“Black monk time” (1966), de The Monks

Autor:

OPERACIÓN RESCATE

 

 

“Garaje ‘vintage’ hoy, pura vanguardia entonces. En ese anacronismo es donde reside la magia de este disco”

 

Radiohead, Iggy Pop y Nirvana han admirado públicamente a The Monks. Sara Morales recupera su debut discográfico, el único elepé de estos cinco militares, publicado en 1966.

 

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The Monks
“Black monk time”
Polydor, 1966

 

Texto: SARA MORALES.

 

Nadie supo adelantarse a su tiempo como ellos. Abrir la puerta a un nuevo entendimiento de crear música bajo los parámetros del garaje sesentero, pero en la Alemania de la Guerra Fría, fue todo un reto. Infravalorados en su momento, quizás por extraños de tan novedosos, el paso de los años ha devuelto a estos cinco militares americanos, que se conocieron en la base alemana de Gelnhausen, el lugar que les corresponde en la historia del rock.

Que Radiohead hayan dicho de ellos que «fueron y serán siempre una gran banda», o que Krist Novoselic de Nirvana e Iggy Pop se hayan rendido públicamente a sus artes, son meras ratificaciones del valor que aportaron estos inusuales personajes que, vistiendo sotanas y luciendo coronillas afeitadas de fraile, dieron los primeros pasos del punk ya en los sesenta.

A pesar de sus orígenes yanquis, concluidos ya sus servicios al Ejército apostaron por desarrollar su carrera musical en tierras germanas; de hecho, jamás salieron de aquel país para actuar con alguna de sus giras. Así, en noviembre de 1965, se pusieron en manos del productor Jimmy Bowien para dar vida en Colonia a su álbum debut, «Black monk time», compuesto por doce temas insultantes, incendiarios y dementes. Un guantazo en toda la cara al beat británico que copaba las ondas radiofónicas de aquellos días y al que ellos venían dispuestos a hacer frente.

Su imagen provocadora -en ocasiones también aderezada con una soga al cuello-, sus letras radicales -no tanto en contenido político como en apelaciones directas al comportamiento humano y social- y sus distorsiones imposibles, obligaron a los habitantes de la década a dirigir la mirada hacia ellos. Muchos les negaron, otros tantos tomaron nota, pero lo que es incuestionable es que fueron The Monks con este disco los que dieron pie al escrutinio del rock de aquellos días, para que el mundo comenzara a cuestionarse sus bases y abriera la mente a todo lo que estaba por llegar.

Una guitarra, la de Gary Burger, también voz principal; un bajo, el de Eddie Shaw; unos teclados, los de Larry Clark; una batería, la de Roger Johnston y, por último y piedra angular de su sonido, el banjo eléctrico de Dave Day. Este fue el engranaje de los cinco monjes para dar vida a composiciones narcóticas como ‘Shut up’ donde a coros repiten aquello de “¡Cállate, no llores!” o la legendaria y rabiosa ‘Monk time’, con la que abren el álbum.

 

 

Garaje «vintage» hoy, pura vanguardia entonces. Y es justo ahí, en ese anacronismo, donde reside la magia de este disco. Vocales desgarradas y canallas, comunión de instrumentos del rock tradicional con elementos como el mítico banjo o un órgano. Modernidad compositiva en melodía y armonía, y un particular guiño al folclore teutónico en temas como ‘Boys are boys and girls are choice’ y ‘Drunken Maria’. Lo tenían todo para alborotar los hábitos y costumbres de la cultura «sixtie», algo que comenzaron a hacer por los cuarteles en los ratos de ocio y terminó llegando a todo el mundo, aunque con unos cuantos años de retraso.

 

 

‘Complication’ fue elegida como single de adelanto, lanzada en mayo de 1965, cuando todavía no habían grabado el resto de temas del álbum que verían la luz en conjunto ya en marzo de un año después. Un tema convertido en el latido de los pasos del Ejército que termina desbocándose en una arrolladora fiesta sónica entre distorsiones y pop de guateque customizado. Las experiencias de una vida estricta como la que ellos tuvieron, unidas a los deseos de desfogue y desenfreno, dieron como resultado la música de estos bastardos que sembraron el precedente del punk rock cuando todavía se peinaban calvas en lugar de crestas.

 

 

 

Anterior entrega de Operación rescate: “Sign of the times” (1987), de Prince.  

 

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