Corriente alterna: El arte libre de ser guay y molar

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«Dejémonos de Creative Commons, si no vendes tu producto de forma lucrativa es porque quieres quedar bien o porque no lo compraría ni tu padre»

 

A Juanjo Ordás no le gustan las licencias Creative Commons, y explica su punto de vista con meridiana claridad en esta columna dominical.

 

Una sección de JUANJO ORDÁS.

 

Vamos a pensar en una escena que se suele dar habitualmente. Un tipo entra en un vagón de tren o metro para mendigar. Es hora punta, hay bastante gente viajando en alguno de los citados medios de transporte. El tipo, comienza su discurso, quizá verídico, quizá no. Primero cuenta sus desgracias, después pide y finaliza con una frase clásica que más o menos se resume en “prefiero pedir que robar”. No os quepa duda de que se trata de una coacción social que se traduce en un “más vale que me soltéis algo de pasta o me volveré algo peor de lo que estáis viendo y entonces pagaréis a la fuerza”. Sin embargo, el tipo no es un tipo, es el público. Y la gente del vagón son los músicos. ¿Adivináis de qué estamos hablando? Efectivamente, se trata de las Creative Commons, ese tipo de licencias que permiten que un disco –permitidme que concrete– se pueda compartir de forma gratuita siempre que se cite la fuente original. Es decir, un disco editado bajo las Creative Commons puede ser colgado en internet y compartido gratuita y legalmente. El sueño húmedo de cualquier internauta que aboga por la cultura libre, ese extraño concepto tornado en máxima y falacia.

Pero la realidad es otra, y es que solo dos tipos de músicos van a utilizar las Creative Commons, los que no tienen más remedio que darlo a conocer gratis porque ni dios pagaría por escuchar sus nefastas creaciones y aquellos que pese a tener un mercado bien trabajado deciden dejarse arrastrar por la corriente, no plantar cara, no defender sus derechos y, de paso, quedar como el estandarte de lo «coo»l, de lo guay, como si gritaran un “yo molo, soy de los vuestros tíos”. Y lo cierto es que no, que no es de los vuestros. Sencillamente os habéis montado en el vagón, habéis mirado a ese músico a los ojos, le habéis dicho que u os regala el disco o se lo robaréis y él ha accedido. Nada más. Ya sabéis, dirán que lo que quieren es que su “arte” llegue a cuanta más gente mejor, y artistas son, hacen de su posición de rehén algo cómodo.

Mientras tanto, nadie piensa en el problema real: hay un público dispuesto a pagar por contenidos culturales pero irónicamente no existen canales para satisfacerlos. Extraños intereses deben mezclarse cuando nadie explota el filón de una obviedad. ¿Cómo no va haber descargas ilegales? Pero vamos a llamar a las cosas por su nombre, dejémonos de Creative Commons, si no vendes tu producto de forma lucrativa es porque quieres quedar bien o porque no lo compraría ni tu padre.

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