Burguitos reparte besos

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Burguitos reparte besosEl de Fernando Burgos es un caso que refleja bien a las claras lo que supone trabajar en el pop español desde la periferia: Lleva en esto desde comienzos de los años 80, pero su escasa trascendencia se circunscribe a la ciudad de Valencia y alrededores, donde cuenta con público fiel. Así se demostró hace un par de semanas cuando llenó la sala El Loco en la presentación de su último disco, Por los besos que me das. Álbum que como los dos anteriores (Agotado y Zoológico imaginario) publicados con el nombre de Burguitos –un homenaje al Gran Burguitos, su padre, un cómico local–, Fernando se ha autoeditado y vende en los directos, entre amigos o a través de su web (puedes entrar en ella, escuchar un fragmento de la canción titular, ver algunos de sus dibujos o escribirle un email).

En un mundo razonablemente normal, Burguitos sería un artista de culto con su buen número de seguidores repartidos por todo el país. Pero no es así. Pese a arrastrar una larga experiencia y una discografía sustentadas en proyectos tan interesantes como Combo Potombo, Castafiore Swing o Stilo Gráfico, siempre que se habla de él hay que presentarlo y explicar su condición de maravilloso secreto maldito.

Y es una pena, porque como me decía ese otro genio incomprendido que es Julio Bustamente tras el concierto de presentación de Por los besos que me das: “Burguitos es el mejor, muy grande”. Y vaya si lo es. Sólo hay que escuchar este tercer disco, en el que, como en los dos anteriores, sus canciones con tendencia a lo acústico, se dejan abrazar por unos ritmos étnicos cazados aquí y allá que añaden originalidad y calorcito a temas tan embriagadores como “Un tipo raro”, “Pobre corazón”, “Septiembre” o “Por los besos que me das”. Historias cotidianas –“historias de gente, de gente normal”, canta en “Cañas y barra”–, tratadas con imaginación y salpicadas de pinceladas humorísticas y miradas críticas al mundo que nos rodea, como en esa “Marea negra”, relato de la mierda con la que el supuesto progreso nos hace comulgar: “Vi paseando por la orilla al mismísimo Lucifer (…) Qué absurdo el hombre, / ha perdido la razón, / va hacia su autodestrucción”.

Si no conocen a Burguitos, ustedes se lo pierden.