Corazón o plomo, de Comando Suzie

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DISCOS

«Destacan los ambientes gélidos, el sonido constante y obsesivo construido como un muro, denso y compacto»

 

Comando Suzie
Corazón o plomo
El genio equivocado, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

En Barcelona, durante los años noventa, hubo una activa y abundante escena de lo que en los ochenta se llamó música siniestra y en la actualidad gótico. Bares como el Akelarre o el 666 ofrecían buena música, actuaciones de grupos ingleses y programación local de músicos que no llegaron a salir de sus revistas o ambientes, pero que —si rebuscan lo verán— tenían hermosas canciones. Un ejemplo: “Circo de juguete” de Ô Paradis.

Ô Paradis era el proyecto personal de Demian Recio, quien se une de nuevo aquí a otro proyecto del que ya estuvo en sus inicios, Comando Suzie, de Raúl López, que también se movía por esa escena como teclista y programador de algunas bandas. Cuatro canciones depositadas en Myspace hicieron que el sello italiano Punch Recors les editase su primer álbum, en el que ya dan la medida de su estética: un sonido de primitivo tecno ochentero, fraseos a lo Gainsbourg o Leonard Cohen y letras de un lirismo romántico, que se acerca a lo trasnochado, pero con toques costumbristas. Fueron definidos como un cruce entre Depeche Mode y Tindersticks, influencias sobre las que planeaba la voz de Raúl como un crooner eléctrico y mundano. En este cuarto disco, el primero para El Genio Equivocado, los parámetros siguen siendo los mismos.

Aparte de Demian Recio, en el grupo destaca la presencia de Eva Grace, que acompaña a Raúl López desde hace cuatro años, con lo cual, a todos los efectos, el formato del grupo para este disco es el de trío. Como hicieran en El hombre sentimental, diez años atrás, en las canciones se presenta el vodevil de un seductor que entre barrios de Barcelona —“Aldebarán” es modélica en este sentido— y viajes soñados, narra su periplo urbano en busca del amor. Entre melodramáticas, costumbristas y paródicas, las letras se mueven en esa dirección en la que la confluencia de emociones ofrece un retrato sutil, quizás desalmado, de las tribulaciones de un amante que no encuentra su sitio.

El empaque de esas canciones oscuras de principio de los ochenta lo encontramos en el single, “Espigón”, pausada y densa, que recuerda a los Alphaville españoles, a Minuit Polonia, algo del lirismo romántico de La Mode. También hay recuerdos de La Mode en la más saltarina y ligera, “Nubecita y tormenta”, hecha de recuerdos y desamores, de electrónica que vive en el corazón. Pero, en conjunto, destacan los ambientes gélidos, el sonido constante y obsesivo construido como un muro, denso y compacto. Ocurre en “Belleza real”, en el monótono gotear de las notas que se hacen casi angustiosas en “Saltan chispas” o en “Y todo saldrá bien”, un viaje por una tundra helada.

No dudan, en ocasiones, por optar por la sencillez, propiciada por el sonido vintage de los sintetizadores, creando un mundo propio que bebe de fuentes que —excepto La Mode— no tuvieron suerte, pero que ahora tienen solera. Un ejemplo patente es “Huele a mirra” o “En la frente”, que posee la letra menos trabajada a la par que la melodía más atrayente, a lo Roxy Music, uno de los grandes referentes en aquellos años, con su voz en francés y su piano melancólico.

Aquellos años que dejaron una estirpe de grupos que con la electrónica tocaron el corazón, que usaron nuevos instrumentos para definir de nuevo la ternura, el humor en algunos casos, el dramatismo. Un camino que a veces se borra, pero que es sano y conveniente que se recupere de vez en cuando.

Anterior crítica de discos: The universal want, de Doves.

 

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