«Cazafantasmas», de Paul Feig

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CINE

“Consigue superar la nostalgia mal entendida y colocarse por méritos propios como una de las películas más refrescantes y divertidas de los últimos tiempos”

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“Cazafantasmas” (“Ghostbusters”)
Paul Feig, 2016

 

Texto: HÉCTOR GÓMEZ.

 

En pocas ocasiones hemos asistido a una campaña de desprestigio y escarnio tan virulenta como a la que ha sido sometida una película como “Cazafantasmas” (Paul Feig, 2016), reboot casi maldito del clásico de los 80 (Ivan Reitman, 1984) que llevaba cerca de tres décadas en los cajones de los estudios sin que nadie se atreviera a darle forma. Cuando finalmente se ha podido realizar, el filme ha tenido que luchar contra el doble prejuicio de aquellos que siguen considerando que adaptar una película tan emblemática es un sacrilegio imperdonable y también contra el (admitámoslo) machismo que sigue imperando en nuestra sociedad y que aún hoy sigue pensando que unas mujeres no pueden “cazar fantasmas”. El resultado de todo esto es, por desgracia, patente: el dudoso honor de ser el tráiler más odiado de la historia de YouTube y un previsible fracaso en taquilla que pone en peligro que Sony pueda llevar a cabo la esperada secuela.

 

 

Sin embargo, esta encarnizada campaña contra la película no puede ser más infundada. Porque, vamos a decirlo desde ya, esta versión 2016 es mejor que el original. Y lo es por muchas razones. Por mucho que haya que reconocer sus virtudes, el aura de misticismo que rodea el filme de 1984 enmascara sus muchas carencias. Para empezar, un guion demasiado inclinado al lucimiento de un Bill Murray que llevaba el peso de la película prácticamente sobre sus hombros, y que deslucía enormemente el trabajo de sus brillantes compañeros (un Dan Aykroyd reducido a la mínima expresión y un Harold Ramis sin la vis cómica de sus colegas), o un interés sentimental en el personaje de Sigourney Weaver que resultaba forzado y falto de interés.

Por ello, aunque el “Cazafantasmas” de Paul Feig rinda un homenaje evidente y casi reverencial al filme de Reitman, en forma de cameos y guiños en el argumento y los diálogos, la película compite con este con sus mismas armas, y sale ganando del envite. Las cuatro protagonistas, actrices en estado de gracia que, como Murray y Aykroyd, proceden de la cantera del SNL, dan vida a personajes entrañables, imperfectos, reales. Y hacen una cosa que no es para nada baladí pero que es difícil de ver por culpa de los estereotipos impuestos por el cine de Hollywood: pueden ser tan graciosas como los hombres, pueden ser tan groseras como los hombres, pueden incluso hacer un despliegue de fuerza física para acabar con una amenaza como hacen los hombres. Pero en esta ocasión no necesitan además resultar sexys. El principal mérito de la película es que no se limita a cambiar el sexo de los personajes, sino que dota a sus protagonistas de verdadero empoderamiento, haciendo además un loable ejercicio de inclusión racial, de orientación sexual y de físicos no representativos del canon de belleza.

Y es que el cine de Paul Feig lleva años intentando llamar la atención sobre el papel de las mujeres en la nueva comedia americana, tradicionalmente relegadas al papel de interés sentimental del protagonista masculino. Desde la maravillosa “La boda de mi mejor amiga” (2011), Feig demuestra que ellas son tan capaces de resultar creíbles como personajes centrales, complejos, contradictorios y totalmente libres. Y lo hace gracias a actrices como Kristen Wiig o Melissa McCarthy, auténticos portentos de la comedia que, por desgracia, siempre serán menos reconocidas (también económicamente) que sus colegas masculinos.

 

 

 

En definitiva, “Cazafantasmas” consigue superar la nostalgia mal entendida y colocarse por méritos propios como una de las películas más refrescantes y divertidas de los últimos tiempos. Tiene, además, personajes inolvidables como el secretario buenorro y rematadamente idiota (otra inteligente subversión de los roles de género habituales) interpretado por un Chris Hemsworth a reivindicar como actor de comedia. Y tiene también un equilibrio perfecto entre el humor de trazo grueso y la referencia más sutil. Una comedia con personalidad propia de la que, por mucho que se empeñen en lo contrario, queremos ver una segunda parte.

Anterior crítica de cine: “Mascotas”, de Yarrow Cheney y Chris Renaud.

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