“Adiós”, de Cory Branan

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DISCOS


“Muestra de todo lo que es capaz, sin cortapisas, sin miedo a experimentar con géneros en los que nunca había navegado antes, pero sin perder su personalidad ni una cierta homogeneidad necesaria en cualquier trabajo”

 

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Cory Branan
“Adiós”
BLOODSHOT RECORDS

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Cory Branan amenazó con “The No-Hit Wonder” (2014), un disco espléndido que se convirtió sin duda en lo mejorcito en cuanto a sonidos norteamericanos en su año de publicación. Muy superior a “Mutt” (2012), su predecesor, mostraba que el músico de Memphis, y con un pasado no escondido en bandas de hard-rock y metal (llegó incluso a tener un grupo tributo a Black Sabbath), había alcanzado un nivel dentro de la música de raíces que lo hacía destacar por encima de sus coetáneos. Aunque quizá le faltaba el do de pecho. El disco sin fisuras. Ese trabajo que acabara de encumbrarlo como un grande de la música contemporánea y ese debe ser “Adiós”. Y es que Branan muestra en él de todo lo que es capaz, sin cortapisas, sin miedo a experimentar con géneros en los que nunca había navegado antes discográficamente, pero sin perder su personalidad ni una cierta homogeneidad necesaria en cualquier trabajo.

Branan ha definido su disco como “un kit de supervivencia del perdedor”, tratando en él ampliamente temas como la nostalgia y la supervivencia emocional, especialmente marcada por la muerte de su padre, aunque no necesariamente siempre desde temas lentos, más bien todo lo contrario. “Adiós” es un disco vitalista. Animado. Cargado de texturas.  Grabado en los Oxford Studios de Mississippi, escogidos porque se encuentran aislados en medio del bosque, el bajista James Haggerty y el multi instrumentista miembro de Deer Tick Robbie Crowell fueron la base sobre la que se sustentaron musicalmente las 14 piezas de un álbum redondo. Casi perfecto. Completando la formación con Amanda Shrines al violín y las voces, Dave Hause de The Loved Ones y una sorprendente Jane Grace de Againts Me!, Cory coquetea con sus géneros favoritos en un disco que no puede aburrir a nadie.

‘I Only Know’ es puro Buddy Holly, ‘Imogene’ tiene algo de indie folk tras su espléndida melodía y ‘Blacksburg’ podría ser un tema perdido de Tom Petty. ‘Yeah, So What’ es power pop de toda la vida y ‘You Got Through’ suena a outtake de Crash Test Dummies.  ‘The Vow’ es el ABC del country alternativo, mientras ‘Wall, MS’ se deja influir por Tony Joe White y JJ Cale. ‘Cold Blue Moonlight’ no hubiera desencajado en The Heart of Saturday Night de Tom Waits ni ‘Another Nightmare in America’ en el American Idiot de Green Day. ‘Chameleon Moon’ tiene espíritu pop, ‘Equinox’ alma country y ‘Don’t Go’ cadencia folk. Cierra el disco la impredecible ‘Visiting Hours’, muy Gaslight Anthem, y el precioso vals semi crooner ‘My Father Was an Accordion Player’, homenaje nada velado a su difunto progenitor. “No creo que tenga un gusto musical disperso” dice Cory, “simplemente me gustan las cosas que hace la gente”. Buena manera de verlo. “Fui criado en el norte del Mississippi, así que llegué a la música a través de la iglesia y el blues de la zona, pero también soy un chico de la MTV”, continúa, para acabar asegurando que “tomé todo lo que pude de mi alrededor y llegué la música a través de Iron Maiden así que no soy una calculadora de cómo puede surgir mi música. No sé definirla, si lo intentara me sentiría realmente falso”. Pues eso.

Anterior crítica de discos: “Tu casa es mi casa”, de Hibernales.

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