Cine: «Diplomacia», de Volker Schlöndorff

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«La película de Schlöndorff resulta fugazmente efectiva y disfrutable en concordancia con sus modestas intenciones»

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«Diplomacia»
(«Diplomatie», Volker Schlöndorff, 2014)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

El 27 de octubre de 1962, el submarino nuclear soviético B-59 se hallaba frente a las costas de Cuba. Hacía días que la nave no tenía comunicación con Moscú, y en la superficie el USS Randolph lanzaba cargas de profundidad para forzar al submarino a emerger para su identificación. En ese contexto, los tripulantes del B-59 creían que la guerra nuclear no era inminente, sino que había empezado ya. Una reunión entre los tres rangos superiores debía confirmar el lanzamiento de uno de los misiles. De ellos, solo el segundo al mando Vasili Arkhipov se opuso, y finalmente consiguió persuadir a los otros dos oficiales de no ejecutar la acción.

La Historia está llena de episodios mínimos que configuraron su rumbo de manera imprevisible, personajes anónimos que sin ocupar la primera fila del relato mediaron para que esta no desembocara en caminos más destructivos e incluso apocalípticos. Del mismo modo que Vasili Arkhipov probablemente evitó un holocausto nuclear con la palabra, el diplomático sueco Raoul Nordling evitó una destrucción de París tras la cual el mapa geopolítico y moral europeo hubiera sido distinto. La fascinación por ese proceso de disuasión al gobernador militar de París Dietrich von Choltitz es lo que mueve «Diplomacia», título de desarmante sencillez como lo son también sus presupuestos y su ejecución. El alemán Volker Schlöndorff ha firmado una obra de cámara precisa en su medida –apenas ochenta minutos de duración– y en los diálogos que construyen un discurso. Este, explícito en boca de André Dussollier, no es otro que el alegato humanista para cesar un acto de guerra ya sin sentido, y la declaración de amor hacia la capital francesa, que debe ser salvada para disfrute de posteriores generaciones. En el proceso se contemplan intercambios sobre la proporcionalidad bélica, impresiones sobre los límites pertinentes de la obediencia militar y certezas y resistencias en torno a la idea de la decadencia del imperio nazi.

«Diplomacia» conserva su origen teatral en el relato y lo salpica de imágenes de los últimos combates en las calles parisinas en escenas que bien podrían invocar el segmento de Florencia en «Paisà» (Roberto Rossellini, 1946). Seguramente no exhibe la profundidad y riqueza metafísica de «Rumores de guerra» (The Fog of War, Errol Morris, 2003) a la hora de desplegar sus temas, y la química entre Dussollier y Niels Arestrup, aunque sobrada de tablas, no permite trascender sus roles de interlocutores para adentrarse en los recovecos psicológicos y morales de los respectivos personajes. Con todo, la película de Schlöndorff resulta fugazmente efectiva y disfrutable en concordancia con sus modestas intenciones.

Anterior crítica de cine: “Interstellar”, de Christopher Nolan.

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