Extravagante: Tom Zé

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«Zé era técnicamente un músico y un vocalista libre, tierno y pasional que entraba a saco en las canciones, que gozaba deconstruyéndolas y que era capaz de abrir el pensamiento en mitad de una de ellas introduciendo repentinamente nuevas perspectivas»

Tom Zé
«Estudando o samba»
CONTINENTAL, 1976

 

 

Una sección de VICENTE FABUEL.

 

 

Escaso rédito sacó el músico brasileiro Tom Zé (Bahía, 1936) formando parte del equipo original que firmara el manifiesto musical de la Tropicália. Aún hoy casi un ilustre desconocido, allí estuvo, sin embargo, junto a Caetano Veloso, Os Mutantes, Nara Leao, Gilberto Gil o Gal Costa, todos juntos y revueltos en aquel vinilo fundacional que convulsionó la sociedad brasileña, primero, y luego a los restos, qué hacemos, pues, hoy aquí si no celebrarlo: “Tropicália / Ou Panis Et Circencis” (Philips, 1968) muestra ufano su portada que tengo delante de mí. Brindemos pues por él, por todo su bendito atrevimiento, y si hubiese que escoger uno de sus heréticos momentos para el chin chin, podríamos quedarnos con la osadía de incluir el “Tres carabelas” del maestro Algueró, aquel primerizo hit suyo de 1955 que las Hermanas Fleta popularizaran en Brasil y que –dada la puerilidad con que la letra relataba la odisea de Colón- habría que imaginar la cara de más de dos al tropezarse con él en dicho disco. Si nos empeñamos en completar el pasado glamouroso de Tom Zé habría que citar su notable participación en el segundo álbum de Os Mutantes (1969), el que los daría a conocer en Francia, y hasta aquí hemos llegado. A partir de ahí la triste oscuridad del underground brasileiro apenas rota un buen día de 1989 cuando un David Byrne de viaje por Brasil adquirió en una tienda de vinilos una copia de uno de sus prodigios y corrió entusiasmado a publicarlo en su sello Luaka Bop.

Hice desde casa el mismo recorrido que el ex Talking Heads y tras darle las gracias por editar el recopilatorio “Brasil classics Vol. 4/ The best of Tom Zé” (1990), conseguí hacerme con mi copia del sorprendente “Estudando o samba”, el disco cuya tardía escucha había levantado las hostilidades, no antes. Una grabación tan llena de recursos que a día de hoy, a estos urbanitas oídos europeos les cuesta situarla en toda su diversidad. Hipnótico, apasionado, vitalista, experimental, tribal, irónico… nada, olviden esos adjetivos, comparten habitualmente demasiados discos como para resultar convincentes. Por eliminación podría decirse que «o senhor Zé» no tenía ni la desbordante inspiración melódica de Caetano ni el instinto internacionalista de Gil, apenas nada que ver con la exhuberancia pop de Os Mutantes y muy poco con el clasicismo de una vocalista inmaculada como Gal Costa pero que, en cambio, Zé era técnicamente un músico y un vocalista libre, tierno y pasional que entraba a saco en las canciones, que gozaba deconstruyéndolas y que era capaz de abrir el pensamiento en mitad de una de ellas introduciendo repentinamente nuevas perspectivas, nuevas vías de acceso. Si difícil era seguir su atropellado y endiablado discurso, aún más difícil nos sería hoy encontrar un intérprete que encajase en ese concepto global de «performance». No se me ocurre otro.

“Estudando o samba” era un tremendo y personal disco hecho en los grandes años finales del rock sudamericano, y que aún proponiendo un fascinante puzzle de variados guiños al rock (‘Má’), al minimalismo (‘Toc’) o a la bossa (la propia y deconstruida ‘Só’ o la ajena y canónica ‘A felicidade’ de Jobim), hoy resulta estúpido –e irrespetuoso– situarlo únicamente en esa esquinada orilla de la fusión rock, solo la ofuscación etílica de la tribu podría definir su línea como psicodelia, aunque fuese bajo esa etiqueta impúdicamente expuesta en su portada, como adquirí mi copia del prodigio. Era Zé, simplemente, ahora parece claro, un artista fuera de categoría que solía partir de lugares concretos pero que ignoraba el lugar de destino, y que por el camino hablaba, cantaba, bailaba, divagaba, actuaba y pensaba en voz alta. Buena parte de todo ello aparece en el clarificador documental “Tom Zé, astronauta libertado” (Igor Iglesias, 2010), emitiéndose actualmente en Canal + y de fácil acceso online por la red, y que siguiendo al músico baiano en su actuación de Asturias en el 2009 ha acaparado premios arrojando algo de luz sobre la indefinible figura de un trovador capaz de reinventarse en cada escucha.

Nada más, por ahora, si al escucharlo no les encajan sus hechuras, no se lo echen mucho en cuenta, modestamente el propio artista les diría que deben de ser defectos de fabricación, a reclamar en origen. Tom Zé es la diferencia, el indefinible sabor.

Anterior entrega de Extravagante: Ike & Tina Turner.


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