Belorizonte, de Pablo Lesuit

Autor:

DISCOS

«Un disco que son dos discos. Ambos de calidad, ambos de corazón»

 

Pablo Lesuit
Belorizonte
ESMERARTE, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Pablo Lesuit nació en Galicia, pero por su música parece haberse criado con aires andinos. Tiene su explicación. Tras su primer disco hace una pequeña gira por Uruguay y Argentina. Allí recibe golpes de admiración diario y decide cancelar la grabación de su nuevo disco, que le esperaba al volver a España. Ya ni vuelve. Se dedica, con una guitarra, un ordenador y un micrófono, a grabar con cualquier músico que encuentre en el camino. No fue un paseíto, no; estuvo allí dos años.

Ello explica la dirección viajera y popular de parte de las canciones. De hecho, el disco es un combinado de dos partes y una coda final. La primera de ellas es la americana, cantes de ida y vuelta como “Hojas del campo”, en la que está toda la fragancia y dejadez que evoca la selva, los ríos caudalosos que se depuran en los filtros sentimentales de la canción. Hojas que van y vienen, por caminos insospechados, como le ocurrió a su autor. “Cuerpos” tiene alma de vallenato y flautas andinas y poco a poco va tomando impulso hasta la exaltación de sentirse parte de cada hoja, de cada brizna de hierba. Va más allá: se sostiene con guitarras y percusiones que huelen a África, al origen, sin salir de las noches, de la naturaleza, como la cumbia que es, precisamente “La noche”. En definitiva, ritmos andinos manejados por guitarrazos eléctricos y sintetizadores, combinados con instrumentos de allá.

La otra parte es la eléctrica, más convencional. Ahí destacan “Qué será de mí”, una balada canónica de levedad sentimental y voz que se clava en la emoción. También balada es “La luz que no alumbra” —con la voz de Esmeralda Escalante, de Aínda Dúo— y ejercicio de electricidad “Crónicos”, con todo el aire de Jorge Drexler, su mentor. Todas ellas afines al sonido que se suele llevar en nuestros días.

Pero aún falta la coda final. “Adiós” es una emocionante despedida que engloba las dos partes. Una voz y una acústica que, de repente, se abren a sonidos líquidos, a coros, a la libertad de encajar canciones en los cauces del otro lado del Atlántico. Está con él en la canción Eladio Santos, otro vigués, de Eladio y los Seres Queridos, lo cual siempre es un bonito plus. En definitiva, un disco que son dos discos. Cuatro canciones de un registro que bebe de lo que antes se llamaba «allende los mares» y cuatro más del pop establecido; ambos de calidad, ambos de corazón.

Anterior crítica de discos: Lo que te falta, de Soleá Morente.

 

 

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