Amor crónico. Memorias de Chris Frantz, de Chris Frantz

Autor:

LIBROS

«El libro es un canto de amor, una verdadera égloga rockera de Chris Frantz hacia su compañera»

 

 

Chris Frantz
Amor crónico. Memorias de Chris Frantz
LIBROS DEL KULTRUM, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Chris Frantz y Tina Weymouth son un matrimonio con dos hijos que ha entrado ya en los setenta, un típico matrimonio americano, de la rama de los cultos y amables, con bastante dinero del que disfrutar. Como todas las personas, son también otras cosas. Una vida da para mucho. En su caso, hace mucho tiempo, fueron el batería y la bajista de los Talking Heads. A partir de ahí, miles de cosas en el mundo de la música.

Antes de eso, fueron compañeros en una escuela de arte. Ahí se conocieron hasta hacer un tándem indisoluble en las bandas en que coincidieron —que casualidad: fueron todas— y en las producciones realizadas. De hecho, el libro es un canto de amor, una verdadera égloga rockera de Chris Frantz hacia su compañera. No pasan tres páginas sin que deje claro lo enamorado que está de ella y la suerte que han tenido al haberse encontrado. Observen el título, que suele recoger el espíritu de la obra. Su familia y la de Tina también reciben piropos desmedidos.

Los primeros capítulos abordan la intercambiable historia del chico norteamericano de posibles —su padre es oficial del ejército—, que va cambiando de residencia de manera frecuente, que escucha a Elvis a los cinco años, que eso le despierta un asombro que le hace permeable a la música y que marca todo lo que viene después. Hay autocines, hay fiestas, hay graduaciones… el contenido que se ha traspasado a lo audiovisual en cien mil películas. Pero en el caso de Frantz, todo este entramado infantil y adolescente se hace profundo y real porque posee una memoria prodigiosa. Es capaz de acordarse en qué día le sacaron a un amigo de juventud las muelas del juicio. Y encima lo escribe todo con cercanía de vecino.

Hemos hablado de Talking Heads. Bien, nos falta su figura más reconocible: David Byrne, la escala de defectos que le atribuye parece superar incluso a las virtudes de sus seres queridos. No lo hace con ironía, ni parece hacerlo con rabia. Chris tiene aire en su escritura de chico noble, pero se siente ninguneado por David y, a raíz de eso, por los medios. Hay una cierta contradicción; por un lado desea ser una estrella de rock, rodearse de famoseo, pero al mismo tiempo su lugar ideal es su familia en el pueblo de Kentucky donde viven, donde él se crio en parte y donde se casó.

Retomemos la historia. Instalado en Nueva York para buscarse la vida como artista —trabaja de acomodador o dependiente de una tienda de fotocopias—, un día alguien le habla de un local que han abierto cerca de su casa, en el peligroso barrio de Bowery. Se llama CBGB. Un lugar deprimente, pero le avisa de que vuelva el viernes. Verá a los Ramones, que en un año estarán compartiendo gira con ellos por Europa. La dureza hacia la figura de Johnny Ramone por su actitud en esa gira es aún más extrema que la que se gasta con David.

Pero, de momento, vuelve a su piso. Sin ducha y sin cocina, pero lleno de cucarachas y ratones. Ahí se compuso el primer disco de los Talking Heads. Y, de golpe, se ven hablando con Lou Reed y con Andy Warhol y haciendo la gira por Europa que hemos comentado. De hecho, tres cuartas partes del libro se ven ocupadas por los lugares que han recorrido. Viene a ser lógico. Si sumas la memoria prodigiosa a que su vida han sido conciertos y conciertos, casi se convierte todo en un libro de viajes, con querencia especial por París, donde el hermano de Tina es un reputado ingeniero que ha construido la pirámide del Louvre.

Inmensos en relaciones sociales acaparadoras, conociendo a los mejores ingenieros de sonido y productores, a los mejores músicos por descontado, y en tratos con maestros del reggae en Bahamas,Tina y Chris parecen más preocupados porque el tapete de su mesa esté limpio y bien colocado. Va a ser impensable, desde luego, pero me gustaría conocerlos: tienen que ser un par de viejecitos encantadores.

Anterior crítica de libros: Asombro y desencanto, de Jorge Bustos.

Artículos relacionados