Coque Malla: Las mujeres, los hombres y las canciones

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«Tenía la necesidad de estar tranquilo y analizar, ver si sacaba alguna conclusión de qué había pasado y porqué había estado yo tan al límite durante quince años»

 

Coque Malla repasa su trayectoria con «Mujeres», un exquisito proyecto audiovisual en el que se acompaña de una decena de vocalistas femeninas. Juan Puchades conversa con él.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: MAXI DEL CAMPO.

 

 

Coque Malla, durante los catorce años que lleva editando discos en solitario, no se ha prodigado demasiado (técnicamente, son solo cuatro álbumes de canciones inéditas), pero pocos peros se le pueden poner a esos trabajos, en los que se ha mostrado como un autor sensible y talentoso mientras definía un sonido que echa raíces en el rock clásico pero completamente propio e identificable. Ahora, para mirar atrás y recuperar parte de ese cancionero, ha decidido pasearse por el alambre del más difícil todavía, grabando un disco en el que la mujer es la protagonista por medio de una decena de cantantes (o recitadoras) femeninas: Leonor Watling, Jeanette, Rebeca Jiménez, Ángela Molina, Laura Gómez Palma, Vilma, Amparo Valle, Alondra Bentley, María Rodés y Anni B. Sweet. El resultado destila buen gusto y proyecta esas canciones ya conocidas (hay una inédita) hacia nuevos lugares, dotándolas de una luz que provoca cierta congoja en el oyente ante tanta belleza. Y todo ello grabado en directo y recogido en un deuvedé exquisito que eclipsa al propio disco de audio. De hecho, en cuanto comenzamos la conversación (unos días antes de que el álbum se pusiera a la venta), le comento a Coque que el material de adelanto que me ha llegado es el vídeo, no el disco, y él, rápido, responde: «Mejor, porque la obra me parece que es el deuvedé, y lo otro es la banda sonora: el verdadero meollo del asunto es la imagen y el audio». No le falta razón: ese deuvedé es algo muy serio.

¿Cómo se te ocurrió dar forma a un proyecto como este?
Tiene muchas aristas y muchos caminos. Primero, creo que «Termonuclear» [2011] fue muy bestia, un momento emocional tan bestia y un proceso creativo también tan bestia que no me sentía con fuerzas para empezar otra aventura, era aquello de «vamos a tranquilizarnos un poco». Como cuando después de una noche de marcha tremenda te apetece quedarte en casa tranquilo, sentarte y ver la tele… ¡Siempre busco metáforas para explicarme! Pero sí, es como que me apetecía más echar la vista atrás y analizar los cuatro discos anteriores y ver qué había pasado y porqué. Porqué tanta intensidad, porqué cuatro discos tan al límite. Y echando la vista atrás me doy cuenta que los cuatro están muy al límite, quizá «La hora de los gigantes» [2009] es como un descanso en medio del camino, con más tranquilidad, pero sobre todo «Soy un astronauta más» [1999], «Sueños» [2004] y «Termonuclear» son discos muy al límite emocional, y tenía la necesidad de estar tranquilo y analizar, ver si sacaba alguna conclusión de qué había pasado y porqué había estado yo tan al límite durante quince años.

Quince años, que se dice pronto.
Sí, quince años, que, más o menos, empiezan cuando me separo de Los Ronaldos y grabo «Soy un astronauta más», y terminan con «Termonuclear». Terminan con esa etapa de mi vida, pero no es que se puedan meter esos cuatro discos en un paréntesis, sino que hay algo ahí, espiritual, psicológico, emocional, no sé el qué, artístico incluso, que se puede delimitar. Al echar la vista atrás y analizar, me pongo a repasar y me doy cuenta de que en ese límite emocional, la mujer siempre está de por medio.

¡Ellas!
Sí, «ellas». Ellas siempre están de por medio, y me doy cuenta que la protagonista más lógica y más evidente para un repaso a mis cuatro discos es la mujer. Pero, vamos, no tengo que comerme mucho el coco para verlo.

Es decir, viste claramente que la mujer iba a tener que estar presente.
Primero como personaje central de una historia, porque lo que tenía claro desde el principio es que no me apetecía hacer un grandes éxitos sin más, quería contar una historia, porque también se puede contar una historia repasando viejas historias y que de ahí salga un relato nuevo. ¿Cuál es ese relato nuevo de echar la vista atrás y repasar estos cuatro relatos viejos? Pues hablar de la mujer, porque la mujer es la que me ha obsesionado durante estos años. Luego ya llega un aspecto más formal que es decir cómo hago esto de manera musical, y entiendo que debo contar con voces femeninas. Además, unas ideas llevan a otras, yo te lo explico ahora así, tan claramente, pero cuando te pones a ello lo haces un poco de manera inconsciente. También el que sean chicas las que canten esas canciones, transforma las canciones. Algo que es un monólogo, una fantasía mía, se convierte en un diálogo al aparecer la figura femenina, y le ha dado a las canciones otra perspectiva.

¿No te pareció un reto demasiado complicado el hacer el disco con tantas invitadas?
No, porque yo para eso soy muy «echao p’alante», muy inconsciente y muy Juan Sinmiedo, me lanzo, y empecé a fantasear: «¡Ángela Molina! ¡Qué guay!». Y ha resultado que ha funcionado, todas han dicho que sí y todas se han enamorado del proyecto. Es un proyecto muy mimado, y eso se lo transmití a las invitadas, y lo hice con mucho cariño y con mucho cuidado, y entonces eso se transmite y no echa para atrás, al contrario, echa para adelante. También creo que de una forma instintiva buscas hacerte con la que sabes que vas a atener afinidad y que lo va a entender. Yo tenía el sentimiento de que le iba a contar a Ángela Molina esta movida y que le iba a encantar, y así fue. Es que de alguna manera intuyes el tipo de artista que es, y ves a una tía sensible, con misterio, y sabes que no hay proyectos así todos los días, así que imaginaba que iba a parecerle bonito.

¿Te preparaste una lista pensando qué tema iba a cantar cada una?
Hubo una primera idea que fue una locura, pero es que estos proyectos grandes se van transformando por el camino, es lógico. Esa idea inicial era «les voy a dar mis discos a cada una y que ellas elijan las canciones»; porque al principio quería que cantasen dos canciones cada una y era una locura porque, claro, ellas no estaban veinticuatro horas al día con esto en la cabeza como estaba yo, ellas tienen sus agendas, sus películas, sus discos, sus historias y yo tenía una urgencia. Yo les daba mis discos y tenía que esperar pacientemente a que ellas se acordaran, que los escucharan… Les ponía como deberes, y no, eso no funcionaba. Por otro lado, la escenógrafa me decía «necesito el repertorio paa saber qué ocurre aquí y que escenografía necesitamos». Y dije «yo quiero contar una historia, tengo clara esa historia, me voy a dejar de hostias y voy a escoger las canciones de mi discografía para contar la historia, y soy yo el que las tiene que elegir para contar la historia. Porque igual cuatro de ellas eligen la misma canción». Era una locura. Al final tenía más sentido que yo escogiese las canciones y que con calma decidiese cuál le iba bien a cada una. Y menos mal.

Hiciste una selección de mujeres muy amplia, que va del indie al rock pasando por el cine.
Sí.

¿Cómo fue? Porque es un grupo de mujeres muy heterogéneo, de Jeanette, que puede ser recuerdo de nuestra infancia, a Anni B Sweet y Alondra Bentley que están en el indie, o Leonor Watling, que es inclasificable y que, por cierto, se hace una versión de ‘Berlín’ que es para morirse, también está Rebeca Jiménez, que puede estar más próxima a ti, incluso está tu madre, Amparo Valle…
Tan sencillo, y vamos, prometo que fue así, como que están las que me molan. Claro, coges y dices «qué posibilidades hay», y empiezas a buscar mujeres artistas, chicas que cantan ahora, o que cantaban antes, y fui encontrando mujeres que me parecían interesantes, sin más, no hay ninguna estrategia de abrir un abanico que abarque desde aquí hasta allí. No, si lo hubiera hecho así, creo que me hubiera vuelto loco, porque en cuanto me hubiese fallado una, se me habrían roto los planes. Son tías que me molan, chicas que tienen interés para este proyecto o que intuía que de alguna manera les iba a gustar, o que se iban a sentir cómodas, o yo me iba a sentir cómodo con ellas. Ha sido un proceso muy natural y muy intuitivo. Quería mujeres que tuvieran personalidad, porque si vas a hacer un disco en el que vas a hablar de mujeres, pues tienen que ser mujeres con fuerza, con personalidad y con carácter.

¿Y tu madre, qué te dijo cuando se lo propusiste?
Se volvió loca. Lleva mucho tiempo con ganas de que hagamos algo juntos, también con Miguel [Malla, el hermano de Coque] tiene ganas de hacer algo. Ella es actriz y no canta, pero siempre me lo dejaba caer, lo que pasa es que hacerlo por hacer no le veía sentido, y ella quería que hiciésemos algo por hacerlo: «oye, yo soy actriz y tú eres músico, pues, venga, buscamos unos poemas y te pones a tocar y yo a recitar». Y yo no lo veía, pero aparece un proyecto sobre mujeres en el que además intento hacer una reflexión sobre la relación entre el hombre y la mujer, y ahí la figura de la madre tiene que estar. Mi madre es actriz y recita de puta madre, pues perfecto, ahora sí.

¿De alguna manera, con «Mujeres», y con los distintos papeles que interpretan ellas, tratas de indagar en el misterio femenino desde diferentes perspectivas?
Supongo que esa es la idea. Lo que pasa es que todo hecho de una manera muy subliminal, al final son canciones, son cantantes cantando canciones, pero sí, un poco la idea es repasar los distintos aspectos que tienen las relaciones entre hombres y mujeres. Este disco se llama «Mujeres», pero se podría llamar «Mujeres y hombres».

En cualquier caso, la visión del compositor es masculina, indudablemente.
Claro, exacto. Y las letras hablan de mujeres, pero hablan de hombres también. Es, digamos, una película que se podría llamar «Mujeres y hombres» pero en la que la mujer es la protagonista. El hombre está de testigo, de observador o de sparring.

Este país es muy cabrón, ¿al diseñar un proyecto en el que tus canciones las interpretas con muy diferentes mujeres, no llegaste a pensar que te podrían poner a caldo, por ambicioso, por arrogante, por vanidoso, por lo que fuera?
A mí llevan poniéndome a caldo… o no haciéndome caso, o haciendo demasiado caso, muchos años. Así que hace mucho tiempo que, por lo menos a la hora de idear un proyecto, ni se me pasa por la cabeza nada de lo que van a pensar los demás, una vez está terminado y llega la hora de enseñarlo, entonces sí, es como cuando entras en el mar y dices, «hostias, ¿y si pasa un tiburón y me muerde?». Pero a la hora de hacerlo estás en otro punto, estás tan invadido por tu inspiración para hacerlo que no es el momento de pensar en eso. Ahora, que es el momento de enseñarlo, sí que se me pasa por la cabeza. Pero es algo que escapa totalmente a mí control.

Has rizado el rizado: un disco coral con diez invitadas y, además, grabado en directo.
Sí, bueno, es un directo, pero no un concierto.

Eso es, no hay público, es un falso directo.
Claro, así que no era un salto sin red. Al principio sí que iba a ser así, un concierto con público, pero poco a poco fuimos llegando a la idea de que este formato facilitaba mucho la producción y al mismo tiempo concentraba más la idea de lo que quería contar, porque estaba más concentrado el concepto, y con el público podía distraer más. Al hacerlo así el riesgo es menor, porque hay opción a varias tomas, de hecho con cada invitada hicimos cuatro o cinco tomas. Pero sí, había un riesgo y un acojone al hacerlo en directo, y no había mucho tiempo, eran como dos horas para cada invitada. La banda habíamos ensayado un huevo.

Eso te iba a preguntar: ¿llegasteis muy ensayados para que todo sonara tan perfecto?
Sí, sí, tampoco una cosa enfermiza, pero hubo mucho trabajo previo de escucha de las canciones, cada uno por su cuenta y luego todos juntos en el local, también el ver las opciones. Además, con ellas hubo dos ensayos, primero ensayé yo solo con ellas, para ver el tono, porque eso sí que nos preocupaba mucho. Al cantar con mujeres, los tonos se iban a tomar por culo, porque ellas suelen cantar mucho más arriba, e hicimos una primera ronda de ensayos, sin tener claro si ese iba a ser el tono final de cada canción, y luego yo fui quedando con ellas, con cada una, solos con la guitarra, para decidir el tono, y excepto dos o tres tonos, todo fue bien, el más complicado fue el de Jeanette porque ella, curiosamente, en lugar de subirlo, lo tuvo que bajar, para que en su tono tan agudo sonara en una tesitura natural, como ha quedado. Esto es un poco técnico, pero la posición de los acordes de ‘Una moneda’ hace que en ese tono en el que a Jeanette le venía bien, fuese muy raro de tocar. Estas cosas fueron surgiendo, pero no hubo nada muy grave.

¿No sumaba un componente de tensión, el que aparte de grabar en directo se filmara en vídeo?
Por supuesto, eso es un infierno. Yo tenía todo el rato la paranoia de que si no estaba totalmente concentrado en una cosa fallaba en la otra, y al revés, pero, a partir de la segunda o tercera invitada, creo que todo el mundo se relajó. Y poco a poco te vas olvidando de las cámaras. Yo llevaba mucho tiempo con las cámaras encima porque se grabaron un montón de cosas, como los ensayos previos con ellas, y hay una película en el horizonte, para terminarla algún día, pero esa es otra historia.

 

«Me tiro muchos años en una banda de rock, tocando la guitarra eléctrica y canciones aceleradas y de repente todo cambia y empiezo a hacer conciertos pequeñitos con una guitarra acústica y haciendo canciones donde tengo que ir al corazón de la canción para que suene de verdad»

 

Hay una cierta teatralidad en la puesta en escena, ¿vino dada por el propio concepto o tuvisteis que acentuarla al decidir que lo ibais a filmar?
Teníamos claro desde el principio que no era un concierto sin más, que para contar esa historia había que representar algo, un sentimiento, y que no podía ser simplemente un escenario con unos amplis, sino que queríamos crear una atmósfera para hablar de las relaciones entre los hombres y las mujeres, y lo infernal que a veces es; en todas mis canciones hay mucho tormento, o por lo menos en todas las canciones que hay ahí. Y hablamos mucho, el productor del deuvedé lo veía más como una especie de cosa «voyeur» en la que él se metía en unos ensayos nuestros y le dije que no, que veía una cosa superglamourosa y super de fiesta, como finalmente ha sido. Hablamos con la escenógrafa, escuchó mis discos, y poco a poco fuimos construyendo la atmósfera que se ve en el deuvedé.

Imagino que, para los tiempos que corren, este no es un proyecto barato.
No lo es en absoluto. Pero con dos cojones y mucha generosidad lo hicimos barato [risas], pero es un proyecto de mucho más dinero del que ha costado, lo que pasa es que la gente sabe que tiene que poner toda el alma para sacar cosas muy bonitas, porque si hay mucho dinero, guay, pero si no lo hay, hay que ponerle imaginación, generosidad y horas extras, y así ha sido, así se ha hecho este proyecto.

Escuchando «Mujeres», y hablo ya de lo estrictamente musical, tengo la sensación de que desde «La hora de los gigantes» hacia aquí has definido y fijado un sonido propio, una manera de hacer las cosas. ¿Supuso «La hora de las gigantes» un cambio en tu trayectoria?
Sí, estoy totalmente de acuerdo. No sé exactamente cómo ha ocurrido, y no sé si sé explicarlo bien, pero estoy de acuerdo contigo. Creo que si me pusiera muy pedante y muy estupendo podría decir que «La hora de los gigantes», «Termonuclear» y «Mujeres» es una trilogía, lo que pasa es que no están hechos con esa intención en absoluto. Pero sí que algo ha sucedido ahí, que no sé explicar exactamente qué es y tendría que pararme mucho a pensarlo, que le da a esos discos una unidad y un cambio. Pero no lo sé… Mira, si quieres me pongo a analizarlo: «La hora de los gigantes» está hecho después de que Los Ronaldos se juntaran y de que ya cerráramos ese capítulo definitivamente, pues a lo mejor influye eso, vete a saber, está hecho a partir de una edad, también conozco a Mauro Mietta y a Nico Nieto, y empiezo a escuchar un montón de música nueva que no había escuchado. Ahí tenemos tres elementos con los que se abre una puerta nueva. Ellos dos me enseñaron un montón de cosas, y yo a ellos creo que también, pero además es el resultado de muchos años tocando en acústico, donde se aprende muchísimo del instrumento, tanto de la guitarra como de la voz. Ese quizá sea el aspecto más importante; parece una chorrada, pero yo me tiro muchos años en una banda de rock, tocando la guitarra eléctrica y canciones aceleradas y de repente todo cambia y empiezo a hacer conciertos pequeñitos con una guitarra acústica y haciendo canciones donde tengo que ir al corazón de la canción para que suene de verdad, para que la gente se quede callada y escuchando, y eso te lleva al corazón de la canción y te hace ver las cosas de una manera totalmente distinta.

A la vez, en realidad, en esos discos hay electricidad, ¿es como que lo acústico te ayuda a enfrentarte de otro modo a lo eléctrico?
Sí, claro, pero hay acústico: «Termonuclear» es un disco muy acústico, está grabado entero con guitarra acústica, y «Mujeres» está grabado con acústica, lo que  pasa es que la banda que me acompaña le mete cera. Pero en esos dos discos yo estoy agarrado a la acústica, y por algo es; y también pasa en varias canciones de «La hora de los gigantes».

¿Hasta qué punto consideras ‘No puedo vivir sin ti’ una canción más tuya que de Los Ronaldos, que la has traído a «Mujeres»?
Mucho, por lo menos esa versión, aparte hay algo ahí muy simbólico, y no me refiero al éxito que tuvo, sino a lo que ocurrió vitalmente, al hecho también de que, de repente, la bajásemos de tono, eso influyó muchísimo también en la versión especial de «Termonuclear», la bajamos de tono para que fuera susurrada y, hostia, eso me dio la pista para bajar de tono muchas de las canciones de «Termonuclear». Símbolicamente, es una canción que pertenece a este lado de mi manera de entender la música. ‘No puedo vivir sin ti’, cantada de esa manera, tanto cuando la canto yo solo con la guitarra como la versión que hago con Anni [B.Sweet], pertenece totalmente a esta etapa.

El animarte a echar la vista atrás sobre estos cuatro discos, ¿ha obedecido a un periodo de sequía compositora?
No, he seguido componiendo, y algo nuevo va a ocurrir.

¡¿Algo más?!
Sí, va a haber un golpe de timón fuerte, no me atrevo a decir todavía en qué consiste, pero va a ser un golpe de timón muy fuerte, y en esa dirección es en la que estoy componiendo. En un momento pensé lo de la sequía, pero no, es que sigo componiendo aunque sea con la vista puesta en esa otra dirección que te digo, me doy cuenta de que no, que no estoy seco, me están saliendo mogollón de ideas. Pero esta trilogía igual ya ha cumplido su ciclo, aunque no sé exactamente en qué se va a traducir eso, pero sí creo que se cierra un ciclo con «Mujeres», y por eso tenía tanto sentido hacer un repaso, echar la vista atrás, y lo digo sinceramente, no sé explicarlo bien, pero es algo que presientes, que intuyes que se cierra una etapa.

¿Las inquietudes del artista?
Sí, pero son las inquietudes de cualquier persona. De repente uno siente que se cierra una etapa, que algo está acabando y que empieza otra etapa y se va a Nueva York, no sé, pues yo hago discos con eso.

«Mujeres» es un disco imposible de llevar al directo con el concepto con el que se va a comercializar, ¿eso no te cortaba un poco a la hora de afrontar la gira?
No, porque no pensaba en la gira. Y luego por eso aparece la idea de «Coque Malla busca mujeres». Por eso surge una de las patas del proyecto, era lo que hablábamos antes: que esos monólogos se transformaran en diálogos, y para continuar esa idea durante la gira se me ocurrió lo de buscar chicas para cada ciudad. Pero sí tienes razón en que solo vamos a poder traspasar a la gira una parte del concepto total de «Mujeres», pero es que es imposible.

¿Vas a salir con la banda?
Sí, las primeras presentaciones son con la banda y con las chicas que van enviando sus vídeos, que ya hay unas cuantas.

Una curiosidad: ¿el proyecto aquel de cuatro noches cantando por Rubén Blades, lo grabaste?
¡Qué coño cuatro, siete noches, una semana entera! Lo grabamos, sí.

¿Y no has pensando sacarlo de algún modo, para que quede testimonio?
Sí, pero pasa que al poco tiempo de aquello nació Cayena [su hija], con lo cual me convertí en un cambiador de pañales, y al poco empezó toda la locura de la producción de «Mujeres», y esas grabaciones las dejé en un cajón. Pero está grabado, suena precioso, habría que trabajarlo, hacer unas buenas mezclas, pero sí, desde luego en algún momento habrá que hacer algo con eso, porque es algo muy peculiar y que suena de puta madre, está bien grabado, está tocado que te cagas por la banda y cantado humildemente por mí.

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