Cine: «El hombre de las sombras», de Pascal Laugier

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«Estamos tratando de dilucidar a qué responde la falta de sentido común cuando se trata de enfocar materias de tan sensible ascendencia y que dejan tan poco lugar al debate; como el que afecta al robo de niños»

«El hombre de las sombras»
(«The tall man», Pascal Laugier, 2012)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

 

Se le aparecía la oportunidad a Pascal Laugier, director y guionista de «El hombre de las sombras», de enroscar con una vuelta de tuerca un fantasmagórico relato que sienta sus bases en cuestiones de candente actualidad. Con toda seguridad, el caso español ha podido pasarle inadvertido en el momento de componer esta mamarrachada; sin embargo, estamos todavía tratando de dilucidar a qué responde la falta de sentido común cuando se trata de enfocar materias de tan sensible ascendencia y que dejan tan poco lugar al debate; como el que afecta al robo de niños.

La primera toma de contacto con “El hombre de las sombras” –con la mejor disposición del mundo– puede llevar a nuestro intelecto al deleite de un audaz planteamiento de la versión moderna de lo que aquí conocemos como “hombre del saco”. Como enrevesada versión moderna nos referimos a la adaptación de lo que el folclore norteamericano prefiere estilizar como el “hombre alto”, y que nos coloca en el pellejo del malo, enfocando de esta forma tan bizarra la adopción por apropiación. Instalados en este curioso, y por qué no, interesante punto, llega la sorpresa cuando nos damos cuenta de que la cosa va en serio, pues lo que identificamos como villano resulta ser un alma caritativa de la presunta orfandad. La intriga tiene poca gracia, pues discurre entre el thriller fantástico y el drama social tratando de razonar con disparates.

Además de detentar una nula calidad cinematográfica, “El hombre de las sombras” justifica lo que solo a cuatro bárbaros se les pasa por la cabeza; lleven sotana, casaca castrense o buenas intenciones, como las que ejerce Jessica Biel (Julia Denning). Imposible de tragar, todo un adoquín del Pilar atorado en el gañote.

Ningún cargo de conciencia nos va a detener de desmembrarles el argumento. “El hombre de las sombras” comienza por una brillante decisión expositiva que está muy a la moda: partimos de un flasback que nos ubica en el momento inmediatamente posterior del pico de acción más alto. Por primera vez la policía llega antes que nosotros. Se nos antoja tan interesante saber por qué están todos tan consternados como cual será la próxima alineación del portero del Real Madrid. En fin, es una decisión técnica del cuerpo directivo, así que seguro que es para bien. Continuamos con los planos de contextualización: vemos un pueblo semiabandonado, sin futuro, con borrachos recorriendo las sucias calles y un perro de homicida apariencia mordisqueando con rabia un trozo de algo. Seguidamente la buena de Julia Denning –única enfermera que todavía no se ha marchado a Alemania– ayuda a parir a una adolescente víctima de una presunta violación. Solo hará falta darse una vuelta por la tasca del lugar para percatarse de que este es un pueblo maldito, lleno de paletos, y sobre todo, de parados.

Con este inicio tenemos más que disculpadas las motivaciones que empujarán a la señorita Denning y su “desaparecido” marido –el que fuera médico del único hospital sin privatizar–; compinchados se aprestan a deslocalizar el porvenir de los malnacidos. Lo tienen todo bien montado estos granujillas; ofrecen el niño a una nueva familia, a una pareja que disponga de recursos para embobar al más consentido de los chavales. Todo acaba cuando los planes se van al traste, cuando los rústicos paisanos descubren las maniobras de Julia para sustraerles los retoños. Arrimando el hombro consiguen darle caza sin poder arrancarle el más mínimo apunte del paradero de los niños. La lucha interior de Julia Denning es conmovedora, entre lacrimógenas escenas se pregunta si quizá no obró del todo bien… Ahí queda eso.

Lo que parecía una pasada de rosca a nivel de guión se queda en un desastroso fata morgana producido por un paternalismo escalofriante.  

Anterior entrega de cine: “Rolling Stones. Crossfire hurricane”, de Brett Morgen.

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