Cine: «El amor no es lo que era», de Gabriel Ochoa

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«Está hecha con tanta corrección como buenas intenciones, lo que no impide sus marcadas luchas internas»

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«El amor no es lo que era»
(Gabriel Ochoa, 2014)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

Que un largometraje valenciano se estrene ya no es solo un mérito, sino algo casi insólito y un triunfo de los que pocos quedan en una comunidad donde la cultura es arrinconada sistemáticamente. Que «El amor no es lo que era» no es la película que uno desearía como puñetazo en la mesa sobre la pírrica producción audiovisual local no debería empañar su victoria en medio de la nada. Romance a tres bandas en tres etapas de la vida representadas en tres etapas distintas, la ópera prima de Gabriel Ochoa pone el énfasis en manidas reflexiones en voz alta sobre la naturaleza del amor, trazada en parábolas, líneas paralelas y secantes que asiduamente recorren el plano. Ese leitmotiv visual no tarda en dar señales de agotamiento en medio de una narración que da vueltas sobre sí misma al tiempo que da vueltas sobre las avenidas de la ciudad de Valencia.

Curiosamente, de su problema también nace su virtud: el aparente inmovilismo que impregna el relato da pie a un entregado ejercicio de observación de los pequeños gestos, palabras y actos en los que el amor nace, se apaga, reaparece o se resiste a desaparecer. Toda la película en sí parece una cruzada en busca de la naturalidad que de vez en cuando da sus frutos. El sexo reencontrado a partir de una herida, los coros a una vieja canción de casete o las alegrías y decepciones de una adolescente amenazada por el glaucoma son muestras de un director comprometido con exprimir lo mejor de sus actores, y de unos actores capaces de alcanzar la quimérica espontaneidad. No siempre es así. Frente a esos momentos llenos de intensidad, felicidad y amargura hay otros que buscan serlo solo para verse impedidos por el tono recitativo y la necesidad del quiebro dramático. Dicho de otra manera, hay más cine en los silencios no descifrados de la pareja interpretada por Alberto San Juan y Blanca Romero o en el cariño profesado entre los viejos amantes encarnados por Carlos Álvarez Novoa y Petra Martínez, que en la llamada al destino en un accidente de tráfico o en la conversación entre dos viejos amigos erosionados por el matrimonio y la madurez.

«El amor no es lo que era» está hecha con tanta corrección –una impecable dirección de fotografía de Gabriel Guerra que solo falla al buscar la mirada alleniana a la ciudad desde una azotea– como buenas intenciones, lo que no impide sus marcadas luchas internas: la atonía general frente a los destellos de talento, la interpretación espontánea frente a la impostada, la prescindible voz en off frente a las palabras silenciadas. En cualquier caso, un pulso consigo misma nunca tan fatigoso como el que tendrá que mantener con las leyes de la distribución para ganarse un hueco significativo en la cartelera.

Anterior crítica de cine: “El hombre más buscado”, de Anton Corbijn.

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