Cierzo 25 aniversario, de Ángel Petisme

Autor:

DISCOS

«Un disco que debería estar en los punteros de evolución de los cantautores»

 

Ángel Petisme
Cierzo 25 aniversario
Tranvía Verde Ediciones, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Ángel Petisme ha empujado una carrera de cuarenta y cinco años con una pericia musical y poética que nos ha dejado trece discos —más, si contamos compilaciones y directos— plagados de bellísimas canciones, a veces sensuales, a veces pícaras, y siempre moldeadas con una emoción que se transmite desde la primera nota, no han pasado de ser —como proclama su recopilatorio— éxitos secretos. Trece discos que contienen composiciones merecedoras de empapar a oyentes con sensibilidad y elegancia. Entre todos ellos, si hubiera que destacar alguno, nos quedamos con Cierzo, publicado allá por 1997.

En él, Petisme recorre paisajes aragoneses con la forja de quien sabe que defender su tierra es defender al hombre. Es el viejo truco de los buenos escritores —de libros, de canciones—: para hablar del mundo, primero han de pasar por su tierra. Así, los temas más destacados del álbum —que no los mejores— “Donde muere la carretera” y “El tranvía verde”— vuelven a grabarse en la edición conmemorativa del disco, que incluye las trece originales y cinco más de regalo, las dos citadas, dos más que en la época se apartaron del disco y un poema en el que Bob Dylan se sitúa en Aragón y que recita con su impagable voz Josep María Pou. Aparte de un libro y una serie de extras que el lector puede descargar desde el propio disco.

“Donde muere la carretera” es la perfecta canción pop. Con guitarras de querencia americana, va repasando la infancia y la llena de toques nostálgicos y levemente lisérgicos; mientras que “El tranvía verde” discurre como un pasacalles con gotas de los Beatles más circenses, en el que aragoneses ilustres van subiendo a un ómnibus que los devolverá a casa. Esa casa que revisa en “Cierzo”, donde tambores y jotas crean un sueño a la vez real y onírico, porque lo cierto es que si en la primera lectura el marco es Aragón, arañando un poco se ve que Petisme habla de la vida y de sus ilusiones, que tienen que ver con el futuro, que tienen que ver con el pasado.

Ello explica que “El oasis”, que aparentemente es la recreación de la sala de fiestas mítica del barrio de El Gancho —llena en su melodía de guiños populares, también en su letra—, se convierta en un melancólico canto a los sueños juveniles Así pues, no se queda la cosa en el noreste, hay muchas más rodajas de emoción. La hay en el deslumbramiento de la belleza cada 29 de febrero en “Necesito de tu magia”, en el apoyo a los balseros del 93 en “Flores del Cuba”, o en la rockera “Cara de lunes”, donde el lirismo y la ironía tienen también su parte en el retrato costumbrista.

Y hay también sensaciones íntimas, húmedas en el homenaje a Aute —aún muy vivo cuando se escribió— que es “Cuchillos y palabras” o “Nubes veloces”, el insomnio como algodón lírico. Pero si alguna se lleva la palma y el llanto es “Golpes de mar”. A la mínima que se haya tenido una experiencia como la que refleja la letra, las lágrimas se presentan súbitas y ya no se puede desprender uno de ellas.

Las dos canciones nuevas, aunque compuestas en la época del disco, son un complemento ideal y reflejan estas dos direcciones: “Otro Aragón” abre una puerta, como en A través del espejo, de la Alicia de Lewis Carroll, a un país que no regala la felicidad, pero pone las condiciones, y con “Te quiero que pa qué” se asiste al Petisme más pop, capaz de hacer composiciones de consumo inmediato y regusto dulce.

Todo este engarce de canciones —nuevas, viejas, versiones actualizadas— debería ser el homenaje a un disco que representase un icono de los noventa. Un disco que debería estar en los punteros de evolución de los cantautores, que su edición original con un soberbio libro como marco inexcusable. En apenas un mes, Petisme ya ha agotado su primera edición física con el apoyo de una legión, no masiva pero sí muy fiel, de seguidores del artista. Ustedes deciden si quieren seguir perdiéndoselo.

Anterior crítica de discos: Noise & flowers, de Neil Young & Promise Of The Real.

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