Better hurry up, de Caleb Caudle

Autor:

DISCOS

«Unas canciones definitivamente magníficas»

 

Caleb Caudle
Better hurry up
ROUGH TRADE, 2020

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Hace tiempo, mucho tiempo, que sigo a Caleb Caudle. No se la razón, pero desde el momento en que las canciones de este músico de Carolina del Norte cayeron en mis manos —o mejor dicho llegaron a mis oídos—, la sensación de que estaba destinado a hacer algo grande se me metió bajo la piel. Y digo que ignoro las razones porque debo reconocer que sus trabajos anteriores, estando muy bien, no se destacaban en exceso de los muchos buenos álbumes del rock norteamericano cercano a las raíces que se publican cada año. Eran discos cargados de canciones que siempre superaban el notable, algunas fácilmente destacables como excelentes, pero pocas al nivel, y menos en conjunto, que atesoran las incluidas en este ya su octavo trabajo. Un disco que se ha encargado de producir John Jackson, miembro de los Jayhawks, y que se ha grabado íntegramente en Cash Cabin, la antigua casa de Johnny Cash en Hendersonville, que en la década de los noventa fue transformada en estudio de grabación.

Para empezar, la lista de colaboraciones que aparecen en el disco es realmente impactante. Eso sí, en contra de lo que sucede en otros trabajos, que adolecen del exceso de nombres complementarios, nunca ofuscan el protagonismo de Caudle y unas canciones de las que hablaremos rápidamente. Antes, eso sí, toca destacar la aparición de nombres como los de Gary Louris —previsible viendo quien produce—; John Paul White, autor de uno de los mejores discos del pasado 2019 y que se acredita como coautor de hasta cuatro de las canciones aquí incluidas; la nueva gran realidad del country femenino, Courtney Marie Andrews, o la siempre espléndida Elizabeth Cook, entre muchísimos otros.

Pero poco o nada de eso tendría valor si no nos encontráramos con unas canciones definitivamente magníficas. Para arrancar, el tema que da título al disco, con la citada Cook — que luego repetirá— apoyando en las voces nos pone en situación. Aunque rápidamente, y a pesar de ser una grandísima canción, quedará olvidada por la grandeza de “Call it a day”, la mejor del conjunto. Simplemente perfecta. Impagable. Todo parece estar en su sitio en ella. Adictivas estrofas, un estribillo insuperable. De esas que te obligan a darle al repeat constante en tu equipo, o a alzar la aguja una y otra vez en tu plato para poder repetir su escucha. Hipnótica. Que con una canción como esa el resto del disco mantenga el interés lo dice todo.

 

 

“Regular Riot”, con la presencia de Gary Loris recuerda evidentemente a los Jayhawks, cómo no, mientras “Dirty countain” demuestra que Caudle domina a la perfección los tiempos más lentos del country y “Let’s get” que The Band son una de sus grandes referencias. “Monte Carlo” es mi otra favorita junto a “Call it a day”. Casi cuatro minutos marcados por una clásica guitarra de rock norteamericano que me remiten a los tiempos del Human Wheels de John Mellencamp. Con “Feelin’ free” vuelve el olor a vaca, y “Reach down” muestra el interés de su autor en investigar nuevos sonidos que completan su aroma siempre clásico. “Front porch” es la relajante entrada al final de un disco que se cierra manteniendo el nivel con la soulera “Wait a minute” y la acústica “Bigger oceans”. Lo apuntado. No se puede calificar lo oído de otra manera que no parezca una hipérbole. Pero es que es muy, muy bueno.

 

Anterior crítica de discos: Rejoice, de Tonny Allen y Hugh Masekela.

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