Cine: «El ejercicio del poder», de Pierre Schöller

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«El ejercicio del poder’ nos consta como el examen más realista lanzado sobre los parásitos del estado, extrapolable al paisaje hispano si trocamos los huevos con jamón por el chuletón de buey»

«El ejercicio del poder»
(«L’exercice de l’État», Pierre Schöller, 2011)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

 

La primavera la sangre altera. Es el momento que aprovechan los ectoparásitos hematófagos para brincar sobre sus víctimas desde cualquier arbusto. Se agarran a base de cojones, introducen la cabeza en el pellejo y chupan hasta hinchar su abdomen “garrapatesco” del preciado humor bermejo.

Así se aferran a la prenda los políticos, sin excepción, resistentes a todo proceso judicial que les busque las cosquillas. Estos organismos encajan todo tipo de reveses y es que, como las garrapatas, aunque parezca que actúan individualmente, se amparan en el grupo de forma astuta cuando les acecha el infortunio. Predadores no tienen, por lo que se hace difícil capturarlos para investigar su comportamiento individual. Huelga decir que gustan trepar a los escaños más escondidos, adoptando un “perfil bajo” para seguir disfrutando de una estable manutención. Con estas estrategias de supervivencia no es de extrañar que hayan colonizado todo tipo de regiones. A pesar de que se detecta un sustancial perfeccionamiento de la raza en latitudes meridionales, pueden desarrollar su ciclo vital con total normalidad en nichos ecológicos supuestamente hostiles.

“El ejercicio del poder” viene a dar universal réplica al mundo de los temidos ácaros, filtrándose en los rincones menos accesibles como eficiente insecticida. Quedan definidas las cabriolas en las tomas de decisiones, desvestidos los trapos de las marionetas y desarbolados los trampantojos de los que penden. El nuevo film de Pierre Schöller urde un guion a modo de tela de araña que atrapa el carisma del político con subtramas aparentemente triviales, pero especialmente efectivas para dar solidez al tronco principal de la película. Las entradas y salidas de la trama principal son necesarias para que cada uno de los individuos se autorretraten con naturalidad. No se culpa al despotismo o la falta de integridad; estos personajes patológicamente son así. Se trata de conductas tan corrientes que, digámoslo de esta manera, responde a prácticas biológicas que les exculpa.

La puesta en escena es exquisitamente solvente, lo suficientemente pulida para extraer el máximo rendimiento de cada intérprete, afinada para que la película ascienda como objeto de estudio de cada facultad de ciencias políticas, sin caer en artificios pretenciosos ni en bravuconadas propagandísticas.

“El ejercicio del poder” nos consta como el examen más realista lanzado sobre los parásitos del estado, extrapolable al paisaje hispano si trocamos los huevos con jamón por el chuletón de buey. Nuestros representantes tienen el paladar más fino que los galos cuando pagamos los demás.

Anterior entrega de Cine: “Tierra prometida”, de Gus Van Sant.

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