Ciudades de la música, de Guia Cortassa

Autor:

LIBROS

«Una historia de la música pop generalista, pero bien construida»

 

Guia Cortassa
Ciudades de la música
LUNWERG EDITORES, 2024

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Resulta curioso: la música popular va a tirones. De repente, en un determinado lugar —a veces un barrio, a veces meramente un estudio de grabación— ocurre algo, una conjunción mágica que hace cambiar los criterios musicales de golpe y/o que se asienta para un montón de años. Y podemos trasladarlo a las demás artes, que no siguen una progresión lineal, sino espectacularmente explosiva, en pausa durante algunos años y cambiada radicalmente de sentido de un mes a otro.

De esto trata el libro de Guia Cortassa —italiana que ha escrito para revistas internacionales y ha participado en programas de radio—. Aunque el volumen —en edición de lujo y formato grande— se presenta con un singular aspecto de atlas, es mucho más un libro de viajes para la gente a la que le guste tomar como destino los lugares de sus canciones favoritas, aquellas ciudades donde se produjo esa explosión de la que hablábamos, junto a otras en las que la labor callada fue creando un movimiento que todavía se mantiene.

Son ciudades que se han convertido en referentes de un momento de ruptura en la música de los siglos XX y XXI y, sin que podamos decir que el tratamiento sea enciclopédico, sí que ofrece datos abundantes y un material gráfico que, ay, podría haber sido escogido con mayor profusión y ser más abundante. Cuenta, eso sí, con pequeñas cronologías de cada ciudad y un plano en el que se sitúan los lugares a los que el viajero debería hacer caso. En el contenido aparecen grandes espacios y clubs en los que apenas caben veinte personas, casas museo y discotecas que ocupan manzanas enteras, nombres conocidos y otros que nadie recuerda.

Ahí tenemos a Seattle, que abre el volumen y los noventa, y que da la pauta para el resto de ciudades. Conviven en ella locales de vieja raigambre musical donde actuaron Ray Charles y un joven Quincy Jones —y empezó Jimi Hendrix— con el grunge y la situación actual. Tras la ciudad de la costa oeste vamos a New York —ahí está toda la música— y volvemos al poniente con Los Ángeles y San Francisco. La primera con la herencia latina y los Beach Boys, y la segunda con el verano del amor y la psicodelia. Y completamos Estados Unidos con ciudades sin mar, Nashville, ahí están el country y parte del soul, y Memphis, la ciudad del blues, de Elvis y del rock and roll.

Sin salir del ámbito anglosajón están Londres, el beat y el punk —aunque faltan párrafos para el glam—, Manchester —que da para películas, que por otra parte ya se han hecho—, Glasgow y Liverpool, donde ya saben lo que pasó. El ámbito europeo se completa con Berlín, para destacar, casi al final, las dos ciudades asiáticas que se llevan mención: Seúl y Tokio, con su j-pop y su Shibuya-kei.

Son veintiuna ciudades. Doce, más de la mitad, de Estados Unidos o el Reino Unido y pocas del ámbito hispano o caribeño. Kingston, del meto al dub, es la más afín en el Caribe a ese mundo de la lengua inglesa, pero después están Salvador de Bahía, con párrafos dedicados al carnaval, multicultural y crisol de múltiples tendencias, de la samba al tropicalismo, y La Habana, institución de la música con el son, la rumba y la nueva trova.

Y, por fin, llegamos a nuestro país. Y ahí aparece Ibiza, que no es una ciudad, por otra parte. Pero en ella solo se habla de discotecas, el rico folclore no aparece. Normal, solo se trata de lo que ha hecho evolucionar la música. Esta es la visión general del libro, atlas, guía de viaje, y si estás atento una historia de la música pop generalista, pero bien construida.

Anterior crítica de libro: Cada noche a las nueve, de Julian Gloag.

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