“Campos de colores”, de Incompetencia (The INC)

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DISCOS

“Una continuidad del rock hispano en el que las diversas direcciones encajan en géneros ya bien asentados, potentes y reconocibles”

 

incompetencia-22-05-18

Incompetencia (The INC)
“Campos de colores”
PEANUT RECORDS

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Un destello de colores hiperpop que simula un pin-ball —una máquina del millón, se decía en mi tierra— y dentro las instrucciones para montarla. Esta es la presentación gráfica de este cuarteto valenciano que en sus canciones es mucho más actual y posee más músculo que lo que aparenta este revuelo cromático de cómic años 40.

Sin que sirva más que de curiosidad, en los teclados está Edu Hirschfeld, hijo del que fuera fundador de los uruguayos Mockers, que ya en España se alió con Manolo García en Los Rápidos, estuvo en Nacha Pop y en Gabinete Caligari. Quizás por ello el disco se entienda como una continuidad del rock hispano —no solo penínsular— en que las diversas direcciones encajan en géneros ya bien asentados, potentes y reconocibles.

Enmarcadas por un par de instrumentales, el disco recoge nueve canciones más de diversos aromas. El inicio es ‘Campos de colores’, que juega con sonidos de bolas metálicas es una plástica composición casi de película de acción, acelerada como el Hammond que arrastra el resto de la banda. A partir de aquí rocanrolean con descaro, y lo sabe hacer muy bien. ‘Estrella fugaz’ es un rhythm and blues de cajón cercano a Tequila, en ‘Travelling man’ se le añade una cierta chulería y en ‘Decídete’ —versión de los Mockers— un final psicodélico. Psicodelia que ocupa toda la canción en ‘Un tipo normal’, con la guitarra de Iñaki Uohou de Extremoduro y ese desgarro del doble álbum blanco, y Beatles que vuelven a aparecer en el final a lo ‘Hey Jude’ de Vértigo. La guitarra en este caso es de Ariel Rot.

Los tramos más reposados van de una delicadeza cercana a C.R.A.G. en ‘Aquí ya no’ a la tensión que vive en ‘Decadente’, pasando por el curioso experimento doo-woop —aunque a veces se desvía hacia el terreno circense— que es ‘Baby’. En todas las canciones hay guitarreo sin excesos y se recrean en pequeños solos de cuerdas eléctricas o de teclados que dan hermosos estampados. A la manera británica —hay retazos de Led Zeppelin o The Who o Pink Floyd— saben meterle esa tradición que aquí representa Extremoduro, Fito e incluso Pereza y Leiva.

Anterior crítica de discos: “Pacífico 360”, de Nacho Campillo.

 

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