Cine: «El espíritu del 45», de Ken Loach

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«El último film de Loach bien podría rubricarse con el anonimato que ostentan las crónicas histórico-audiovisuales emitidas por televisión»

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«El espíritu del 45»
(«The spirit of 45», Ken Loach, 2013)

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

Se inclina el cine de Ken Loach por un resbaladizo estilo que exhibe sin pudor sus afiliaciones ideológicas. A pesar del gran número de fieles detractores, todavía consideramos al director británico esencial para ahuyentar las fuerzas reaccionarias fijadas por el Derecho y la Constitución (sin diferencias en ambos lados del Peñón), breviarios apañados con otro régimen a fin de preservar el mismo pupitre en la misma clase.

Como íbamos diciendo… la defensa del dictamen no ha impedido sin embargo un consecuente matrimonio con la forma. Ésta ha sido la facultad que doctora a Loach como uno de los más grandes cineastas de nuestro tiempo. Sin el bastidor formal y retórico, las tramas de la mayoría de sus films se fatigan, subyugadas al exceso de opinión verbalizada, pues acudimos al cine con más propósitos.

Con “El espíritu del 45” y la elección del documental expositivo clásico se agudiza este parecer. Las debilidades sociopolíticas de su manifiesto prescinden ahora del sentido del humor (ironía y sarcasmo), inclusivo en una filmografía que ofrece un particular (y necesario) vislumbre de las acometidas del capitalismo sobre las comunidades más desfavorecidas.

La linealidad informativa nos permite conocer a través de la intervención directa (testimonios de los implicados y entrevistas a expertos) la lenta adquisición de derechos que permiten superar la Segunda Guerra Mundial con dignidad. Llega la Gorgona de Thatcher y abre las esclusas al neoliberalismo especulativo, ahogando el estado de bienestar y la capacidad de lucha colectiva, entendida esta como esfuerzo o capacidad de reacción a problemas que afectan a un mismo grupo social.

El último film de Loach bien podría rubricarse con el anonimato que ostentan las crónicas histórico-audiovisuales emitidas por televisión (patetismo musical, ausencia de drama que permita estructurar y motivar el ritmo argumental, ausencia de puntos de vista enfrentados, carencia informativa que explique los porqués de la ascensión de Thatcher…). En la pequeña pantalla, la renuncia a la calidad cinematográfica se explica por la lógica necesidad de reconstruir a toda prisa para llenar el depósito de los canales temáticos: platos demasiado racionales y redundantes (uso muy pobre del montaje por contraste), pero muy recomendables para cabecear en la sobremesa. Exculpamos el resbalón acordándonos de Gore Vidal; y es que “una buena acción nunca queda impune”.

Anterior crítica de cine: “Atrapada en la oscuridad”, de Joseph Ruben.

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