Casa, de Júlia

Autor:

DISCOS

«Siguen doctorándose cum laude en eso de mostrar criaturas tremendamente sensibles a partir de elementos que rezuman universalidad»

 

Júlia
Casa
HIDDEN TRACK RECORDS, 2021

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

Da la sensación de que Estela Tormo y Lídia Vila sentían la necesidad de abandonar aquella estratosfera por la que viajaron, sin freno, con su magnífico Pròxima B (Malatesta Records-Hidden Track Records, 2017), el larga duración que las encumbró y marcó el inicio de esa travesía en busca de los orígenes (no confundir con retorno al pasado). En ese trayecto encontraron en Javier Vicente, Carasueño, el compañero ideal para arar esos surcos mágicos que forjaron uno de los mejores ejemplos de dreampop gestados en la península en muchos años. Con Casa, las alcoyanas superan las expectativas y perduran en ese proceso en busca de la autenticidad. Sin duda, el dúo ha encontrado el equipo perfecto para, de la mano, vislumbrar un horizonte amplio, energético, sentido, verdadero. De hecho, además de Carasueño también repiten Adrià Sempere en la grabación (se añade a las baterías), Víctor Blanes a las guitarras, Javier Roldón en la masterización y todo el equipo responsable del continente (fotografías, diseño de la carpeta), que, sin duda, es tan determinante en el proyecto Júlia como la propia música.

En ese progresivo proceso de aparente simplificación del mensaje, Estela y Lídia siguen doctorándose cum laude en eso de mostrar criaturas tremendamente sensibles y próximas, a partir de elementos que, sin que el oyente apenas repare en esa supuesta paradoja, rezuman ambiciosa universalidad. Nada chirría en un ente vivo que supura autenticidad. Que encuentra en las inconfundibles voces de nuestras protagonistas la excusa perfecta para celebrar, con el resto de la humanidad, esa sensación de buena onda en la que parece mecerse el proyecto.

Magníficas vibraciones evidentes en esa ensoñadora y etérea “Tradicional” con que somos recibidos, antes de penetrar en un espacio cálido, repleto de pequeños detalles apenas perceptibles, perfumado por una ligera brisa que busca depurar todos y cada uno de los rincones. Ventanas abiertas, sensación de liberación. Cuando la fresca y reconfortante “Ut” te brinda el abrazo final, aquel paseo te sabe a poco. En el trascurso, ha habido tiempo para danzar desinhibidos con “Voltors” o “L”, esbozar sonrisas cómplices con las seductoras ambientaciones de “Plom”, reflexionar con las moduladas transiciones de “Flash” y degustar ritmos más terrenales como los de “Càmping” y “Play!”. Hogar, dulce hogar.


Anterior crítica de discos: A common turn, de Anna B Savage.

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