Coque Malla: mil y una noches en un solo escenario

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«La mayor celebración de su historia a golpe de canción, con la que logró emocionar a los 15.000 espectadores que abarrotaron el palacio»

Quince mil personas se reunieron en el Movistar Arena de Madrid para celebrar los 40 años de Coque Malla en la música. Una cita única en la que ofreció un show a la altura, al que no faltaron Los Ronaldos, Ariel Rot, Leiva o Iván Ferreiro. Allí estuvo Arancha Moreno.

Coque Malla
31 de enero de 2025
Movistar Arena, Inverfest, Madrid

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: MOVISTAR ARENA / MANU PASIK.

En esta vida se pueden hacer las cosas de muchas maneras, pero nadie las hace como Coque Malla. No es necesario conocer la intrahistoria de su gira 40 aniversario, las miles de horas que ha dedicado a prepararla, para saber que el 31 de enero en el Movistar Arena de Madrid vivió su noche soñada. La noche en la que se dejó la cabeza, las manos y el corazón. La mayor celebración de su historia a golpe de canción, con la que logró emocionar, de mil y una maneras, a los 15.000 espectadores que abarrotaron el palacio en el festival Inverfest. El mismo recinto en el que, siendo niño, corría durante sus clases de gimnasia cuando aún era un pabellón deportivo. «Huele a infancia», reconoció, y con un par de pinceladas dibujó ese círculo perfecto que siempre envuelve a las grandes historias.

Les podría contar la noche canción a canción y sensación tras sensación, como he hecho tantas veces en estos años, pero el guion hoy me lo impide. Sería imposible replicar todo lo que ocurrió en ese escenario durante poco más de dos horas, así que déjenme que les dispare flashes. Como el primer guitarrazo que atronó en la oscuridad y nos llevó, en un riff fugaz, a 1988 con “Por las noches”. Como la brujería de “Todo el mundo arde”, con un Coque chamánico. Como la irrupción de una jovencísima bailarina, de 12 años, que nos deslumbró en “Extraterrestre”. Qué gozada fue verlos bailar juntos, cada uno con su edad y sus códigos, y qué impactante descubrir que era su hija Cayena, que ha heredado su magnífico sentido del ritmo sin miedo al escenario. O lo emocionante que fue la resurrección de Amparo Valle en “La carta”, acompañando a su hijo en su gran noche. No conmoverse no era una opción.

«Qué impactante descubrir que la bailarina era su hija Cayena, que ha heredado su magnífico sentido del ritmo sin miedo al escenario»

Anfitrión, narrador, protagonista… Coque fue muchos personajes en uno. Nos contó su historia poniéndose al servicio de la propia historia. Y lo hizo de todas las maneras imaginables. A través de las pantallas, donde le vimos nacer, crecer, bailar o esperar la paternidad, abrazado a su mujer, en unos audiovisuales sumamente cuidados que iban mezclando realidad e ilusión en perfecto equilibrio. A través del ritmo, desplegando un muestrario de los géneros musicales que ha transitado estas cuatro décadas, del punk al soul, del rock and roll a la música orquestal o la salsa, en un espectáculo híbrido de música y teatro. Con las dedicatorias, como pasó al recordar a su padre, Gerardo Malla, en “Una sola vez”. Y hasta con su propio vestuario, en ese viaje de la chaqueta de animal print al chaleco negro de tiempo atrás. Y, por supuesto, a través de todos sus invitados, piezas esenciales del puzle de su historia.

«Cada músico que pisó el escenario expresó la evolución musical de Coque»

Cada músico que pisó el escenario expresó la evolución musical de Coque. Lo hicieron Dani Martín y Rulo, trasladando su amistad labrada a golpe de botella de vino en “Volverá”. Lo hizo Anni B Sweet con una entrada a capela de “No puedo vivir sin ti” que quitó el sentido. No en vano, Coque la señaló como «la reina» (un «reina» muy castizo) de la noche. Lo hizo un quebrado Leiva, doliente de la voz tras una reciente operación, disculpándose por no estar al cien por cien porque no quería dejar de acompañar a su amigo, como bien dice la canción, “Hasta el final”. Lo hizo Iván Ferreiro, replicando ese “Me dejó marchar” a dos corazones que cerró por todo lo alto la noche. Lo hizo Ariel Rot, con una versión del “Mucho mejor” de Los Rodríguez que levantó a todo el palacio. También Kase. O, con «Un lazo rojo, un agujero». Y por supuesto lo hicieron Los Ronaldos, Ricardo Moreno, Luis García y Luis Martín, en una emocionante traca eléctrica que llenó de química y complicidad el escenario al interpretar “Guárdalo”, “Sabor salado” o su propia versión del “No puedo vivir sin ti”. Su banda favorita y la de todos, acompañados en algún tema por la sección de vientos que solía viajar con ellos en los noventa, algunos llegados para la ocasión desde el otro lado del charco. Y entre unos y otros, su hermano Miguel Malla, símbolo de esa familia musical, carnal y artística que le arropó de principio a fin.

Hubo más, mucho más, sostenido en muchos momentos por su banda habitual, conformada por Gabriel Marijuán (batería), Héctor Rojo (bajo), Amable Rodríguez (guitarra) y David Lads (piano), entrando y saliendo del escenario con absoluta solvencia, en función de lo que pedían las canciones. Porque ellas, como advirtió Coque, fueron las verdaderas protagonistas de la noche, capaces de vestirse con la máxima elegancia, la máxima ternura, la máxima furia, la máxima desnudez o la máxima vulnerabilidad. Ese último fue el traje que llevó en “Berlín”, cuando se situó en el centro de la pista, en un minúsculo escenario, con las pantallas apagadas, a solas con su guitarra, para transmitirnos la oscuridad y la fragilidad que sintió en sus primeros años como solista.

«Coque Malla fue una rock and roll star y un crooner; fue cantante, músico, showman y bailarín»

La otra noche Coque Malla fue una rock and roll star y un crooner; fue cantante, músico, showman y bailarín. Fue un cruce entre Keith Richards, Van Morrison y Tom Jones. Fue Michael Jackson e Indiana Jones. Pero, por encima de todo, fue Coque Malla. Un tipo que nació y se crio en Ventas y que, durante cuarenta años, se ha dejado la piel entre canciones, discos y escenarios de todo pelaje. «Para mí era importante que todo lo que pasase hoy fuera emocionante, para poder contaros una historia, mi historia, y que de alguna manera la hicierais vuestra», dijo. Y así tejió, como Ariadna, su fabulosa historia con todos los hilos que encontró. Una historia que cada uno de nosotros fuimos completando con pasajes de nuestra propia vida, enhebrada desde hace 40 años a su música, contada de mil y una formas en una sola noche.

«Estabais tardando en llenar esto, hijos de puta», nos echó en cara Dani Martín. Y con semejante cancionero, semejante propuesta y semejante historia, salimos del palacio plenamente convencidos de que tenía toda la razón.

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