Fotopress: Carmen Salmerón

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«Un sarao alucinante fue el que se lió después de un concierto de Morente. En un garito de Malasaña se juntaron él, Pepe Habichuela, músicos de la Bollywood Strings, Estrella, Aurora Carbonell, Montoyita, Paquete, El Negri, Las Negris… esa noche hubo muchos duendes sueltos»

Carmen Salmerón es una de las escasas mujeres que se dedican al periodismo musical, especializada, además, en flamenco. Comenzó escribiendo en «La Luna», fue corresponsal en Londres de «Femme Fatal», ha escrito, entre otros medios, en «Alma 100», «Rolling Stone», «El País de las Tentaciones», «El Dominical», «On Madrid» y, claro, EFE EME. En televisión, entre diversos programas, trabajó en «FM 2» (con Diego A. Manrique) y fue guionista de «Algo más que flamenco». En la actualidad, aficionada también a los fogones, anda finalizando un ensayo-recetario: «Gastronomía flamenco-punk».


Foto: MANUEL GONZÁLEZ.


Fecha y lugar de nacimiento.
Un 28 de abril del milenio anterior, en Almería.

¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
Mi familia siempre ha sido muy musiquera. Con la familia paterna el flamenco en directo o grabado, era el alimento principal, incluso desde ángulos imposibles aún hoy en día: Mi abuela paterna tocaba el acordeón, ¡y lo adaptaba al flamenco! Estoy hablando de los años 40. En mi casa como tal, convivían sin pudor el flamenco jondo, con el pop, la copla, el rock… Recuerdo la música «guatequera» de las fiestas que organizaban mis primos mayores. Los enanos alucinábamos escondidos detrás de los cortinajes. Casi más que la música (Los Salvajes, Los Puntos, Los Sirex, Los Brincos, Karina, Raphael, Tony Ronald, etc) ¡nos sorprendía la estética! Mi mayor deseo era cumplir 18 años para llevar esas minis, que más que faldas parecían cinturones anchos.

¿Cuál fue el primer disco que compraste?

Fueron tres a la vez. Estuve muy enferma con doce años, a punto de palmar. Cuando “resucité”, mi padre me dio un dinerillo para que “me comprara lo que quisiera”. Lo invertí todo en música: “Blood on the tracks” (Bob Dylan, 1975), «The Doors» (The Doors, 1967) y «Pearl» (Janis Joplin, 1971). Los conocía de oírlos por la radio. Cuando les vi las caras me horroricé. Me pareció que el dios de la belleza era muy injusto con los músicos, especialmente con el género masculino. Beatles, Rolling Stone, Led Zeppelin, The Clash, Ramones, Pink Floyd, (…) Joy Division, Chemical Brothers, Oasis, Blur, (…) Justin Bieber… Elvis Presley y Enrique Morente son de las pocas excepciones que confirman esa regla. Nunca entendí el fenómeno grupie, al menos desde el ángulo de la belleza corpórea.

¿Y el último?
Un recopilatorio maravilloso de Maria Callas editado en Alemania.

Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
«Woman to woman”, Recopilatorio pop de voces femeninas; lo compré en Alemania, por una canción de Michelle Shocked, ‘Anchorage’. Después descubrí lo acertado de mi compra. En España se editó años después “Woman to woman 2”, bastante más flojo. Otros son: “Zobi la Mouche” (Les Negreses Vertes). “The dark side of the moon” (Pink Floyd). “Licensed to ill” (Beastie Boys). “Unbehagen” (Nina Hagen)…

Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
“Songhay” (Ketama), en la música existe un antes y un después a partir de esa creación. “Mujer y Sentimiento” (Los Coyotes), aquí está nuestro rock latino: Víctor Coyote, otro creador fecundo y original como pocos. “Honestidad Brutal” (Calamaro), una obra maestra. “El pequeño reloj” (Enrique Morente), es un trabajo de ficción, increíble el criterio, rigor y audacia con los que amalgama el flamenco antiguo a una vanguardia impensable. En realidad, la obra de Morente se puede entender en mayor o menor medida, pero está preñada de matices geniales y únicos. Pocas veces se movió buscando la comercialidad. Él se denominaba a sí mismo un underground, un indie del flamenco. Su definición perfecta. El defecto de Morente es que solo sabía parir obras de arte.

Un disco doble al que no le sobra nada.
«Ella abraça Jobim”. Ella Fitzgerald lleva a su terreno las composiciones de Jobim. APOTEÓSICO.

Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
Para empezar, a José Soto «Sorderita» (quién aún no ha perdido la esperanza de ser producido algún día por Quincy Jones). Es inconcebible que un artista tan innovador y revolucionario, creador y artífice de Ketama en su mejor época, esté tan alejado de la actualidad. También rescataría al trío Los Jilgueros (Belter), hacían una especie de flamenco pop extraño a principios de los 60. El rescate continuaría por el Carrete (de Almería) y el Negrillo La Chanca (cantaor afillao espeluznante y tocaor con una pulsión jerezana acongojante).

¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Por venir de la familia que vengo, los conciertos forman parte indisoluble de mi adn desde antes de nacer. El primero al que voluntariamente fui, no porque me sedujera, sino porque las chicas de clase decidieron por mayoría ir, fue a uno de Luis Eduardo Aute y Rosa León en Almería. Tenía trece años. Reconozco que sonaron muy bien y el gentío gritaba entusiasmado, especialmente las chicas.

¿Y el mejor concierto que has visto?
Carlos Santana en Conde Duque, Madrid. Hubo una comunión público-artista próxima al éxtasis. Enrique Morente con Pepe Habichuela en el desaparecido Teatro Albéniz. Flamenco jondo al desnudo. Y otro alucinante fue el que se lió después de un concierto de Morente en Conde Duque (también). En un garito de Malasaña se juntaron él, Pepe Habichuela, músicos de la Bollywood Strings, Estrella, Aurora Carbonell, Montoyita, Paquete, El Negri, Las Negris… esa noche hubo muchos duendes sueltos.

Elige y razona tu elección:
Serrat/Aute.

Llega el momento de decir que la bipolaridad no es mi «mejor» defecto. Entre uno y dos, existe un universo desconcertante esperando ser conquistado. Cómo no vibrar con el punto mediterráneo de Serrat. Cómo permanecer impávida ante el susurro del Leonard Cohen español. ‘Dentro’ es de las mejores canciones de amor-sexo que conozco. Qué manera más elegante de describir un acto de onanismo.

Sabina/Calamaro.
Actualmente los dos andan en terreno baldío. Es lo que tiene el cambio climático (risas). Ojalá que Calamaro resucite, aunque… ¿podría superar “Honestidad Brutal”?

Nacha Pop/Los Planetas.
Viví de cerca el primer disco de Nacha Pop. Luego me aburrieron un poco. Me gusta la propuesta y evolución de Los Planetas. Frotarse con Enrique Morente, descubrir el flamenco, les dio un giro engrandecedor. Lástima que no se prodiguen en directos.

Nacho Vegas/Quique González.
«Y qué culpa tengo yo, si no puedo remediarlo, que te quiera, es imposible, porque yo, en mi corazón no mando” (Manuel Molina).

La Mala/La Bien Querida.
Aunque La Bien Querida tiene un punto Planetas que me atrae, las sobrecogedoras declaraciones de principios con las que La Mala irrumpió en la música, me atraparon sin remisión posible. ‘Tengo un trato’ o ‘La cocinera’ son palabras mayores de una ingenuidad que araña lo perverso.

Jacques Brel/Serge Gainsbourg.

Brel es la poesía bella y dolorosa. Gainsbourg es la carnalidad hecha poesía. Falta Léo Ferré y su sublime ‘Avec le temps’. Por cierto, Montse Cortés hizo una versión abrumadora, ‘Con el tiempo’, adaptada espléndidamente al flamenco.

Frank Sinatra/Elvis Presley.
Los dos forman parte inexorable de mi infancia y adolescencia. No elegí escucharlos, pero ya no puedo vivir sin ellos.

Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
Sin duda alguna, Marvin Gaye. Qué sensualidad más peligrosa.

Tom Waits/Lou Reed.
Sendos artistas me fascinan, especialmente el Lou Reed de los primeros tiempos, con la Velvet. Sendas personalidades me repelen (aunque la música está llena de personalidades repelentes). Después de haberlos vivido a los dos en directo, los prefiero en CD (vinilo, digital, etc). Al menos puedo fantasear.

Michael Jackson/Prince.
Los dos son pesos pesados. “Thriller” es uno de los mejores álbumes de la música pop (con Quincy Jones ahí detrás). Y Prince, aún en momentos de sequía, compone alguna perla que salva el álbum por «malo» que sea. “Around the world in a day”, con esa baterista kamikaze que es Sheila E., es un imprescindible, o “Prince” (1979), o singles como ‘I could never take the place of your man’, ‘So blue’…

The Rolling Stones/The Velvet Underground.
Estoy mucho más próxima a la Velvet. No concibo la BSO de mi vida sin el “Transformer” de Lou Reed.

Bob Dylan/John Lennon.
El punto rockero de Lennon engrandeció a los Beatles. Por esa «fisura» entré en ellos. Y Dylan, siempre tiene algo que decir y algo de lo que discrepar.

Neil Young/Elvis Costello.
Me enamoré de Costello en 1993, con “The Juliet letters” (por cierto, la primera vez que lo escuché fue gracias a «El Ambigú», de Diego Manrique). Neil Young quedó un paso atrás, a pesar de “On the beach”.

Youssou N’Dour/Fela Kuti.
Fela Kuti practicó mucho aquello de restregarse con la vida y recaudar adeptos. La cora de Youssou N’Dour me cautivó plenamente en el «Songhay».

¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
Empecé en «La Luna» escribiendo de cine. Pero la vida tiene un Plan y no pide permiso.

¿Quién fue tu maestro periodístico?
Diego A. Manrique es el punto de inflexión en mi vida. Hablo desde el conocimiento de haber trabajado con él. No sé de nadie que conozca mejor el mundo de la música desde todos los ángulos y que lo cuente con esa maestría soberbia. Además es un gran escritor. De Alfredo Amestoy aprendí los entresijos de la televisión. De Eduardo Ladrón de Guevara, la capacidad de improvisar en situaciones desconcertantes. Mi formación periodística no estaría completa sin Juan Antonio Carbajo. Soy una afortunada.

Un equipo de fútbol.
No entiendo de fútbol. Por la cosa sentimental, tiro hacia el Almería y la selección de la República Checa. Disfruté mucho viendo jugar el mundial con la selección de futbolistas que hizo Vicente del Bosque, un tipo fascinante, extremadamente modesto. Gente así me emociona. Son los más sabios.

Un político.
Admiro profundamente el trabajo y la honestidad de Nicolás Salmerón y la de Mijail Gorvachov. Es triste que ambos, en espacios y tiempos diferentes, no pudieran continuar sus planes visionarios.

Una ciudad para vivir.
¿Solo una? No puede ser. Veamos: Madrid, a pesar de la involución política, es una gran escuela. Lo mismo pasa con Londres. Berlín tiene una capacidad de reinventarse sorprendente; y un atractivo decadente salvaje.

El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Unos cuantos… aunque desde que decidí ser madre, prefiero no decantarme. Los músicos y su entorno, no dudan en propinar amenazas si no son alabados como ellos desearían. Algunas son tan refinadas como “te voy a cortar los tendones de las rodillas (¡!)”, “la mataré con una raya de estricnina” (¡!), y otras tantas lindezas. Este es uno de los lados sucios de la música.

¿Vinilo, CD o mp3?
Me encantan los vinilos. Crecí con ellos. Esas portadas tan lustrosas, el tacto del papel, de los surcos del vinilo, el olor… Sin embargo, son demasiado pesados, te anclan a un lugar y cortan las alas a un ser libre. Obligan a echar raíces. Las raíces no me entusiasman. Reconozco el poderoso influjo práctico de la digitalización.

La película que nunca te cansas de volver a ver.
No sabría decir cuántas veces he visto “La ventana indiscreta”. O “Pulp Fiction” en su versión original. Y últimamente “Twenty four hour party people”.

El libro que nunca te cansas de releer.
Muchísimos. Depende del estado emocional en el que me encuentre. “El tercer ojo”, de Rampa (que me lleva a mis trece años). “La vuelta al mundo en 80 días” de Verne (a una infancia placentera). “El amo del corral” de Tristan Egolf (cuándo quiero recordar la bestialidad miserable del ser humano). “Débora Blenn” de Jesús Ferrero (Berlín y Almería como testigos apasionantes del drama)…

Una serie de televisión.
De ahora, “iCali.com”, “Amar en tiempos revueltos”. De antes y de siempre, “Viki el Vikingo”, “La pantera rosa”.

Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?

Ninguna. En ocasiones hay que restregarse con la vida. Los supermercados son un filón a descubrir en experiencias y emociones.

Anterior entrega de Fotopress: Gernot Dudda.

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