DISCOS
«Un disco especial, perfecto para el desenfreno más animoso y la caricia más melancólica»
L.A.
A modern odyssey
VIRGIN, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
Cuando Luis Alberto Segura fundó L.A, allá por 2004, imagino que ni soñaba la repercusión que iba a tener su grupo veinte años después. Ni lo maravilloso que iba a ser el disco que editasen tras esos cuatro lustros: A modern odyssey. Segura lleva en la escena desde antes, desde 1994, con varios grupos de su Mallorca natal —los más reconocidos, Los Valendas—, antes de empezar una carrera en solitario y montar su actual banda, que se inició con un sonido agrio de rock potente, compacto, y folk americano, para, de pronto, al final de la década de 2010, cambiar totalmente su sonido y reiniciar desde cero un grupo que parecía nuevo.
El disco que comentamos bebe de ambientaciones más electrónicas, que pueden tirar hacia lo atmosférico o hacia lo bailable. En el primer caso se encuentra “Some other space” —el título ya paga—, de sonido perfecto, como en las producciones hechas con medios, y con una brillante construcción de las canciones. Enlaza con esa línea que conecta con Coldplay y tiene algo también de los ochenta más pintureros, de Elton John e incluso del glam. En todo caso es agradable de escuchar.
“The fire glowing” aporta asimismo este aire atmosférico, un poco de bossa nova elegante en su diseño y su progresión, solvente en su estructura De ambientación aterciopelada también es “Capri”, un experimento que discurre sobre una sedosa alfombra de sofisticación, como esas orquestas neoyorkinas que tanto pueden recordar a The Manhattan Transfer como a George Gershwin, sin olvidar la placidez de Costa Azul que aporta el título.
Este tipo de pop electrónico cuenta con canciones solventes, de recorrido comercial y muy versátil. “Reach the top”, por ejemplo, puede conectar con el synth pop de cualquier época, y “Pouring rain” es animosa, todo cuadra en ella y podría sonar en cualquier disco pub de barriada que apostase por las canciones bien hechas, con clase. “Healer” también parece presta a dicho ambiente, con su combinación de falsete y rapeado, selectos ambos, de club nocturno, como ese piano de “Game over”, una canción más íntima que únicamente cuenta con ese teclado y la voz. A veces, como en “The right time”, quizá falte algo de naturalidad, pero domina sobre ella —en el sentido bueno— la perfección.
Algunas tienen algo de soul, aunque sea de ojos azules, como “Please stay”, pero seguramente la mejor es “Miss you again”, de melodía atrayente y una voz que resulta más natural y que es quien lleva la instrumentación y no al revés. Más íntima, más acogedora, es una canción que siente y palpita, aunque no deja el tono épico que posee todo el disco.
En general, todo bascula entre el baile más elegante y sedoso y la prestación íntima con canciones que envuelven los sentimientos, y en definitiva, las hechuras de un disco especial, perfecto para el desenfreno más animoso y la caricia más melancólica.
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Anterior crítica de discos: No lo volveré a hacer, de Shego.