LIBROS
«Presta atención a las anécdotas, reflexiones y circunstancias que han hecho de este disco una obra clave en la historia del rock en español»

Carlos H. Vázquez
Avalancha. Los demonios de la memoria de Héroes del Silencio
EFE EME, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
Hay veces en que la disolución de un grupo, sea esta ruptura progresiva o inmediata y explosiva, por extrañas razones, coincide con su mejor disco. No sé si es el caso de Avalancha porque, aunque la ruptura de Héroes del Silencio está latente en él, los cuatro discos del grupo zaragozano son el mejor disco de su carrera. Algunos por frescura, otros por originalidad o por imaginación, en todos los trabajos hay algo que hace que brillen con focos imprevistos y diferentes.
A este disco va dedicado el número 17 de la Colección Efe Eme, Avalancha. Los demonios de la memoria de Héroes del Silencio, en el que Carlos H. Vázquez hace un repaso exhaustivo del germen, la gestación y el resultado final del disco, en paralelo a las fricciones en el grupo —calladas, pero poco a poco invasivas— que llevan a su separación. Poco amistosa, hay que señalar.
Hay una tercera pata, aparte del disco y el grupo. En la introducción, Vázquez, habla de la importancia que para él tuvo Avalancha, que conoció a los diez años por la narración emocional de un primo suyo. Cuando lo compró, ya formaba parte de su piel. A partir de este momento, y tras el elenco, se abre una obra que en treinta capítulos va dedicando su desarrollo al proceso concreto del disco, construido uno a uno por declaraciones exclusivas para el libro y textos de hemeroteca.
El primero se dedica a la gira de presentación del álbum anterior, El espíritu del vino, y, ligada a ella, la preparación para el cuarto, el Avalancha que aquí se estudia. El grupo siempre lo hacía así, sin pausas y con más presión. En esta ocasión, acuden para componerlo y prepararlo a un paraíso, un pueblo oscense, Benasque, cercano a los Pirineos, les ofreció un marco de tranquilidad idílica para que pudieran trabajar obviando esa presión. Allí encontraron la paz que necesitaban.
Las maquetas que surgieron, por tanto, cuentan con temas optimistas, positivos, con los que acuden a Londres para desarrollar el conjunto del disco. Acuden vacíos, eso sí, se han quedado sin mánager y sin productor, pero pronto encuentran a Bob Ezrin, que había producido a Pink Floyd o Lou Reed, con el que se entienden de maravilla y con el que van a grabar a Los Ángeles. Héroes del Silencio es un grupo de ventas seguras y de conciertos multitudinarios, así que tienen carta blanca para escoger lo mejor para ellos.
Los acompaña, en la grabación y en los conciertos, un nuevo instrumentista, Alan Boguslavsky, para apoyar un poco la guitarra de Juan Valdivia, que de aquellas comienza a tener problemas físicos. Con Alan aparece uno de los puntos oscuros. Es componente del grupo, pero no oficial, puesto que no participa en las decisiones colectivas, ni se le reconoce la participación en las canciones, ni siquiera aparece en la portada.
Hay también un capítulo dedicado a cada canción, e incluso a las que no fueron incluidas y, si se atiende bien, en algunas de ellas se adivina el proceso de descomposición en marcha, que se acrecentará con la gira europea de septiembre a diciembre de 1995.
El análisis es completísimo. Aborda asimismo opiniones de fans que asistieron a sus conciertos, groupies —sobre esto no se ha podido demostrar nada—, piratas y coleccionismo, fanzines dedicados a ellos y su paso por Hispanoamérica y por Estados Unidos, incluido el aciago día en que hicieron de teloneros de Iron Maiden y su último concierto, en Los Ángeles.
Una áspera despedida que no quita que este su postrero álbum esté lleno de grandes y potentes canciones, que este libro, con las voces de los protagonistas, analiza detalladamente, prestando atención a las anécdotas, reflexiones y circunstancias que han hecho de Avalancha una obra clave en la historia del rock en español.
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Anterior crítica de libros: Olvidadas, de Bernard Minier.



















