Fotopress: Xavier Valiño

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«Vi en directo a Tequila, y algunos de mis compañeros del instituto les tiraron huevos y tomates por asociarlos con el fenómeno fans. Nos perdimos el final de su actuación porque parte del quinteto bajó del escenario y salieron detrás de ellos»

 

Desde 1978 colaboró en medios como «El Progreso», «Diario Vasco», «La Voz de Galicia» o «El Correo Gallego» y en revistas especializadas como «Vibraciones Pop», «Batonga» o Panymúsica». También ha hecho radio y colaborado en televisión. En la actualidad escribe en «Ruta 66», «Mondo Sonoro», EFE EME, «Zona de Obras» y «Ritmos del Mundo». Mantiene Ultrasónica, su propia web. Ha publicado, entre otros, los libros: «Rock bravú», «El gran circo del rock» y «Retratos Pop». Próximamente editará «Veneno en dosis camufladas. La censura en los discos del rock en el franquismo».

 

Fecha y lugar de nacimiento.
Cospeito, Terra Chá, Galicia. 4 de noviembre de 1965.

¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
Pues aunque en casa nos hacíamos con los discos de Fundador, mis padres nunca ponían música, a no ser lo que se escuchaba por el aparato de televisión. Sí recuerdo empezar a escuchar la radio desde muy pequeño y no perderme todo tipo de programas con música, llamando para que sonara otra vez cualquier cosa de Los Diablos, Fórmula V, Santabárbara, la banda sonora de «El Padrino»… ¡Inocente de mí! Si acaso, diría que solo íbamos a ver a las orquestas de las fiestas populares de Galicia en familia, aunque está claro que ahí no podíamos elegir nosotros el repertorio, pero supongo que ha quedado en mi subconsciente mucha música con origen latinoamericano, aquello que a los emigrantes retornados les gusta oír en esos momentos. Es lo que había y –todavía más ahora– lo que hay.

¿Cuál fue el primer disco que compraste?
Empecé con ocho años comprando casetes de The Beatles en tiendas de electrodomésticos, aunque no en interpretaciones originales sino por músicos de estudio que aspiraban a reproducirlas como bien podían, más que nada porque eran lo poco que me podía permitir entonces. Después intentaba repetir las letras sin saber una palabra de inglés subido en los carros de vacas de mi aldea, cantando desafinado como si aquello fuera el más lustroso palco del mundo. En cuanto a discos, lo primero que recuerdo comprar fue el single ‘Smash it up’ de The Damned (por cierto, hace poco hablando con un grupo de amigos sobre cuál era nuestro single de punk favorito, un chaval de 12 años, sin que nadie lo hubiera mencionado antes, dijo sin dudarlo que ‘Smash it up’ era el mejor single punk de aquella época. ¡Me dejó de piedra!). Y por lo que respecta a LPs, más o menos cayeron por la misma época «End of the century» de Ramones, «London calling» de The Clash y el debut de The Pretenders, que aún hoy sigue siendo el revulsivo perfecto para empezar o acabar cualquier día. Infalible.

¿Y el último?
En los últimos años he estado muy mediatizado en este aspecto por las adquisiciones que he hecho para documentar un libro sobre la censura en el rock en el franquismo, intentado hacerme con las versiones españolas censuradas de aquellos discos y, también, el original internacional sin censurar. Así que los dos últimos vinilos con los que me he hecho, que ya me estaban costando, han sido el debut del grupo holandés Tumbleweeds en su edición española y la versión francesa del debut de Incredible Hog (que aún no me ha llegado). Por cierto, por si alguien lo tiene, aún sigo buscado «Back to begin again», de Jellybread, a un precio razonable. Al margen de esto, recientemente he comprado la caja de 10 discos de la Motown («The complete Motown #1s Box», esa que reproduce por fuera el edificio de Detroit donde grababan sus artistas, Hitsville USA, hoy museo), que estaba tirada de precio en una tienda de por aquí, y dos cajas de Nick Lowe a través de internet: la que recopila tres de sus cuatro últimos discos («Brentford trilogy») y una con sus éxitos («Quiet loud»), más que nada por el excelente DVD que incluye, que las canciones ya las tenía.
Ah, y creo que por vez primera he comprado un disco en una tienda digital: «In a bad mood», de Geraint Watkins, que no conseguía localizar en tiendas cercanas y al que ni siquiera quería esperar a que me llegase por correo, que ya le tenía muchas ganas.

Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
Aquí llega la pregunta más difícil. Aunque si tengo que elegir uno solo, el que más me emociona siempre que lo pincho es «What’s going on», de Marvin Gaye. Si le doy un par de vueltas a la pregunta, y arrepintiéndome por dejar de lado a The Beatles, Fela Kuti, The Smiths, Jeff Buckley, Aretha Franklin, Joy Division, Ramones y tantos otros, seguramente acabaría eligiendo «Legendary», de Joao Gilberto (sí, ya, es un recopilatorio) y «The look of love», de Burt Bacharach, o «Back to mono», de Phil Spector (de acuerdo, son cajas, pero… ¡qué cajas!).

Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
Tirando para casa, me quedaría con el debut de Golpes Bajos, «Fai un sol de carallo» de Os Resentidos y el debut de Triángulo de Amor Bizarro. De todas formas, no quiero olvidarme de «La ley del desierto, la ley del mar», de Radio Futura.

Un disco doble al que no le sobra nada.
Citaría, en primer lugar, a «London calling» de The Clash, el que más he escuchado, sin duda. Y, después, «Sign o’ the times» (Prince), «Being there» (Wilco), «Scremadelica» (Primal Scream), «Abbatoir blues/The lyre of Orpheus» (Nick Cave), «Jordan: The comeback» (Prefab Sprout), «Weld» (Neil Young), «Blonde on blonde» (Bob Dylan), «Exile on Main St.» (Stones), «The white album» (Beatles), «The river «(Springsteen), «Electric ladyland» (Jimi Hendrix), «Quadrophenia» (The Who)… Y no sigo porque realmente discos dobles a los que no le sobre nada no hay tantos; puede que ni siquiera los anteriores, aunque sean a los que menos les sobra.

Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
De nuevo, mirando hacia casa, Tara, que solo estuvo en activo en 1970 (aunque editó un último single en 1974, antes de desaparecer y a la que llevo un tiempo buscando cual detective para hacerle una entrevista sin resultado por ahora), La Rosa –el grupo de Magín Blanco– o Cosecha Roja. También Betty Davis, Ben Folds Five o Shuggie Ottis. Me gusta que se haya rescatado en los últimos tiempos a Lee Fields o Bettye Lavette. Pero hay tantas injusticias…

¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Aparte de los cientos de orquestas que vi de pequeño en un montón de fiestas populares, recuerdo un concierto en el Parque de Atracciones de Madrid en el que puede que tocaran Tequila, en uno de aquellos viajes que hacíamos para ver a mis tíos en la capital. Sí recuerdo más claramente otros en las fiestas de mi ciudad (ahí se veía lo que venía, sin opción a elegir) con Moncho Alpuente y los Kwai, Leño (nos paró Rosendo por la calle preguntando dónde estaba la plaza del concierto y tuvimos que llevarlo hasta allí) y Tequila. A estos últimos, algunos de mis compañeros del instituto les tiraron huevos y tomates por asociarlos con el fenómeno fans. Nos perdimos el final de su actuación porque parte del quinteto bajó del escenario y salieron detrás de ellos.

¿Y el mejor concierto que has visto?
Viví en Madrid parte de los años del Rock-Ola, así que recuerdo ver allí a Radio Futura, el debut de Golpes Bajos, los primeros Gabinete Caligari pasándoles mi amigo Andrés y yo unas Farias desde la primera fila… O una noche en la que después de ver a The Pogues (puede que fuera en la Sala Jácara) tocó ir a ver corriendo a La Frontera en el Canal de Isabel Segunda. Pero el recuerdo imborrable será para siempre el de Neil Young en el Concierto de los 1000 años en el estadio de Riazor de A Coruña el 8 de julio de 1993. Añadiría una noche a mediados de los 90 con Radio Bemba dando un concierto de ¿ocho horas? en la Sala Nasa de Compostela (marché a las cuatro de la mañana y aún seguían). Björk en el FIB. Billy Bragg en el Primavera Sound. Micah P. Hinson en la Capitol en Santiago. Leonard Cohen en sus dos giras recientes… Y esto lo dice alguien que a mediados de los 80 estaba seguro de que no valía la pena ver conciertos en directo.

Elige y razona tu elección:

Serrat/Aute.
He escuchado más a Serrat, así que la respuesta, por ahora, no admite dudas.

Sabina/Calamaro.
Reconociéndole a Sabina cierta habilidad con las palabras y que valoro un disco como «19 días y 500 noches», que me recuerda siempre que lo escucho al gran Bambino, he seguido con más interés al Calamaro de, sobre todo, Los Rodríguez y sus dos primeros discos en solitario. Antes y después también me han gustado algunas canciones suyas, aunque no tanto álbumes completos.

Nacha Pop/Los Planetas.
Empate técnico. Y por goleada con respecto a otros. Con Nacha Pop tuve mi primera charla-entrevista, que guardé en una cinta de casete durante más de 20 años sin publicarla, hasta que finalmente pude recuperarla porque, por suerte, aún estaba ahí. Fue después de organizar su concierto en la Universidad de Madrid en la que estudiaba. Y con Los Planetas, igual: desde que me hice con su primer EP, «Medusa», y su primer disco ya entré en contacto con ellos. De todas formas, tuve más complicidad con Antonio y Nacho en aquella única conversación de 1983.

Nacho Vegas/Quique González.
Me ha llegado más Nacho Vegas, aunque escucho a Quique González con el mismo interés. La razón no la tengo tan clara: puede que siempre me haya ido más el cantautor eléctrico tipo Dylan o Townes Van Zandt, y en él vi siempre más a Nacho, aun a riesgo de estar equivocado.

La Mala/La Bien Querida.
La Bien Querida se escucha más en casa, más que nada porque les gusta a mis hijas. Como me dijo David «Beef» antes de su concierto en el Festival do Norte, “gustamos mucho a la chavalada”, sin que sea peyorativo. Recuerdo que me sorprendió la primera maqueta de Ana y ya me puse en contacto con ella un par de años antes de editar su disco, sin saber si aquello llegaría a ningún lugar. De todas formas, de vez en cuando me sorprendo cantando alguna canción de La Mala, especialmente de su debut, como aquello de “Soy la cocinera de tus mejores platos. Deja que te empape con lo que yo me empapo”.

Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
Serge Gainsbourg, por la sencilla razón de que lo he escuchado mucho más que a Brel, así que no puedo –ni debo– comparar. Y además me gusta, claro.

Frank Sinatra/Elvis Presley.
Podría ser Sinatra, pero la música que más me ha emocionado llega, en su mayor parte, desde el rock and roll que Elvis Presley encarnó en sus primeros años, así que en mi caso tiene que ser él, sin duda.

Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
Complicado. Ya he dicho cuál es mi disco preferido, y hay otros de Marvin Gaye, como «Here my dear», por los que siento absoluta debilidad. De todas formas, el Springsteen de mediados de los 70 hasta «Nebraska» es imbatible.

Tom Waits/Lou Reed.
Me gustaba mucho el primer Waits y, también, su segunda etapa, así como  la banda sonora de «Corazonada» y la película, e incluso el personaje que se ha ido creando con los años –tiene que haber de todo, ¿por qué no?–, aunque me pareció obsceno los más de 100 euros que valían las entradas de sus conciertos en España. De Lou Reed sigo escuchando varios de sus discos con regularidad. Sin embargo, no he podido con sus últimos conciertos por la península, hasta el punto de que su reciente visita con Laurie Anderson ni me molesté.

Michael Jackson/Prince.
Aquí lo tengo más claro. Prince hasta principios de los 90 me interesó más que el Michael Jackson posterior a «Thriller» (la última canción suya que me gustó fue ‘Wanna be startin’ something’ que, por otra parte, era un plagio del “Soul Makossa” de Manu Dibango). Y aún hoy sigo recordando más canciones de Prince que de Michael Jackson, como “’Pop life’, ‘Sexy MF’, ‘Lady cab driver’, ‘Do me baby’; ‘Raspberry beret’, ‘Manic monday’… Aunque si hablamos de los años anteriores, ahí gana la partida Michael con sus hermanos, incluso sus primeros discos en solitario, más que nada porque Prince aún no había grabado. O sea, para aclarar este lío, Michael Jackson hasta 1982 y el Prince posterior a 1980. Eso significa, si no me equivoco con las matemáticas, empate en dos años.

The Rolling Stones/The Velvet Underground.
Por trayectoria, The Rolling Stones, al menos gran parte de su obra desde finales de los 60 hasta «Tatoo You», especialmente su etapa con Jimmy Miller y Mick Taylor. Es complicado compararlos con The Velvet Underground porque no sabemos qué hubiera sido de ellos si hubieran llegado a día de hoy, y eso condiciona cualquier opinión. Si hubiera que escoger un solo disco de entre todos los editados por ambos, entonces me quedo con el «plátano» de The Velvet Underground.

Bob Dylan/John Lennon.
Algún disco de Dylan no me llega de la misma forma que los de Lennon y otros, por el contrario, bastante más. En cómputo global, seguro que destacaría más canciones de Dylan que de Lennon en solitario. Sin embargo, por lo que hizo con The Beatles y lo que supuso en mi educación musical y en mi vocación, voy a tener que elegir a Lennon.

Neil Young/Elvis Costello.
Curiosa dicotomía en este caso, ya que son dos artistas que me interesan mucho, incluso a pesar de sus discos menos acertados. De Elvis Costello me llega más su etapa anterior a «King of America», ya que crecí con la nueva ola y sus discos, justo cuando empezaba a comprar música, y siempre me ha parecido el artista más renacentista de todos por haber tocado tantos palos, aunque no me vayan todos por igual. Pero Neil Young tiene un fondo de catálogo más redondo. Al menos por ahora.

Youssou N’Dour/Fela Kuti.
He seguido mucho a Youssou N’Dour y conseguimos traer su película «Return to Goree» al Festival Cineuropa aquí, en Compostela. Pero si hay que ponerlo en una balanza con Fela Kuti, lo tengo clarísimo: Fela Kuti, porque su música es la más electrizante y contagiosa que se puede encontrar y no tengo dudas de que los ritmos del continente africano son la base de todo lo que escuchamos ahora. Fela sería nuestro puente entre las raíces ancestrales y la modernidad.

¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
Preferiría hablar de comentarista musical o simple comunicador antes que crítico, porque mi razón para hacer esto siempre ha sido intentar dar a conocer a otra gente, aunque solo sea una persona, lo que me toca de alguna manera; por suerte, al no vivir de esto, no tengo necesidad de mencionar lo que no me interesa, aunque supongo que también tiene su derecho a existir. Llegar ahí fue toda una sucesión de casualidades. Al entrar en el instituto, con 13 años, Paco Rivera, de Radio Popular de Lugo, se pasó por allí a preguntar si algunos alumnos estarían interesados en hacer un programa llamado “Paso a la juventud”. Me apunté y así empecé. Después, con los amigos (Baldo, Lagu y Siso) hicimos nuestro primer fanzine, y en 1983 nos dejaron también un hueco en el periódico local, en el que acabé escribiendo veinte años. De ahí a otras radios, periódicos, revistas, televisiones o webs ya fue más encaminado. Y supongo que, dándole la razón a muchos músicos, también tendría que ver el ser un negado con los instrumentos: ni con el piano ni con la guitarra conseguí ningún progreso. Así que, al menos en mi caso, tienen razón.

¿Quién fue tu maestro periodístico?
Muy sencillo: Diego A. Manrique. Sigo aprendiendo de él todos los días, aunque no tenga que coincidir en todo, claro. En la radio, recuerdo que el «Diario Pop», Rafael Abitbol, Jorge Albi y otros me descubrieron muchas cosas. En medios escritos siempre he leído con voracidad a Juliá/Gonzalo, Oriol Llopis, Iñaki Zarata, Ricardo Aldorondo, David S. Mordoh o Nando Cruz. Y, una vez más tirando para casa, admiro a Alberto Casal, Javier Becerra, Carlos Rego, David Saavedra y Iago Martínez, seguramente menos conocidos que todos los anteriores por venir de esta esquina atlántica en el fin del mundo (el Finisterre); supongo que es difícil destacar más allá del Telón de Grelos, aunque desde luego se lo merecerían.

Un equipo de fútbol.
Lo siento, no sigo nada el fútbol –aunque me gusta jugarlo–. Cuando estaba en el colegio y había que tomar partido, siempre me resultaban más interesantes aquellos que no tenían demasiadas posibilidades: Atleti de Bilbao, Real Sociedad, Atlético de Madrid, Real Club Deportivo Español… Cuando el Deportivo de A Coruña estuvo a punto de ganar aquella liga que perdió en un penalti, tengo que reconocer que casi me inocula el virus del fútbol. Por suerte para mí, seguí inmunizado. No hay tiempo para tantas cosas.

Un político.
Si tengo que elegir uno por narices, Camilo Nogueira, un político gallego para quien no lo conozca. Pero no son precisamente los políticos los que me interesan, sino los grandes aventureros de la historia que también han tenido algo de políticos o diplomáticos –Hannon, Leif Erikson, Ibn Batuta, Marco Polo, Odorico de Pordenone, Mungo Park, Mary Kingsley, Przhevalsky…–. Y, por encima de todos ellos, siempre valoraré más a los héroes anónimos que lo dejan todo para ir a trabajar al Tercer Mundo. Tiene mucho más mérito.

Una ciudad para vivir.
No me gustan demasiado las ciudades. Si es posible elegir, prefiero vivir en el campo, aunque con trampa: cerca de una ciudad por su oferta cultural. Si tuviera que decantarme por una ciudad, seguramente elegiría Paraty (Brasil), Baracoa (Cuba), Lisboa o Ámsterdam.

El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Pues una parte de la discografía de Pink Floyd me hace bostezar. El grunge no me interesó especialmente, salvo algún disco en concreto y especialmente Screaming Trees. Y lo de Joanna Newsom no me parece para tanto.

¿Vinilo, CD o mp3?
Empecé con el vinilo, seguí con el compacto por edad y comodidad, y también tengo un reproductor de mp3 –no es el de Steve Jobs– para cuando toca viajar. Mi formato ideal sería el vinilo, con su presentación, su carpeta y su sonido, pero sin el ruido de fondo ni el crujir de huevos fritos entre cada corte.

La película que nunca te cansas de volver a ver.

«La noche del cazador», «El salario del miedo», «Man on wire», «El hombre tranquilo», «El río», «Let’s get lost», «Ser y tener», «Pickpocket», «Vértigo», «Ni uno menos», «El tercer hombre», «El cebo», «El hombre que pudo reinar», «Stromboli», «La caza», «Los 400 golpes»…

El libro que nunca te cansas de releer.
He releído pocos libros, porque siempre habrá otro que me interese más para leer por primera vez que releer otro. Antes de internet, consulté una y otra vez la «Historia del rock» de «El País». Aun así, recuerdo haber releído «Alta fidelidad» de Nick Hornby, «Un tren de hielo y fuego» de Ramón Chao, libros de poesía de Benedetti y Baudelaire, «Comedores de patacas» de Manuel Rivas, «El túnel» de Sábato, «El cuarteto de Alejandría» de Lawrence Durrell, «Luces de bohemia» de Valle-Inclán, «Puerca tierra» de John Berger, «Seda» de Alessandro Baricco, alguno de Henry Miller… Por ahora, si no me falla la memoria, ninguno más de dos veces.

Una serie de televisión.
Hace como unos 20 años grabé de madrugada en la 2 el «Decálogo» de Krzysztof Kieślowski, y aún recuerdo su impacto. Aunque no soy un talibán del asunto y sé que seguramente me esté perdiendo alguna cosa interesante, hace tiempo que ya no veo la televisión. Mi hermano me recomendó «Doctor en Alaska» y me hice con toda la serie. Cada vez que veo un capítulo, parece que el mundo sea de otra manera, al menos por un rato. También tenía buenas referencias de «Los Soprano» y, tras hacerme con ella, he llegado a la conclusión de que es lo mejor que he visto hecho para televisión.

Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?
Si esta fuera una sociedad ideal, donde se comprase lo justo, sin intermediarios, sin empresas avariciosas que no valoran el trabajo de sus empleados, sin publicidad y artimañas para que compremos mil cosas que no necesitamos, entonces pondría bossa nova, soft-pop de los 60 o cualquier cosa que hiciese de eso algo agradable. Pero tal y como están las cosas creo que me decidiría por algo mucho más terrorista: pondría un chip a cada persona y le daría 15 minutos para que se hiciera nada más que con lo imprescindible y dejasen lo superfluo e innecesario. Para que abandonasen el supermercado cuando antes, pondría aquello que más le horrorizase a cada persona. Ya, suena a Guantánamo, aunque si sirve en mi descargo, no habría que retener a nadie contra su voluntad.

Anterior entrega de Fotopress: Igor Cubillo.

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