Cine: “Slow West”, de John Maclean

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“Maclean arriesga en su ópera prima con un género a contracorriente de las modas y con un film deliberadamente estilizado y alegórico, cuya principal virtud es exhibir el contraste entre un Oeste idealizado y una realidad mucho más prosaica y brutal”

 

“Slow West”
John Maclean, 2015

 

 

Texto: HÉCTOR GÓMEZ.

 

 

De todos los elementos que conforman el imaginario de Estados Unidos, quizá el más representativo sea el de las grandes llanuras del Oeste, territorio geográfico pero también mítico que ha ido configurando a su alrededor toda una mitología que se funda en torno a la promesa de prosperidad que auguraban todas aquellas extensiones interminables de territorio. Sin embargo, la esperanza trajo también consigo su reverso tenebroso, que una vez más pone de manifiesto el carácter contradictorio de la naturaleza humana: la matanza de los nativos, la ambición desmedida y el imperio de la ley del más fuerte.

Cuando el cine se cansó de ofrecer una y otra vez una visión idealizada y de cartón piedra del Oeste y pasó a retratar una imagen ambigua y desmitificadora, el western pasó inevitablemente a la categoría de lo que la historia ha denominado como crepuscular, terreno en el que se ha movido desde hace varias décadas. En esta línea se enmarca “Slow West” (2015), filme con el que debuta en el largometraje el escocés John Maclean, realizador de carrera extraña que comprende desde el rock indie de The Beta Band o The Aliens a los cortometrajes premiados con el BAFTA como “Pitch black heist” (2012). Maclean arriesga en su ópera prima con un género a contracorriente de las modas y con un filme deliberadamente estilizado y alegórico, cuya principal virtud es exhibir el contraste entre un Oeste idealizado y una realidad mucho más prosaica y brutal. “Slow Wes”t es el viaje –real pero también iniciático en el sentido espiritual– de Jay (Kodi Smit-McPhee) en la búsqueda de su primer amor (Caren Pistorius), un objetivo que le lleva a atravesar el Atlántico desde su Escocia natal y adentrarse en los territorios desconocidos de un Far West que se revela como un espacio donde solo las pistolas son la única carta válida en un juego en el que no hay reglas.

Contada a modo de las famosas baladas sobre los personajes más notables de la época, la voz narradora la asume un personaje, el de Silas (Michael Fassbender), que ejerce como el guía espiritual –con sus propias contradicciones– del casi adolescente protagonista. Fassbender es el representante de ese Oeste realista y crudo, donde no podías distraerte un segundo si no querías recibir un disparo por la espalda. Un Oeste destinado a desaparecer y a quedar relegado a los libros de historia y a los cuentos alrededor de una hoguera, pero que –igual que sucede con el western en el cine– se resiste a morir y, de una manera u otra, acaba siempre reapareciendo.

 

 

Anterior crítica de cine: “Marte”, de Ridley Scott.

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