Extravagante: Los Amaya

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«Esta rumba no era una rumba más, más allá de la presencia de los efectos de pedal wah wah, de las hechizantes percusiones made in Alfredo Doménech, de los vientos y de guitarras amenazantes, la propia estructura rock de la canción subvertía el género»

Los Amaya
«Nuevos éxitos»
EMI, 1973

 

 

Una sección de VICENTE FABUEL.

 

En sus primeros años de gestación la rumba siempre fue música underground, al menos fuera de su gueto natural gitano. No se usaba el término sajón, claro, hasta para clasificar los malditos hay clases de terminología, pero con la única y cierta excepción popular de Peret, en aquellos primeros años 60 (y fuera del gueto) la rumba no hacía acto de presencia hasta bien entrada la noche. Tal encuentro podía darse tanto en saraos privados como en colmaos flamencos, eso sí, garitos siempre de mala nota donde la rumba pudiese moverse como pez en el agua y actuar de lubricante social, oasis nocturnos de molicie y desenfreno ajenos al paso marcial que aún marcaba la España tardofranquista. Allí en la madrugá, la rumba era sangrante o no era, allí, los que bailaron con Antonio González, Bambino o Chacho dicen que éstos fueron reyes, reyes sin reino, reyes a la manera fatalista de lo que pudo haber sido y no fue. Reyes, no se hable más. Pero no se concibió una rumba pop y juvenil –los chavales jamás pisaron esos antros adultos– hasta la aparición en 1969 de los hermanos José y Delfín Amaya, los Amaya pa los restos, y aquí se está pa celebrar el evento.

Con el auspicio de una discográfica como EMI y el apoyo logístico de los impagables Alfredo Doménech y Ramón Farrán como arreglistas y productores, estos singulares hermanos, dueños y señores de un irrepetible  empaste vocal, llevaron la rumba a los guateques y a las discotecas logrando que sus personalísimas versiones de Ennio Morricone (‘La muerte tenía un precio’ o ‘El bueno, el feo y el malo’) o clásicas latinas del boogaloo (‘Jala, Jala’ o ‘Caramelos’) compitiesen de tú a tú con los grandes números rock / soul del momento; recuerdo la primera vez que los vi por televisión, parecían venir de Woodstock y su look recordaba a los feroces Santana del principio. Resulta terrible tener que recordarlo, pero los únicos que no se enteraron fueron los chicos de la prensa rock, entonces básicamente los semanarios “Disco Exprés” y “Mundo Joven”, éste último publicaría en 1973 una enciclopedia musical de casi 500 páginas con todas las músicas del siglo XX y únicamente aparecía una brevísima reseña de Peret en el capítulo del pop. De la rumba, ni rastro lastimero.

Escogido arbitrariamente para la ocasión éste su segundo e ignoto disco, “Nuevos éxitos”, ya ven qué de conceptual y trabajado su nombre, igual podría haberle tocado a su primero que a su tercero, sus tres epatantes álbumes para la EMI, pero fue observar en su portada la donosura de los hermanos en pose prerapera, con el añadido de las panorámicas gafas de Delfín en primer término, para tomar esta gallarda decisión que jamás habrá de hacerme quedar mal. Se ha dicho por activa y por pasiva, los hermanos Amaya enchufaron la rumba a la red eléctrica y recrearon el género aproximando sus textos al mundo adolescente del suburbio: si ‘El lavaplatos’ y ‘Camarero’ documentaban los más habituales trabajillos,  El ‘Jala Jala’ y ‘Bailen mi rumbita’ jaleaban la obsesión juvenil por el baile. Y si ‘La bocina’ y ‘El calambre’ estaban hechas para vacilar a las chicas, la fascinante ‘El guateque’ era una suma de todas ellas y además fue más lejos que ninguna. Ópera sacra dedicada a la catedral de la caterva joven, es decir, al guateque y al desmadre, esta rumba no era una rumba más, más allá de la presencia de los efectos de pedal wah wah, de las hechizantes percusiones made in Alfredo Doménech, de los vientos y de guitarras amenazantes, la propia estructura rock de la canción subvertía el género. Y el alegato final del tema: «música, alcohol, baile y dales palique» no podía ser más explícito. Memorable. Y además, fin de trayecto, “Nuevos éxitos” presentaba la novedad absoluta de no ofrecer ni una sola canción de amor, a esa edad al amor suele llamársele de otra manera. Los Amaya, vaya dos.

Anterior entrega de Extravagante: Tom Zé.

 

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