Cine: Una noche para sobrevivir, de Jaume Collet-Serra

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“Ni el peso interpretativo de Ed Harris ni la insistencia en las connotaciones trágicas del protagonista imprimen otra dimensión a una cinta absorbida por su torbellino de acción febril y a bocajarro”

 

 

“Una noche para sobrevivir” (Run all night)
Jaume Collet-Serra (2015)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

Tres películas en cuatro años han bastado para crear un vínculo que parece funcionar con medida química. El director Jaume Collet-Serra y el actor Liam Neeson parecen haber encontrado cada uno en el otro a un perfecto cómplice para elaborar la fórmula que ya se define como género propio, este es, Neeson entregado a una orgía de sopapos y destrucción. Mientras la serie Taken se desinflaba (demasiado) rápidamente tras una primera entrega contundente, “Sin identidad” (“Unknown”, 2011) apuntaba al thriller post-guerra fría con gusto por el volantazo narrativo y “Sin escalas”(“Non-stop”, 2014) se remitía a modelos hitchcockianos. Ambos largometrajes, sin embargo, dejaban claro que Collet-Serra no es tanto un artesano del suspense de pincel fino, sino un cineasta de derribo e idóneo brazo ejecutor de la acción al servicio del actor irlandés.

En “Una noche para sobrevivir”, el barcelonés parece esforzarse por escapar a esa esencia brutal y desprejuiciada. Lo hace a través de una cierta dignificación dramática de la trama que recurre a temas y relaciones más graves de los acostumbrados: los vínculos rotos entre un padre y un hijo, la cruzada del primero por evitar que el segundo quiebre su código moral o la presencia de una corrupción casi endémica en la policía son motivos en torno a los cuales bascula la acción. Y sin embargo, Collet-Serra no les da la suficiente profundidad como para que dejen de ser meros temas puestos sobre la mesa. El resultado es la extraña e irregular convivencia en sus imágenes de un James Gray de saldo con cualquier expresión natural del género Neeson. Ni el peso interpretativo de Ed Harris ni la insistencia en las connotaciones trágicas del protagonista imprimen otra dimensión a una cinta absorbida por su torbellino de acción febril y a bocajarro. Por eso, escenas como la del incendio y evacuación de un edificio de viviendas concentran las mejores virtudes del director, el pulso tosco pero vibrante que inyecta diversión al conjunto. En cambio otras, como el epílogo, se pierden en indecisas brumas en busca de una trascendencia que nunca llega.

Anterior crítica de cine: “Lost river”, de Ryan Gosling

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