Cine: «Amanece en Edimburgo», de Dexter Fletcher

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«En lo musical, la película es incapaz de mostrar un ápice de creatividad y/o conciencia de su marco genérico»

Amanece-en-edimburgo-23-06-14

«Amanece en Edimburgo»
(«Sunshine on Leith», Dexter Fletcher, 2013)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

En 2007, Stephen Greenhorn creaba el musical «Sunshine on Leith» a partir de varios de los éxitos de The Proclaimers y con el nombre de uno de sus discos. Estrenado en la Escocia natal de los gemelos Charlie y Craig Reid, no deberían extrañarnos estas reconversiones pop en el contexto de una escena teatral británica gustosa de todo tipo de adaptaciones, por improbables que estas puedan parecer. Lo que sí resulta más insólito es que este espectáculo de particular genoma vea el salto a la pantalla en forma de musical cinematográfico. «Amanece en Edimburgo» es esa última y decepcionante parada, una película concebida para contagiar de buenrollismo, pero incapaz de articular con eficiencia ninguno de los códigos genéricos que maneja: ni su hilo dramático en torno a las relaciones personales de sus protagonistas, ni el trauma bélico como telón de fondo ni su desempeño musical sobresalen en un producto de vocación populista y escasísima fuerza.

En lo primero, las historias cruzadas de los personajes dejan desde el minuto uno una sensación a «déjà vu» que no se desvanecerá durante el resto del metraje –la infidelidad no confesada, el retorno del hijo pródigo, los enamorados con deseos divergentes cara al futuro–. En lo segundo, la guerra apenas es tratada como un mero accidente que sirve de prólogo y cuyas consecuencias psicológicas o emocionales son minimizadas –al contrario, por ejemplo, que en la estimable «Hair» (Milos Forman, 1979) –. Y en lo musical, la película es incapaz de mostrar un ápice de creatividad y/o conciencia de su marco genérico: los números se suceden sin inventiva visual ni carisma, algo que sí compensaba el apelmazamiento narrativo en «Across the universe» (Julie Taymor, 2007). Aquí, sin embargo, el realizador Dexter Fletcher se demuestra completamente ajeno a esa gramática del género y convierte ‘Over and done with’ en un torpe número de pub con una cámara desubicada y ‘I’m gonna be (500 miles)’ en un olvidable «flashmob» final para rubricar el increíble «happy end» colectivo.

Así, lo único rescatable del conjunto acaba siendo un siempre infalible Peter Mullan como estandarte y asimilación de lo escocés y la belleza inefable de las calles, monumentos y rincones de una Edimburgo que merece mejores historias y bailes que estos.

Anterior crítica de cine: “Solo los amantes sobreviven”, de Jim Jarmusch.

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