Como debe ser, de Brighton 64

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DISCOS

«Un disco que bascula entre la proclama sin finura literaria y el lenguaje informal, pero con algunos aciertos sorprendentes dentro de esta falta de retórica»

 

Brighton 64
Como debe ser
BCORE, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Brighton 64 son un grupo de referencia dentro del pop español. Lo son desde hace tiempo y han pasado por todas las dinámicas: unos inicios underground, sonar en toda España con el éxito de “La casa de la bomba”, reconvertirse en Brigatones o Matamala y volver a la carga con cuatro discos, tras su retorno, de chuparse los dedos. Más que referencia, son una institución. Pero, como ellos dicen, hay gente que le seguía —sus conciertos son, a su nivel, multitudinarios— y que ya no va a volver más a sus actuaciones.

¿El motivo? Pues que los «pérfidos hermanos Gil» —como dicen en una de sus canciones— se han significado políticamente. En realidad, ya lo habían hecho en ocasiones vía entrevistas, pero aquí lo han incluido en sus letras, y eso parece que es más significativo o peligroso. Y claro, parte de su público tiene pocas tragaderas y no les gusta el mensaje. Dejemos claro, antes de analizarlo, que la estética en la que suelen moverse ha utilizado la política más de lo que aparenta. The Who lo hace —de hecho, “My generation” es puro grito social— y The Jam abarca estos temas a capazos. El punk es política en sí mismo. Pero con Brighton 64 su público está dividido.

Y el caso es que son grandes canciones, cortantes en sus bases instrumentales, con la misma consistencia de siempre, el mismo impulso, la misma electricidad. El riff de “Playas del Mediterráneo” tiene toda su esencia eléctrica, pero claro, nunca la habían utilizado para hablar del drama de la inmigración y de la pasividad de los europeos ante los problemas del mundo.

La situación en Cataluña les lleva a “Juez y parte” y la del país en general a “El estado de la nación”, en que piden directamente “patada y demolición”. No olvidemos que Ricky y Albert Gil son hijos de August Gil, un abogado que en el franquismo defendía a obreros en huelga o a cantautores en prisión, y nietos de Augusto Gil, nacido en Murcia pero emigrante en Cataluña y director de escuela represaliado. A él le dedican “Avui he tornat a casa”, sentido homenaje con una letra especialmente cuidada, en un disco que bascula entre la proclama sin finura literaria y el lenguaje informal, pero con algunos aciertos sorprendentes dentro de esta falta de retórica.

Se escudan para justificarse en que los grupos de pop y rock son poco dados a exponer su opinión, y que quizá debería hacerse, pero no necesitan justificaciones, han hecho un disco potente y compacto, sin más. Con todo el filo de las guitarras, con momentos más irónicos como es el juguetón bubblegum que no te sacas de la cabeza —“La balada de los pérfidos hermanos Gil”—, con sus toques de soul en “La flor que sostenía en la mano” y eso basta para elogiarlo. Todo lo demás es secundario. Así es. Como debe ser.

Anterior crítica de discos: Two hands, de Big Thief.

 

 

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