El tsunami emocional, de Luis Prado

Autor:

DISCOS

«Hay, en definitiva, pasión, talento y buen gusto; un cóctel suave y acogedor»

 

Luis Prado
El tsunami emocional
HALL OF FAME RECORDS, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Luis Prado es uno de esos músicos en la sombra absolutamente prolíficos. Ya desde la fundación de su primer grupo, The Flauters, junto a Paco Tamarit y otros músicos, o desde su continuación con Paco como Señor Mostaza, no ha dejado de publicar de forma continua. A esto se le añade su labor como músico de sesión para grandes de nuestra escena como Miguel Ríos, M Clan o Ariel Rot. En solitario, este es su quinto álbum, contando que dos de ellos son interpretaciones a voz y piano —del que es un virtuoso — de sus canciones favoritas.

El tsunami emocional ofrece lo que promete el título: canciones de desamor que salpica alguna historia más política, que la política es semilla de emociones. También en el ámbito estético juega con dos opciones. Una es una instrumentación festiva, circense, con arreglos de juguete y de fantasía. Se observa justo al comenzar en “Todo está decidido”, con ese sonido beatle de psicodelia de parque de atracciones. También tiene ese aire a Magical Mistery tour “Renglones torcidos”, y arreglos de feria “Te vi terraplanista”, sobre los reconvertidos a las diversas conspiraciones que nos asolan.

Es en esta última en la que va apuntando el otro factor, un sonido que aprovecha pendientes más afines a todo lo que tiene que ver con el rock. Tiran ya claramente hacia él la que da título al conjunto, y ya de forma unánime las guitarras americanas y el piano obsesivo de “Secta para dummies”, y la también americana y de piano, pero en este caso más Beach Boys, que es “Recomenzar (resetear y tal)”. Incluso “No puedo olvidarte” es un canónico blues de la escuela del desamor.

Hay alguna canción que se aparta de estos dos caminos, que está resuelta con luminosas estructuras melódicas, “La última vez no importa” es puro CRAG, y también “Me río (el crash)”, que en el final es tan brillante que se acerca a la manera de Los Diablos. Pero sobre todo se aparta “Vals del montón”, una verdadera pieza de Strauss.

Hay trazos, aparte de los mencionados, de Elton John o de Supertramp, es decir, canciones que cuidan las melodías y las visten de forma apasionada, barroca, que son un retrato cabal de nuestra época y que recogen las impresiones de una generación, como en “El fin del mundo es ya”. Hay, en definitiva, pasión, talento y buen gusto; un cóctel suave y acogedor.

Anterior crítica de discos: Desorden, de Sigmund Wilder.

Artículos relacionados