Atlas de fronteras insólitas, de Zoran Nikolic

Autor:

LIBROS

«El libro consigue el deseo más ferviente del amante de los mapas: explorarlos en la realidad»

 

Zoran Nikolic
Atlas de fronteras insólitas
GEOPLANETA, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Existen dos tipos de personas: aquellas a las que les gustan los mapas y aquellas a los que no le provocan ningún interés especial. Lo de este cronista con ellos es fascinación; en especial, la disposición de las fronteras. Las fronteras son ejemplo de lo que está y a la vez no está. En la mayor parte del mundo no son perceptibles, no se ven —y si se ven es que algo anda bastante mal—, pero marcan la vida de todos y cada uno de los humanos. A ellas, a las más especiales, estrambóticas, insospechadas, se dedica este atlas.

No es un atlas al uso. Más bien un ensayo en forma de fichas que va estudiando cada una de estas lindes, su origen, su historia, su extravagancia. Y, en primer lugar, los enclaves. Un enclave es un territorio que pertenece a un país, pero está rodeado completamente por otro diferente. Ello hace que se llegue, por reducción, al absurdo; que haya casas en el mundo que no pertenecen a ningún país. En la localidad de Baarle la situación es ya demencial: estás cambiando de país a cada paso; ahora Holanda, ahora Bélgica. El régimen fiscal de una u otra hace, en esta pequeña localidad, que a veces se abra una puerta de entrada dos metros más allá de la original para cambiar de país. Este estado de cosas en Chipre pasa de ser demencial a ser peligroso.

España aparece en el libro con tres o cuatro curiosidades: Llivia, la Isla de los Faisanes y el tramo fronterizo más corto del mundo: 85 metros con Marruecos en el Peñón de Vélez de la Gomera. No aparecen, eso sí, ciudades, que abundan en curiosidades en el resto del mundo. Las ciudades fantasmas, por ejemplo, comidas por la arena, abandonadas… O el asunto de las capitales. Ni París es la capital de Francia, ni Lisboa de Portugal. Cierto es que la representación política se encuentra en ellas, pero ningún documento oficial lo proclama.

En sus doscientas cincuenta páginas hay espacio para que se convierta casi en una enciclopedia de lo extraordinario. Holanda y Francia comparten frontera terrestre, pero no en Europa, claro; hay islas separadas por cuatro kilómetros en las que siempre son días diferentes; ¿qué pasa con esas tribus humanas que aún viven en la edad de piedra y no quieren ningún contacto con la civilización? De todo ello se encarga este libro, de lectura amena y muy entretenida al que, si se le tuviera que sacar alguna tacha, sería el esquematismo de los mapas. El amante de ellos no precisa cuatro líneas, precisa detalles, fotos, 3D; así que va a tener que leerlo con un ordenador al lado y una pantalla con buena resolución. Así el libro consigue el deseo más ferviente del amante de los mapas: explorarlos en la realidad.

Anteriror crítica de libros: La tierra de las mil danzas. Los grandes del soul</i>, de Luis Lapuente.

 

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