“Apocalypse dudes”, de Turbonegro


Autor:

OPERACIÓN RESCATE

 

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“Fue mucho más que una mera amalgama de influencias, y se convirtió por méritos propios en uno de los mejores discos que el rock and roll nos dio a finales del pasado siglo”

 

La banda escandinava Turbonegro empezó a sonar en nuestro país a finales de los 90, y su cuarto disco, “Apocalypse dudes”, una de las propuestas rock más interesantes de su ámbito geográfico.

 

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Turbonegro
“Apocalypse dudes”
VIRGIN RECORDS, 1998

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Allá por la segunda mitad de los noventa, en plena resaca alternativa y con el britpop ya fuera del centro de la imagen, unos señores que vinieron de Escadinavia nos alegraron la vida cuando el aburrimiento se había convertido en algo más que una posibilidad real. Quedaban aún unos años para que la vuelta del rock fuera decretada de forma “oficial” por la prensa musical en las islas, pero aquellos bárbaros animaron el cotarro.

El gran Kike Turmix, que ya nos había descubierto varios nombres procedentes de Australia unos años antes, nos fue poniendo sobre la pista de grupos como Hellacopters, Barckyard Babies, Gluecifer o Turbonegro, por citar los cuatro que tuvieron más repercusión. Vimos decenas de conciertos de estos grupos en nuestros escenarios. Y todos ellos, y alguno más, nos ofrecieron discos dignos de reseñar. De todos ellos yo me quedo con “Apocalypse dudes” la obra más destacada de uno de los grupos más divertidos de las últimas dos décadas.

La historia de Turbonegro había comenzado unos años antes, pero fue en 1998, cuando alcanzó su punto más alto de inspiración. En 1994, Hank Von Velvete había entrado como vocalista, con él editaron “Ass cobra”, primera muestra del poderío real de los noruegos que contenía un himno como ‘I got erection”. Pero todo se quedó pequeño cuando, ya con el guitarrista Euroboy en la formación, apareció “Apocalypse dudes”.

Desde la introducción de ‘The age of Pamparius’ el primero de los trece temas del disco, quedaba claro que estábamos ante algo importante y que los chicos tenían habilidad para coger ingredientes de aquí y de allá y ofrecer un menú más que atractivo. Seamos claros: no se puede robar con más gracia, hay que tener un don especial para hacerlo, y ellos lo tenían. No habían pasado cuatro minutos de disco y ya había habido un guiño a Cheap Trick.

El segundo tema, ‘Selfdestructo bust’ era puro Dead Boys, y para ese trallazo coreable titulado ‘Get it on’ fusilaban sin piedad el riff de ‘The next big thing’ de los Dictators.

 

 

Tras el giro melódico que le habían dado a su sonido, los Ramones se habían convertido en la referencia omnipresente en la música de Turbonegro, pero aquí también había mucho de Motorhead y, por supuesto algo había que coger de Kiss, y del sonido y, sobre todo, la imagen y el sentido del espectáculo de Alice Cooper.

La imagen y su discurso. Nos podemos detener aquí, porque en este apartado también tuvieron lo suyo. Cultivaron una estética que les situaba en la militancia de una homosexualidad tan exagerada como falsa. Para fomentar ese cliché, sin embargo, no dejaban lugar a la imaginación, y títulos como ‘Rock against ass’ ó ‘Rendezvous with anus’ hablaban por sí solos.

 

 

Al final, este disco fue lo más exportado a todo el mundo de aquella invasión escandinava, y no me extraña. Lástima que lo que parecía un momento espectacular del grupo, no lo era tanto si nos parábamos a analizar las circustancias personales que atravesaban algunos de sus miembros. De hecho, tras girar por medio mundo, Han Von Helvete dijo “basta”. Su adicción a la heroína dictaba sentencia y Turbonegro se separaron, tras una actuación en Milán y en su mayor momento de popularidad.

Pero dejarlo en lo más alto suele alimentar el mito y esta no fue la excepción. Cada vez eran más las voces que reivindicaban a un grupo que sedujo a gente como Dave Grohl o los Queens of the Stone Age, que se sumaron con su cover de ‘Back to dungaree high’ a “Alpha motherfuckers”, un disco tributo a la banda en la que no faltaban otros nombres de éxito del momento como HIM, o contemporáneos como Supersuckers, Therapy? o Nashville Pussy.

Entre homenajes y rumores de vuelta, se consumieron cinco años de silencio rotos en 2003 con “Scandinavian leather”, un pretendido calco de su obra maestra que no llegaba a su altura pero que suponía una vuelta digna, porque Turbonegro también supieron copiarse a sí mismos con gracia.

Los siguientes lanzamientos, “Party animals” y “Retox”, fueron excusas para volver a verles en directo y sumar un par de trallazos a su repertorio. De su segunda vuelta sin Hank y con nuevo vocalista en 2012 no hay mucho que decir. El chiste ha perdido casi toda su gracia, pero eso no nos impide volver la vista atrás y recordar que “Apocalypse dudes” fue mucho más que una mera amalgama de influencias y se convirtió por méritos propios en uno de los mejores discos que el rock and roll nos dio a finales del pasado siglo.

 

 

 

Anterior entrega de Operación rescate: “Black monk time” (1966), de The Monks.

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