Coque Malla: Nuevas canciones desde la azotea

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“El poco más de un centenar de privilegiados que asistimos al concierto, permanecemos callados, atentos, y entramos en el juego singular de disfrutar, solo a guitarra y voz, unos temas que nunca antes hemos escuchado”

 

Dentro del ciclo 43 Live The Roof, Coque Malla hizo parada en Valencia con su “Gira fantasma”, en la que está presentando las canciones que formarán parte de su próximo disco. Solo con su guitarra, se subió a la azotea del hotel Barceló ante una pequeña audiencia. Juan Puchades estuvo allí y nos lo cuenta.

 

 

Coque Malla
27 de junio de 2015
Ciclo 43 Live The Roof, Hotel Barceló, Valencia

 

 

Texto y fotos: JUAN PUCHADES.

 

 

El verano es así. Son las 9 de noche, pero todavía es de día cuando Coque Malla —pantalón negro, camisa blanca, su ya clásico sombrero—, sale a la terraza del décimo piso (en realidad equiparable a doce alturas) del hotel Barceló, empuña la guitarra y ataca una de las canciones que formarán parte de su próximo disco. Y esa es la gran sorpresa de la noche: en esta denominada “Gira fantasma” ha decidido dividir los conciertos en dos partes claramente diferenciadas; la primera está conformada íntegramente por los temas que, en dos meses, comenzará a grabar y que integrarán su nuevo disco. Es decir, canciones que el público no conoce y que él, a lo largo de cuarenta y cinco minutos, va dejando caer sin contemplaciones y sin concesiones: no intercala temas conocidos por aquello de congraciarse con la audiencia y hacer más “digerible” el show. No, para nada. Pero sabe lo que se hace. Apoyado en su completo dominio de las tablas, lo apuesta todo a su buen hacer y a unas canciones que, imagino, sabe intensas y que si el clima es propicio, engancharán al respetable. Y así sucede en Valencia: desde el primer momento ha explicado lo que hay, ha solicitado silencio (“qué bonito es el silencio en la música”, comenta), y el poco más de un centenar de privilegiados que asistimos al concierto, permanecemos callados, atentos, y entramos en el juego singular de disfrutar, solo a guitarra y voz, unos temas que nunca antes hemos escuchado y que Coque, con humor y simpatía, va presentando entre guiños cómplices.

 

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Poco a poco, tema a tema, comenzamos a descubrir que, ¡de nuevo!, el próximo álbum de Coque —trabajando en los arreglos con su hermano Miguel— será importante. Estamos oyendo muy buenas canciones, entre lo intenso y emocionante y el rock fuerte (“Muy bestia, casi industrial, como algunas cosas de Tom Waits… aunque ya quisiera yo tener su voz”, comenta). Sin darnos cuenta, Coque nos ha atrapado con sus canciones nuevas y su interpretación concentrada pero a la vez relajada, mostrando su dominio vocal (¡cómo ha crecido como cantante con los años!) y su excelente técnica guitarrística, desplegando su bonhomía escénica. También es verdad que las circunstancias acompañan: sonido claro y limpio, poco y respetuoso público, y un espacio singular, que permite permanecer aislados del mundo pero con la ciudad al fondo: la vida transcurre ahí mismo, pero nosotros estamos inmersos en algo único. No sé si en un garito la magia que se está dando podría tener lugar, pero el ciclo 43 Live The Roof, con su marchamo de exclusividad y desarrollándose en azoteas o áticos, resulta perfecto para un concierto de estas características. Además, la noche tiene algo de especial para el propio artista: la incomensurable Amparo Valle, su madre, que vive en la ciudad, se encuentra entre el público, sentada en primera fila, disfrutando como uno más entre una audiencia de la que podría ser madre o abuela.

Termina la primera parte, Coque se retira durante diez minutos y la sensación que queda en el ambiente es que queremos escuchar ese nuevo disco lo antes posible. Deseamos escuchar otra vez esas nuevas canciones.

 

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Regresa al “escenario” (una moqueta, nada más, con la que acotar su lugar entre el público) mientras la noche va cayendo, y arriba la segunda parte, el fin de fiesta, otros cuarenta y cinco minutos, abriendo con la siempre estremecedora ‘Berlín’ (uno de esos temas que uno nunca se cansa de escuchar). A partir de aquí llegan perlas de ese repertorio suyo que los fieles reconocemos como subyugante e inoxidable, el que lo confirma, sobre todo y por encima de todo, como un gigante de la composición, y que defiende, tras noches y noches de bregar en solitario, con una convicción y unas maneras que te hacen olvidar que, como él mismo recuerda, es “un hombre de banda”. Tanto que ¡hasta presenta a los integrantes de su grupo de directo!, el público colabora y aplaude a cada uno de los músicos nombrados, presentes para Malla pero ausentes para nosotros. En un golpe de efecto inesperado, en un par de ocasiones los sonidos de la ciudad —bastante silenciosa debido a la clásica diáspora de fin de semana veraniego— se incorporan a los temas, ayudando a que estos rueden con mayor fluidez; Coque es consciente de ello y se sorprende. Previo al bis, se despide con la electrizante ‘Hasta el final’, enlazada con ‘She’s my baby’. Poco antes, para sellar una noche perfecta, en la que todo ha sido posible, incluso ha interpretado ‘Guárdalo con amor’ y ‘Adiós, papá’.

Salimos del hotel con la sensación de haber asistido a una experiencia excepcional, un concierto que ha sido un lujo de esos que no olvidaremos. Mientras, por la cabeza ronda una pregunta: “Coque, ¿no harías mañana otra pase como este?”.

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