Cine: “Dope”, de Rick Famuyiwa

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“La acumulación de lugares comunes, por más que se exhiba con nervio visual, no deja de resultar agotadoramente pueril, un mal borrador que ni siquiera se plantea la coherencia de los medios para llegar a su mensaje, y que habría descartado un Spike Lee en las fases primerizas de su trayectoria militante”

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“Dope”
Rick Famuyiwa, 2015

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

En la olvidable “La boda de mi familia” (“Our family wedding”, 2010) el director de origen nigeriano Rick Famuyiwa tomaba todos los tópicos de la comedia pre-nupcial y se limitaba a convertirlos a la cuestión racial. Los pobres resultados de aquella comedia romántica hacían notar la ansiedad de un cineasta con vocación por conjugar el tema, pero incapacidad de hacerlo en profundidad. “Dope” era probablemente una mejor oportunidad para intentarlo con mayor ahínco e inteligencia, una suerte de aspirante a “Pulp fiction” (Quentin Tarantino, 1994) reducida al universo juvenil, con un puñado de adolescentes abriéndose paso y por accidente en el caótico mundo del narcotráfico. Apadrinada por Pharrell Williams desde la producción ejecutiva y aplaudida en el Festival de Sundance, todo en ella parece pensado para simular la frescura y desparpajo de los que precisamente carece bajo su briosa forma. Lo que esconde esa fachada cool y superflua superpoblada de referencias pop, gratuitos congelados de la imagen y pantallas múltiples de la experiencia social en Internet, es un pobre discurso en torno a la integración racial que, como bien ha señalado Armond White, se encarga de asumir todos los estereotipos de la peor tradición del cine racial y vindicativo: familias monoparentales, un joven académicamente brillante en un entorno violento y guetificado, amigos escasos e inadaptados –entre ellos una mejor amiga lesbiana−, interrelaciones naturales con la comunidad latina y una chica deseada y disputada por el mismísimo cabeza del narcotráfico de la zona.

La acumulación de lugares comunes, por más que se exhiba con nervio visual, no deja de resultar agotadoramente pueril, un mal borrador que ni siquiera se plantea la coherencia de los medios para llegar a su mensaje, y que habría descartado un Spike Lee en las fases primerizas de su trayectoria militante. Lo peor, sin embargo, es su vergonzoso empecinamiento en apelar al espectador como parte responsable de la pervivencia del prejuicio racial. Su ruptura final, en extremo banal, de la cuarta pared para echar en cara sin antes interrogarse a sí misma.

 

 

 

Anterior crítica de cine: “The salvation”, de Kristian Levring.

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