Cine: «The Swell Season», de Nick August-Perna, Chris Dapkins y Carlo Mirabella-Davis

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«La relación con la audiencia está clara, llevar una falsa modestia hasta donde haga falta para soltarnos un acopio de estereotipadas imágenes que refrendan el periplo de un artista en la carretera»

«The Swell Season»
(Nick August-Perna, Chris Dapkins y Carlo Mirabella-Davis, 2011)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.
 

 

Ahora que es verano y que han bajado la guardia, vamos a poner a prueba la flema del consejo editorial de EFE EME.

He aquí una oportunidad de oro para incorporar a esta sección una superficial radiografía –tampoco nos da para más, y extráiganse de este lamento todas las acepciones que se deseen– de «The Swell Season», paradigma del documental musical al servicio del divismo y la construcción del mito.

O se carece de un sentido crítico en magnífico estado de salud, o anda uno sobrado de benevolencia (a mí no me miren que mi madre dice que tengo muy mala leche), o sencillamente todavía se nos ha pasado por alto la involución del fenómeno Coldplay (algún ejemplo teníamos que poner).

Caso concreto pero simétrico al anterior:

«The Swell Season». Plano 1. Toma 1.
Glen Hansard como Glen Hansard, subido al escenario en plano americano corto. La Furia de Nelson se esfuma y allí lo distinguimos, cercano pero al mismo tiempo distante, relleno de un ego a punto de reventar como una croqueta frita, aclamado por el ardiente caldo que disponen los enloquecidos fans, entregado a escuchar que prometemos estarle agradecidos mientras suelta una gracieta.
Al margen de la gran calidad del grupo (ni la cuestionamos ni la vamos a entrar a valorar, si Bill Callahan comparte cartel él sabrá lo que hace), estos personajes integran la selecta élite de quienes requieren de la forma cinematográfica más “fiel” para con la realidad para expandir sus horizontes lejos del escenario. Parece ser que buscan decirnos algo que no pueden transmitir con sus canciones. Pero las imágenes se rebelan, eso es lo que tiene el documental en manos negras o inexpertas; sin mucho escarbar se traslucen sensaciones que no podíamos ver al escucharles.
A menos que el conjunto de sus seguidores manifiesten lo contrario (en el fútbol también se aferra uno a los colores), es difícil que pase desapercibido el motivo por el que estos especímenes se deciden por un retrato realista digno de presidente del Congreso: sencillamente aquel que invita a prolongar el estado de gracia de un éxito mediático. Le faltará el tiempo a Glen Hansard para mostrarnos el Oscar personalizado obtenido por la Academia, mención obtenida por la banda sonora de «Una vez» («Once», John Carney, 2006).

«The Swell Season». Plano 2. Toma doscientos cuarenta y pico (aproximadamente).
Glen Hansard como Glen Hansard, sentado en una cama anónima en plano medio.  Mirada circunspecta, como estudiando la magnitud de un pedo recién aflojado. Con el espíritu deformado (óptica angular), esperando el corte de pelo que le conferirá su compañera.

«The Swell Season». Plano 3. Toma uno, probablemente.
Markéta Irglová como Markéta Irglová. Pareja sentimental y profesional del mencionado Glen. Markéta limpia el lavabo en plano medio abierto. Le vemos prácticamente de escorzo, atrapada compositivamente por la puerta entreabierta, angosto umbral que desliza su marginalidad en esta historia sobre dos cantautores empeñados en decirnos que están ahí porque se lo han ganado, porque, como reconoce Glen, se han “reinventado a sí mismos” en ésas sus particulares singladuras personales.

Estos planos iniciales persiguen recrear un conflicto, sustentado en rabietas y desacuerdos con las que consolidar un drama de urgencia, relación íntima en la que integrar una confrontación funcional. Este trampantojo se evidencia con la secuencia del café en la terraza; con el parlamento que se establece entre Glen y Markéta. El montaje por corte y los estudiados movimientos de cámara revelan una premeditada planificación de la escena. Sin embargo la relación con la audiencia está clara, llevar una falsa modestia hasta donde haga falta para soltarnos un acopio de estereotipadas imágenes que refrendan el periplo de un artista en la carretera, con toda la parafernalia de lírica visual y cabezas parlantes orbitando en torno a su centro gravitatorio.

Anterior entrega de cine: “Siempre feliz”, de Anne Sewitsky.

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