Lagartija Nick: Fase de regeneración

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«Cuando te metes en la fase creativa, tú eres la propia llama de la destrucción o estás rodeado por un espíritu saboteador. Cada disco lleva dentro tanto el empuje de su desarrollo como el empuje de su destrucción. Una destrucción que resulta necesaria para la regeneración»

Coincidiendo con la publicación del disco número once de Lagartija Nick, «Zona de conflicto», y convertidos en trío, Eduardo Tébar conversa con Antonio Arias; del nuevo álbum, pero también, cómo no, de Morente, el amigo, el maestro, el gurú.


Texto: EDUARDO TÉBAR.
Fotos: PEPE TORRES.


Once discos en veinte años de publicaciones. Los números zanjan cualquier sospecha: Antonio Arias no baja la guardia. Como una esponja, el líder de Lagartija Nick absorbe de poetas y científicos para edificar su cosmovisión. Febril y zigzagueante: “Pocos grupos han cometido suicidios tan evidentes como nosotros. Morente siempre me decía que, perseverando, hasta los errores se convierten en aciertos”. “Zona de conflicto” es el primer lanzamiento de Lagartija Nick desde el fatídico cambio en el guión el pasado 13 de diciembre. La muerte del gurú, del Ronco del Albaicín, impone un después en la trayectoria de la formación granadina, que ahora opera como trío tras la salida de Lorena Enjuto. Antonio Arias retoma el bajo –“poca gente en este país lo toca como él”, comenta J, de Los Planetas–, Víctor Lapido fortalece el cortinaje eléctrico de guitarras y Eric Jiménez aporta casi todas las percusiones, cediendo el testigo por momentos a su suplente, David Fernández. Un álbum oscuro y desaliñado, distanciado de los Lagartija del último lustro. Retrospectiva y paso adelante.

Antonio, choca el abismo entre algunas maquetas y el resultado final.
En principio, lo pensamos como una grabación mucho más rock, más de trío. Algo más crudo, sin elaborar, con toda la energía del grupo. Cuando entramos en el estudio, las canciones pedían cierto tipo de instrumentación. Cosas que van más allá del concepto de guitarra, bajo y batería. Unas tiraban por una estructura más estándar y otras buscaban más libertad. En los ensayos teníamos pensado un tipo de disco, pero en el estudio nos dimos cuenta de que había otros sonidos que podíamos desarrollar.

Pienso en ‘Tiempo de exposición’, que al principio era puro Syd Barrett y ha terminado en after-punk anfetamínico.
Algunas canciones se maquetaron para un proyecto de José Callado, que es el autor de la portada. Cuando estoy solo tiro mucho por Syd Barrett. A la hora de aplicarlo al grupo, salen otras cosas. Es lógico, después de tantos años trabajando juntos Eric, Víctor y yo. El conocimiento que tenemos de nosotros mismos termina primando. Eric sabe más lo que me gusta a mí que lo que le gusta a él.

En solitario, con “Multiverso”, se notaron mucho tus influencias básicas. ¿Dejas ya el ruido para Lagartija?
“Multiverso” es una excepción. Ahí libero mis inquietudes más primarias, la pasión por el rock más sencillo. Sin embargo, Lagartija me encorseta al tiempo que me hace más libre. Puedo derrochar más energía en las canciones. El grupo tiene demasiada personalidad.

El grupo se reduce a trío con la marcha de Lorena. ¿Cómo os afecta?
El problema es que no hay ningún problema. El año pasado tocamos como trío en Varsovia. Y la gira de aniversario de Val del Omar se sustentaba en guitarra, bajo y batería. El repertorio antiguo suena bastante rodado. En cambio, me preocupa cómo van a sonar las canciones nuevas en directo. Es posible que recurramos a J.J. Machuca, teclista de Eskorzo, para algunos conciertos. Nuestro núcleo es fácilmente moldeable. Procuramos evitar la rigidez de un trío.

Y doy fe: las canciones de “Inercia” y “Su” avasallan tocadas por tres.
Son discos muy rodados. No se nota ninguna diferencia porque haya una o dos guitarras. Su expresión está en la intensidad con la que se toca ese repertorio. En directo contamos con el valor añadido de la fuerza de la gente. Se trata de un puente rápido, un atajo entre nosotros y el público.

Con este disco superáis una etapa muy pop, la que arranca en el homenaje a Los Ángeles. Algunos pasajes recuerdan a los Lagartija más opacos y caóticos.

Con “Multiverso” me quité una espinita que tenía desde Los Angelicos, nuestro grupo de versiones de Los Ángeles. Ahora volvemos al salvajismo. Un tema como ‘Crimen, sabotaje y creación’ recuerda a canciones como ‘Porno-stereo’ o ‘Eclipse’; estrecha un puente con nuestra etapa más dura. De hecho, no me gustan los coros de este disco. Parecen un cliché de lo anterior.

El sabotaje y el crimen de la fase creativa. ¿Es otra de tus célebres teorías?
[Sonríe] Es que dentro de cada creación hay un sabotaje. O un saboteador. Me inspiré en el libro “Reescribiendo Génesis”, del científico y poeta David Jou, con quien ya colaboré en “Multiverso”. Dice: “De la gloria de Dios al sabotaje del universo”. Como si el universo fuera obra de un dios menor, un saboteador que no sabe que es Dios. Me interesan estos conceptos. Cuando te metes en la fase creativa, tú eres la propia llama de la destrucción o estás rodeado por un espíritu saboteador. Cada disco lleva dentro tanto el empuje de su desarrollo como el empuje de su destrucción. Una destrucción que resulta necesaria para la regeneración.

La idea de la regeneración también surge en ‘Warsawa’. Parece que todos los caminos te llevan a Joy Division…
Esta canción se ha quedado en el aspecto más formal. Me acordaba del primer nombre de Joy Division, aunque también de nuestra estancia en Varsovia. Hay una iconografía aplicada a la inminente demolición del Gueto de Varsovia. Los recuerdos duelen. Y Varsovia es un ejemplo de regeneración. La ciudad está totalmente reconstruida. El concepto de reciclaje está presente en este tema.

En Varsovia llenasteis una sala de hechuras notables hace unos meses. ¿Sorprendido?
Los polacos tienen un espíritu curioso con el rock en general. Sí, fue una sorpresa para nosotros. La gente va a los conciertos para escuchar cosas nuevas. Es una zona de Europa que pocos grupos han explotado. En Granada tenemos el ejemplo de Eskorzo, que se han movido mucho por ahí y les ha ido muy bien. No me extraña, porque el público es maravilloso y bastante inquieto.

¿Me equivoco o ‘Zona de conflicto’ es uno de los temas más dolorosos que has escrito?
Leí la primera frase en una revista de astronomía. Hablaba de la velocidad de los objetos. No hay nada que podamos menospreciar. Cualquier cosa puede atravesarte y matarte. Pero tampoco se puede estar tan alerta ante el mundo. Cabe rezar o alejarte de la zona de conflicto. No hay quien sobreviva a ese terror. En algunos cuentos de terror, la arena puede destrozar la piel. La letra de esta canción deja un poso de amargura.

Por lo general, es un álbum gris.
Existía la intención de que reinara cierta melancolía. No queríamos otro disco de canciones cortas e inmediatas, como “Larga duración”. Se observa una división de dos caras. Una con intenciones más alegres y otra más oscura y ruidosa. En realidad, son como dos discos en uno. Como las dos caras del teatro: una quiere reír y la otra quiere llorar.

Dudaste mucho con el título. ¿Por qué?
Yo quería ponerle “¿Hay alien ahí?” [risas]. A Nore, el manager, le parecía un chiste. También barajé “Crimen, sabotaje y creación”. Luego me han hecho observaciones de que “Zona de conflicto” va bien con el giro oscuro. Si por mí fuera, lo hubiese titulado de otra forma. Pero no le doy mucha importancia.

¿Y has sufrido con las letras?
He intentado abandonarme en los dos últimos discos de Lagartija Nick. No quiero ir con cientos de páginas escritas en libretas. Antes procuraba tenerlas en la cabeza. Ahora me interesa la escritura un poco más espontánea, sin ir con ideas desarrolladas. Persigo más frescura en la interpretación y en la generación de las letras. Quedan menos elaboradas, pero es que ya no me obsesiona que parezcan poesías. Es decir, lo que no son. Las letras de las canciones sólo deben servir para decir lo que quieres cantar. Mis pretensiones han quedado resueltas en proyectos como “Val del Omar” y “Omega”. Mal asunto cuando la letra de una canción parece una poesía. Pero peor aún cuando el poema parece la letra de una canción.

«En nuestro código genético musical, uno de los componentes más fundamentales desde ‘Omega’ es la influencia de Enrique Morente. Tanto por su calidad creadora como por sus teorías sobre la improvisación en el directo. Hemos aprendido muchas cosas de él»

CAMINANDO SIN MORENTE

“Zona de conflicto” está dedicado a Morente, que tenía previsto participar en la grabación. ¿Cómo lo encajas?
Era inevitable dedicárselo. Enrique iba a colaborar en la canción ‘Vuelo nocturno’. Lo habíamos aplazado varias veces por cuestiones de agenda. Incluso me planteé meterla en “Multiverso”. Estaba todo listo para grabarle cuando recibimos el bombazo de su muerte, tan inesperada. Nos partió el corazón. Aún así, hay partes del disco con guiños a nuestro trabajo con él, como los martinetes con los que abríamos algunos conciertos. A veces nos poníamos los flamencos y los rockeros haciendo el círculo. En nuestro código genético musical, uno de los componentes más fundamentales desde “Omega” es la influencia de Enrique Morente. Tanto por su calidad creadora como por sus teorías sobre la improvisación en el directo. Hemos aprendido muchas cosas de él. Necesitaremos recapacitar mucho sobre la influencia tan bestial que tiene en nosotros. No solo este disco es un homenaje a Enrique. Todo lo que hemos hecho después de “Omega” lleva esa marca. Nos quedamos con esa fortuna, esa suerte: haberlo vivido y tocar con él.

“Omega” ha quedado como el paradigma del Morente definitivo.
Siempre he creído que “Omega” es trascendental. Después de la muerte de Enrique, mucho más. Ese trabajo nos ha hecho inmortales porque es donde Enrique se encuentra en plenitud de facultades. Estaba haciendo algo que no había hecho nunca antes. Luego lo repitió con otros grupos, pero nunca le pilló igual. Transitábamos terrenos desconocidos tanto para él como para nosotros. Flotábamos sin tener suelo firme debajo. De esa forma, la máxima era la superación. Cruzamos por la vida de Enrique en un momento clave, y eso nos catapultó. En nuestro ambiente, ese proyecto era una locura. Abandonábamos nuestra trayectoria por grabar un disco como “Omega”. Ahora todo tiene mucho más sentido. En aquella época no tenía ninguno, excepto para nosotros.

Se hace necesario, ahora más que nunca, un DVD de “Omega”. ¿Rastreas los altillos?
Recopilamos material tanto Morente por su lado como nosotros por el nuestro. Fue después de la reedición, en 2008. Hablábamos de un disco doble, con muchísimas cosas inéditas. Hay muchos conciertos grabados, algunos televisados en directo con varias cámaras. Material como para una caja potente de “Omega”. Esta idea siempre nos rondaba a todos mientras estábamos ocupados con nuestros respectivos proyectos. Se conservan infinidad de grabaciones de toda su obra.

También conservas tus diarios de la época.
Un amigo me ha propuesto recrear la historia de “Omega” en un cómic. La idea me parece bonita y la pondré en marcha en los próximos meses. Me gusta el aspecto iconográfico de este gesto de homenaje a la obra y a la experiencia. Los diarios servirán para ajustarnos al relato cronológico. También se editará pronto un libro sobre “Omega”. Al final, el disco es como un big bang. Tanto hace como sugiere. De hecho, en agosto nos reuniremos para tocar en el Sacromonte, en el mismo lugar donde tuvo lugar el homenaje a Joe Strummer en 2003. J y yo estamos viendo qué versiones se podrían hacer. Con Enrique se da la circunstancia de que el personaje se conoce mucho más que la discografía. El paso siguiente es dar a conocer su joyas: “Sacromonte”, “Cruz y luna”, “Misa Flamenca”, sus cantes de Chacón… Queda un trabajo interesante. Evangelizar como él nos evangelizó a nosotros.

Es curioso, Morente insufló aire tanto a Lagartija Nick como a Los Planetas en momentos de confusión. Os llevó de la mano, a los del rock.
Sí, en momentos cruciales de nuestras carreras nos reorientamos mirando hacia nuestro patrimonio cultural. Debíamos conocer el flamenco y tuvimos la suerte de contar con él. Nadie mejor que un genio del calibre de Enrique para introducirte en ese mundo. Él no pretendía ilustrarse en el rock. Más bien, se esforzaba en convertir al flamenco a la gente que le rodeaba. No era una cuestión de conversión, sino de conocimiento, de explotación de nuestra propia cultura. Morente es un referente de mucho peso. Como Dylan para cualquier norteamericano o Cohen para los canadienses. Aquí seguirá existiendo un vacío porque no hay artistas de esa envergadura. Figuras como Serrat no llegan, pero Enrique sí.

¿Pesa el sentimiento de orfandad?
Los días posteriores a la muerte estábamos en shock. Cualquiera que lo conociera sabía que era un gurú. En el trato, las cosas que decía eran experiencias vitales sintetizadas, con muchísimo mensaje. Siempre buenos consejos. El hecho de trabajar con Morente nos cambió la percepción de la música y de la industria. ¿Cómo puede un artista mantenerse a un nivel tan enorme en este negocio? Fue un gurú para nosotros y se lo dijimos en más de una ocasión.

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