Cine: «Solo los amantes sobreviven», de Jim Jarmusch

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«Un cuento cuya paleta emocional se halla a caballo entre el romanticismo y el grunge»

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«Solo los amantes sobreviven»
(«Only lovers left alive», Jim Jarmusch, 2013)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

Del asiento trasero de un taxi al sofá de una estrella de rock, el cine de Jim Jarmusch fragua su lírica en escenas taciturnas de la cotidianeidad, pasajes que bajo su aparente melancolía concentran resacas llenas de vida y de amor. Las imágenes de «Solo los amantes sobreviven», además, acumulan una densidad pop que se mezcla con lo anterior como sangre en una transfusión para dar lugar a un tipo único: una película de alma apesadumbrada, agotada, pero extrañamente bella en su insistencia por buscar una última inyección de vida.

El último trabajo de Jarmusch no solo acomoda las coordenadas de su cine a las del relato vampírico, sino que toma su expresión más decadente para igualarla al melancólico ocaso de un músico de la escena «underground» y su visión deprimida de una humanidad condenada en su declive. Es este un cuento cuya paleta emocional se halla a caballo entre el romanticismo y el grunge, de una  nitidez obnubilada por el viaje psicodélico y rostros pálidos y hastiados.

En esa delicada nebulosa, Tom Hiddleston y Tilda Swinton son dos amantes y dos polos, el primero erosionado por siglos de cansancio y la segunda empeñada pese a todo en seguir viviendo. Y el cuadro es seductor en sus sinuosas formas indecisas entre este mundo y el otro, disfrutable en sus reinvenciones que llevan a apuntar a Shakespeare como farsante o a Lord Byron como petulante jugador de ajedrez, citados en los mismos renglones que la casa familiar de Jack White.

«Solo los amantes sobreviven» deja de lado las expresiones más herméticas del cine de su director y se propone como una de sus obras más reflexivas y poéticamente abiertas al espectador: aquella que culmina divertida en los límites de la moral vampírica y fascinante en la mecánica cuántica como explicación a la fantasmagórica esencia de un beso en la noche de Tánger.

Anterior crítica de cine: “X-Men: Días del futuro pasado”, de Bryan Singer.

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