qué parece que venderse es intrínsecamente inmoral o deplorable?

Vivimos en un mundo más o menos avanzado y ya va siendo hora de dejar de demonizar la publicidad per se. El mundo de la publicidad ha crecido a la par que la humanidad y, como en todos los lugares, hay cosas buenas y malas. Hay marcas que con sus spots lanzan ideas terribles, ¿pero Iggy Pop en un anuncio de Paco Rabanne? ¿Dylan en uno de Victoria’s Secret? Por favor, eso es algo inofensivo y sin embargo de lo más atacado. Hiere bastante más la utilización de niños y del vínculo paterno-filial en el anuncio de un coche que ver a Iggy dando saltos para venderte algo. Obviamente, cada uno decide con qué marca se asocia.

Todos los músicos que atacan tan furibundamente a aquellos compañeros que deciden vender su imagen o canción deberían plantearse qué es lo que hacen ellos cuando lanzan un videoclip en el que muestran la más espectacular de sus caras. ¿No es eso venderse? ¿Entonces de qué se trata, de que está bien vender tu producto pero no uno ajeno? ¿Quién mide entonces cuál de los dos spots –incluyamos el videoclip ahí– es engañoso? ¿El de Dylan relacionado con ropa interior o el de un músico cualquiera demostrando unas explosivas maneras? Es más, ¿y si Dylan disfruta de verdad regalando a su señora los productos de Victoria’s Secret y el músico del videoclip espectacular en realidad es un aburrimiento sobre el escenario? Y podríamos ir más allá, ¿y si a Iggy le gusta ir perfumado? ¿Y si el músico íntegro que lanza un videoclip sabe perfectamente que esa canción que está vendiendo es lo más salvable de un álbum flojo?

Hay que insistir, venderse se vende todo el mundo. Tú, fan de quién sea, seguramente estás llevando una camiseta de los Stones, Ramones o los Doors. No solo estás vendiendo al mundo exterior parte de tu personalidad y condicionando cómo se te ve desde fuera, sino que también estás vendiendo un producto ajeno. ¿Hace falta seguir? No, ¿verdad? Lo demás, es moral. Y ahí sí que es cuando uno decide lo que es y lo que no es, pero no por el hecho de venderse.

Anterior entrega de Corriente alterna: El arte libre de ser guay y molar.

 

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