Ariel Rot: El tiempo que pasa y el rock que queda (primera parte)

Autor:

«Este es un disco de rock, con tensión, con guitarras, con inmediatez, con estribillos y creo que también con humor y con otro poco de mala leche»

«Solo Rot» es el nuevo disco de Ariel Rot, que mañana se pone a la venta, el octavo de estudio del ex Tequila, ex Rodríguez y una de las figuras esenciales del rock español. Un título que lo dice todo: Si es es solo Rot, es que es puro rock. Con él conversamos en una entrevista en dos entregas.


Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos: THOMAS CANET.


Son los días previos al cincuenta cumpleaños de Ariel Rot –hoy mismo, cuando se publique esta entrevista–, y en lugar de hablar de alegrías, comenzamos haciéndolo de «la pena», de esa brutal crisis que azota al sector musical, con la venta de discos en mínimos insostenibles, con la contratación en directo completamente desaparecida. Así se nos van quince minutos, dándole vueltas a algo que como alguien no ponga remedio acabará por imposibilitar la salida de nuevas grabaciones en el futuro. Los tiempos, ciertamente, están duros, pero Ariel suele ser optimista: «Sí, lo soy, aunque todo esto me recuerda a los malos tiempos de la Argentina. Pero si he aguantado todos estos años, en los que me ha llovido de todo, esto no nos va a matar tampoco. Dicen que las crisis también provocan reacciones… Soy optimista».

De todos modos, hemos quedado para hablar de «Solo Rot», su nuevo disco, el octavo en estudio –dejemos al margen de este cómputo, directos y rarezas– de su carrera en solitario. Un trabajo que también se podría llamar «Puro Rot» pues es eso: un álbum con su sello personal, plagado de excelentes canciones en las que el rock se encuentra con la elegancia natural con la que Rot escribe e interpreta.

 

Cuando escuché el disco por primera vez me llevé una buena alegría, porque necesitaba, desde hacía meses, un disco así, un disco con actitud de rock, no necesariamente rockero, pero sí claramente rock.
Creo que sí, que es un disco con tensión, con guitarras, con inmediatez, con estribillos y creo que también con humor y con otro poco de mala leche.

Aunque, como suele ser habitual en ti, el disco es como un muestrario de los diferentes géneros en los que sueles moverte: baladas, rock latino, rock fuerte, algo de jazz… ¿Buscas hacer los discos de una determinada manera o sólo son colecciones de canciones que salen así?

La verdad es que es una forma de funcionar más que un planteamiento, se ve que cuando toco un género, la siguiente canción me pide que sea de otra manera, a veces me jode, porque me gustaría hacer discos más homogéneos o más conceptuales. El sonido sí que lo homogeniza, pero en cuanto a géneros, me resulta imposible ceñirme a uno, imagino que el factor sorpresa y ese cambio es lo que me estimula y al final queda un poco, como, en cierto modo, un muestrario de todos los palos que siempre he tocado, el swing, el tema latino… Pero creo que, más allá de géneros, siempre hay canción, siempre hay una canción detrás y un estilo, porque a pesar de que coquetee con diferentes géneros, nunca los trato de una manera ortodoxa, siempre me acerco a ellos desde el rock.

De hecho, ya te digo, a mí la actitud de este disco me parece plenamente rock, incluso más que en los álbumes precedentes. ¿Quizás, como apuntas, es por el sonido?
Creo que sí, pero también por la composición. Pero fue también una especie de viaje, con «Lo siento, Frank» es cuando más me alejé, cuando más probé otras cosas que probablemente era necesario probar. Ahora también ha tenido que ver la gira de Tequila, sí, como que recuperé esa cosa un poco frenética, un poco tensa. Recuperé esa sensación y después la plasmé en el disco.

¿Quizás en las guitarras se nota más eso, el rock intenso de Tequila?
Sí, pero es que la instrumentación es muy básica en este disco, son guitarras, bajo, batería, algunos teclados, muchos tocados por mí, y coros. No hay mucho más que eso.

¿Las grabaciones básicas, las iniciales, las realizaste tú junto a Pete Thomas y un bajista? ¿Cómo fue?
Mientras estaba preparando las demos en mi estudio, en un momento me dieron ganas de tocarlo todo yo, pero luego me pareció que estar solo con Pete iba a resultar algo árido.

¿Y eso?
Bueno… sólo dos tíos… como un poco tristón. Luego, aparte, a nivel musical se puede grabar una canción con una guitarra y una batería y arrancar desde eso –de hecho, muchos temas de los Stones, a lo mejor, están grabados así–, pero, un disco entero así, se me hacía cuesta arriba, y en un momento dado empecé a dudar. Entonces, pensé, bueno, voy a tocar yo el bajo en algunos temas, para otros llamo a Candy [Caramelo] y para otros llamo a Mac [Hernández]. Les asigné los temas que veía más apropiados para cada uno de ellos. Cuando arrancas un disco con Pete Thomas el camino se hace muy agradable.

Es la tercera vez que grabas con Pete Thomas, ¿qué te ofrece, qué es lo que tiene de especial?
Es un batería galáctico. Hay baterías muy buenos, pero él está en una categoría superior, es galáctico. ¿Qué te ofrece? Te ofrece sonido, creatividad, inspiración, seguridad e, incluso, ideas de producción. Él está ahí y las ideas van surgiendo, es muy impresionante tocar con ese tipo. En algún momento pensé que toqué con muchos músicos, y muy buenos, y fíjate que siempre se hacen los chistes sobre los baterías, pero creo que con el mejor músico que toqué fue con Pete Thomas. Tiene un concepto, una manera de facilitar las cosas, de encararlas y hacerlas sencillas, pero al mismo tiempo hay una sutileza, un manejo del juego, el groove… De verdad que fueron unos días maravillosos, aparte por todo lo que veníamoss hablando, Pete también nota todo esto y está haciendo discos en Los Ángeles en un día, en dos días, los discos de Costello se graban en cuatro días, y punto. Y para discos más profesionales, llega, le dicen lo que quieren, y graba en una toma.

Contigo creo que estuvo una semana de grabación.
Ocho días, y la verdad es que al quinto día ya lo habíamos grabado todo. Fue muy liviano todo, en ningún momento nos enquistamos, incluso fue bonito buscarle la vuelta a algunos temas que estaban menos resueltos en la maqueta, por ejemplo a ‘Papi, dame la mano’, que es un tema en el que hubo que hacer todo un trabajo de investigación hasta que finalmente encontramos un nexo entre lo latino y lo británico, y me parece que quedó muy gracioso, los «fills» que hace él parecen de los Attracions y sin embargo el ritmo, bueno, no tiene nada que ver. Aun así, nos quedaron unos días libres e hicimos percusiones, algunas locuras, él es muy dado a la investigación, le encanta esa manera de trabajar como de la inteligencia británica del pop.

¿Previamente le habías enviado las maquetas?
Sí, le mandé las maquetas y él vino con sus apuntes. Porque, por otro lado, es muy organizado, es bastante metódico, lo trae todo muy escuchado, muy planificado, muy estudiado, digamos que hace la tarea antes de venir. Y luego, en el estudio, siempre acepta nuevos retos. La verdad es que lo que te deja ya son como los cimientos para que después puedas construir con mucha alegría sobre eso.

¿Disfruta en el estudio o se lo toma en plan «profesional»?
Se lo pasa increíble, pero es más todavía, es un tipo que tiene cierta adicción. Aparte del hecho de que él era el único guiri en esta grabación, pero estaba como muy encerrado en su batería todo el tiempo. Nosotros terminábamos de comer y él ya había terminado, se bajaba y empezaba a tocar el tema solo. Pete da mucho para hablar de música, aparte, su trayectoria, sus anécdotas, sus historias, ¡y su humor! Es un tipo brillante.

¿Viaja con su propia batería?
No, ya no, pero le conseguimos todo lo que pidió. Pero, la primera vez que grabé con él en Dumanoir [para el disco «Hablando Solo», 1997], que eran tiempos en los que íbamos sobrados, se trajo varias baterías. Montó dos sets de baterías distintos, una enorme. Pero ahora se adapta y con lo que tiene graba que es algo increíble.

«En Jose Nortes encontré un socio, un par, aparte de un amigo. Hemos ido creciendo juntos en estos años y entendiéndonos más»

 

EL REFUGIO Y EL PRODUCTOR

El disco lo has grabado en lo que ya parece tu refugio habitual, La Cabaña. ¿Por qué esa fidelidad a este estudio?
Bueno, en primer lugar es que está Jose Nortes, en el que encontré un socio, un par, aparte de un amigo. Hemos ido creciendo juntos en estos años y entendiéndonos más, y Jose ha ido comprando un montón de cacharros muy bien seleccionados, muy bien elegidos, con mucho criterío, cada micrófono tiene su historia, su porqué, y al mismo tiempo es un lugar cero solemne, porque a veces los estudios pecan de eso, es más como si estuviéses en un hotel que en tu casa y en La Cabaña la sensación es muy relajada, es un estudio muy funky, las cosas hoy están de una manera y al siguiente está todo al revés y no hay que andarse con cuidado, da una sensación como muy fresca. Debe haber varios estudios así en España, pero este cae al lado de casa y está Jose.

Después de esas primeras grabaciones con Pete Thomas, lo que hiciste fue ir vistiendo más las canciones, ¿no?
Lo primero que hice cuando se fue Pete fue cantarme todo el disco, en algunos temas casi con el esqueleto, y eso también fue una innovación en mi manera de grabar, pero también me parece que funcionó, en primer lugar porque le quita mucho hierro al asunto tener todas las voces grabadas y no dejarlas para el final, si hay sorpresas, hay opciones de poder repetir. Pero algo ocurrió esos días, que pusimos el micro y también, mucho antes de lo que esperábamos, estaban las tomas definitivas, creo que también el hecho de estar solos con Jose fue importante, porque ahí también hay una conexión con él: Yo con Jose empecé cantando bastante mal [risas], y él me fue dando unas cuantas pistas, unas cuantas pautas, más los directos, que fue como que fui encontrando un camino. Un camino que ahora me resulta grato y sencillo de recorrer, me parece que se nota, que está todo más fluido, menos examinado, más natural, así que toda esa parte funcionó rápida, en tres o cuatro días teníamos todas las voces grabadas. Como yo tengo los jueves «La Ventana» [la colaboración semanal junto a Jaime Urrutia en el programa de radio de la SER], decidimos hacer unas sesiones bastante cortas, la primera parte con Pete fue más intensiva, pero ya la parte de los recordings fue con bastante humanidad, porque a veces esas sesiones maratonianas, esa ansiedad y enganche que te provoca querer tenerlo, querer terminarlo, hace que hagas un esfuerzo físico y mental muy al límite. No quería llegar muy tarde, quería ver a mis hijos, así que terminábamos relativamente pronto, a las nueve de la noche, y los jueves parábamos. Además, teníamos mucho tiempo por delante, porque por las fechas de Pete, el disco se adelantó mucho con respecto a lo que era la salida. Fíjate, el disco lo empecé a grabar el 7 de octubre.

¿Desespera mucho tener un disco listo y que queden meses por delante para que salga?
La verdad es que un poco de ansiedad sí que te genera, sí. Es la primera vez que me pasa lo de tener tanto tiempo. Pero estuve tan ocupado tratando de resolver el arte, el vídeo, el DVD, que el disco casi fue lo más fácil [risas].

¿Surgen dudas durante esos meses de espera, porque si el proceso es más rápido, sale y la gente ya te dice qué le parece?
Hice escuchas con algunos amigos y en algún tema le subí un poquito la voz, porque era frecuente que me preguntaran «qué dijiste ahí», y subimos un poco la voz, fue el único cambio que hice. Este ha sido un disco que he escuchado muchísimo una vez terminado, normalmente cuando termino un disco, sale a la calle y ya sólo lo escucho en las entrevistas y aquí disfruté mucho escuchándolo y volviendo a descubrir cosas, porque también en algunos temas le dejé mucha información a Jose, grabé, grabé, grabé y luego él se encargó de editar, de elegir tomas, y a veces yo mismo me sorprendía, porque teníamos mucha información metida.

Porque Jose Nortes es el productor del disco, o así figura en los créditos. Es decir, no es una coproducción.
Eso es una cosa un poco formal. Todo el mundo da ideas, y yo estoy ahí todo el tiempo, y llego a casa, escucho una mezcla, le doy mi opinión, él la retoca. Pero eso me parece que es el trabajo del artista, que va más allá, porque es el que tiene la responsabilidad y el que tiene que dar cara, tiene que ser un producto acabado y perfecto. Y yo delegué mucho en Jose.

¿En el pasado, las experiencias autoproduciéndote han sido buenas o malas?
Es que era una manera de funcionar muy parecida a esta. Lo que pasa es que, bueno, ahora tengo más confianza, delego más, él asume más responsabilidad y aparte que hay cierta veteranía, así que el crédito de productor total lo tiene ganado. Cuando hice el primer disco con Jose, yo ni siquiera iba a grabar a La Cabaña, fui a ensayar, y terminé dándole la coproducción, que no estaba previsto ni hablado, él fue interviniendo y yo lo fui descubriendo, y dije «pues termino el disco aquí». De esto hace mucho tiempo, la verdad es que estábamos muy verdes los dos.

Y ahora casi que te has quedado a vivir allí, ¿no?
[Risas] La verdad que me gusta mucho ir, voy hasta cuando no tengo que trabajar.

Hay un tema especial, ‘Manos expertas’, que se grabó de otro modo y con otros músicos, Pereza.
Yo prefiero decir que vinieron Rubén y Leiva a grabar. Sí, porque vinieron a hacer, un poco, de músicos obreros, no a hacer un dueto conmigo como Pereza. Yo tenía esta letra, una letra larga, y decidí que no quería que fuera una canción con su melodía y demás, porque ya tenía mucha canción para el disco y me apetecía irme a otro lugar, entonces quise hacer una especie de blues, no un blues tradicional, pero sí un blues a lo John Lee Hooker, un blues como hipnótico, y cuando fui a hacer la maqueta en mi estudio, vi que era muy difícil terminar la canción sin músicos tocando, porque es un género que con un ritmito grabado no terminaba de funcionar. Llamé a Jose para ver cómo tenía La Cabaña, me dijo que la tenía libre y me fui con Rubén y Leiva. Leiva a la batería, dos guitarras y el micrófono, me llevé la letra, más o menos tenía los cambios de acordes armados, pero fue improvisar la canción tres o cuatro veces, hasta que salió esta toma y me di cuenta que iba a ser irrepetible y la dejé tal cual está, se podía hacer de otra manera, pero sería seguir en ese camino, y tratar de clonar eso que había hecho era absurdo y, finalmente, lo dejé. Esa misma tarde grabé un bajo, Leiva puso una armónica, lo canté y ellos hicieron un coro, y quedó todo. Fue uno de esos momentos en los que todo encaja.

¿Conectas bien con ellos?
Muy bien, porque me gusta mucho como tocan. Es decir, más allá de sus discos, y de Pereza, me parece que son grandes músicos, que tocan muy bien, que conocen mucho el lenguaje, que han escuchado mucho blues, que pueden hacer una canción superpop, con armonías y melodías divinas, pero agarran una guitarra y te pones a tocar blues con ellos y estamos hablando de lo mismo. Ojalá hubiera diez o quince Pereza por ahí.


Desde aquí puedes acceder a la segunda parte de esta entrevista con Ariel Rot.

Artículos relacionados