El disco del día: Rumer

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«Suena terriblemente atemporal, con su enorme capacidad para detener el tiempo merced a melodías deliciosas, arreglos portentosos y una producción cuadrada, perfecta cual maquinaria de reloj suizo»

Rumer
«Seasons of my soul»
ATLANTIC/WARNER


Texto: JUAN PUCHADES.


Avalado por cinco estrellas, máxima puntuación, y destacado como disco del mes en la revista «Mojo», «Seasons of my soul» fascina a todo aquel que lo escucha –los medios británicos están encantados con él– con esa producción tan deudora de las de Burt Bacharach; quien también, a su edad, ha caído en las redes de esta debutante de 31 años, invitándola, incluso, a cantar en su residencia.

¿Tanto revuelo está justificado con un disco de estreno? Sí y no. No, porque lo que hace la cantautora inglesa de origen paquistaní Rumer (de nombre real Sara Joyce) no es nada nuevo: Carole King ya estuvo en ello, y Dusty Springfield, y los Carpenters, por tanto no hay de qué sorprenderse. Una vez más, estamos ante un disco que sigue al milímetro patrones ya existentes, de sobra conocidos. Sin embargo… hummm. Y aquí viene el sí, la razón por la que se justifica que «Seasons of my soul» tenga encandilado a público, artistas y medios: En un tiempo en el que las tendencias, por lo menos en el «mainstream», se han volatilizado, quizá para siempre, y con ellas se han esfumado las guías para seguir el viaje, la sorpresa salta en cualquier rincón. Además, con las grandes producciones brillando por su ausencia, lo de Rumer es como un puñetazo sobre el tablero de juego. Tampoco hay que perder de vista que, en estos momentos, los compradores de discos son, mayoritariamente, público adulto, así que no hay que extrañarse de que, por tanto, productos con sello clásico puedan sacar cabeza entre el vertedero de sonidos adolescentes. Y si bien es cierto que el soul suave, levemente cadencioso y con pinceladas folk de Rumer no descubre nada, nos retrotrae a tiempos en los que la música comercial –y lo que practica Rumer es exactamente eso– se asentaba sobre toneladas de calidad, derrochando magnificencia. Y eso, hoy, suena terriblemente atemporal, con su enorme capacidad para detener el tiempo merced a melodías deliciosas, arreglos portentosos y una producción cuadrada, perfecta cual maquinaria de reloj suizo, creando un sonido que puede ser disfrutado por cualquiera, desde el curioso despistado al indie, pasando, claro, por el seguidor del pop clásico. Esa es la capacidad de unos sonidos que, simplemente, no pertenecen a ninguna edad, tiempo o lugar, que se sitúan, con sus hechuras de gran pop, por encima del bien y del mal. El mérito de lo logrado, de su capacidad de fascinar sin remedio es de las canciones de Rumner, de su voz de terciopelo, pero también, y mucho, del productor, Steve Brown, que hay sabido moldear materiales nobles para que brillen con luz propia. Ambos han logrado un disco impecable, que quizá no merezca cinco estrellas, pero desde luego, cuatro las consigue de largo.

Anterior entrega del disco del día: Oso Leone.

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