Cola de ratón, de Ada del Moral

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LIBROS

«Lectura activa necesita el libro: cada frase explota como peta zetas, para encontrar la añoranza y el dolor»

 

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Ada del Moral
Cola de ratón
PUNTO DE VISTA EDITORES, 2018

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El verdadero protagonista de la segunda novela de Ada del Moral es el lenguaje. Un lenguaje invasivo, barroco, férreo y dúctil a la vez, que esconde la realidad entre lo cheli y lo deslumbrante. Si se pudieran encontrar analogías con algún otro estilo, sería con el esperpento de Valle-Inclán. Porque ocurrir, apenas ocurre nada. Como en Luces de Bohemia, un Madrid sombrío y hambriento acoge la decadencia de otra bohemia, la de los supervivientes de la movida que muchos años después —tras los atentados del 11 de marzo de 2004— arrastra su nostalgia y su decrepitud, sin darse cuenta de que ya no pueden llegar más allá.

Personajes mayormente parodiados y que tienen correspondencia con actantes de la realidad. Absolutamente todos tienen como molde a alguien que se movía por Madrid en los primeros 80. Y el centro de la acción es Néstor, el gran gurú del moderneo, alguien que cree ser y a quien sorprende la muerte, como Max Estrella. Bien, pues Néstor, hijo de un poeta franquista y el menor de tres hermanos, deja clara su filiación con estas coordenadas desde la primera página: Michi Panero. Su muerte organiza un revuelo nervioso en todo los que fueron algo veinte años antes de la acción.

En realidad, la novela comienza con la relación entre un periodista de un conocido medio nacional —Till— y su esposa Reka, hija de un gran jurista conectado con los puestos de poder. Y a partir de este momento empiezan a entrar fiestas decadentes en lujosos pisos, sanatorios, flamencos de devaneo como la Niña Flor, cuya relación con Pipe está llena de lirismo y energía. Precisamente, Pipe es el único personaje que se puede salvar, aún con ilusiones limpias, con esos restos de hedonismo puro de los 80. Fue un brillante actor y las dogas no se apartaron de él nunca.

Su contrafigura es Gaetano Arpino, un fotógrafo compañero de Till en el periódico sobre el que Ada del Moral tira todos los dardos. Estúpidamente cruel, concluye el texto retratando sus tendencias oscuras, su descalabro moral. Y entre ambos, multitud de personajes que se cruzan y se entrecruzan, a veces siete u ocho en la misma escena, entre el azar y una ciudad que por sí sola está más viva que ellos. Las reflexiones de Néstor en el umbral de su muerte —es la previa del texto— son descarnadas: “Desearon ser malvados, transgresores, y se habían quedado en pequeños miserables”. “Ahí os quedáis”, parece decir.

Lectura activa necesita el libro: cada frase explota como peta zetas, para encontrar la añoranza y el dolor. Gentes que quizás tuvieron algo dentro algún día, que hace mucho que lo perdieron y que se siguen haciendo la ilusión de que está ahí.

Anterior crítica de libros: Un país en crisis. Crónicas españolas de los años 30.

 

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