El disco del día: Señor Mostaza

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«Una bulliciosa coctelera en la que predominan las melodías radiantes, los teclados chispeantes, las armonías vocales celestiales y el ingenio de unos textos en los que la ironía y el sentido del humor constituyen las herramientas más lúcidas para descifrar el absurdo de nuestra cotidianeidad»


Señor Mostaza
«Podemos sonreír»
HALL OF FAME


Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.


Habrá quien les considere una bendita anacronía, el caso es que Señor Mostaza siguen siendo, y nunca es tarde para recalcarlo por enésima vez, una de las bandas más injustamente ninguneadas de la escena estatal. Desde que debutaran en 2002 con el «Pianoforte EP» han ido creciendo con cada nueva entrega, demostrando que nadie mejor que ellos sabe invocar por estos lares las travesuras de Ben Folds Five, Randy Newman, Beatles, Billy Joel o el Elton John más reivindicable, nutrientes todos ellos (entre muchos otros que seguramente se nos escapen) bien agitados en una bulliciosa coctelera en la que predominan las melodías radiantes, los teclados chispeantes, las armonías vocales celestiales y el ingenio de unos textos en los que la ironía y el sentido del humor constituyen las herramientas más lúcidas para descifrar el absurdo de nuestra cotidianeidad. Demasiado clásicos para los cazadores de tendencias, demasiado descreídos para quienes se dejan engatusar por los predicadores de verdades absolutas, demasiado barrocos para el gusto medio que nuestras FMs (o lo que queda de ellas) ha ido configurando durante años en un público finalmente adocenado… Así podríamos seguir hasta el infinito, tratando de buscarle explicación al ostracismo popular (más allá de un fiel pero reducidísimo núcleo de acólitos) de la banda capitaneada por Luis Prado, ese tipo al que todo el mundo debería conocer por algo más que sus servicios como teclista de apoyo de M Clan, Fito & Fitipaldis o Miguel Ríos.

«Podemos sonreír» es el cuarto disco (tercero largo) de su impecable discografía, y no es nada exagerado ni gratuito concluir que es el mejor. Como mínimo, y eso sí que no admite discusión, el más enérgico, el más rotundo, el más compacto. La voz y el piano de Luis Prado siguen marcando la pauta, al mando de una nave en la que la guitarra de Paco Tamarit, el bajo de Alejandro “Boli” Climent y la batería de Edu Olmedo son puntos de anclaje ya totalmente insustituibles. No traten de buscarle a este disco grietas ni fisuras: ni le sobra ni le falta nada. Cada cual tendrá sus debilidades particulares; aquí al menos nos quedamos con cinco temas extraordinarios, cuya escucha, en estos tiempos de consumo compulsivo y apresurado de música pop, recomendamos encarecidamente: ‘Bipolaridad’, ‘Ojalá pudieras ser’, ‘Historia de lo vuestro’, ‘No tocaremos para ti’ y ‘Eurovisión 70’s/Podemos sonreír’. “Todo lo que sé, todo lo que aprendí, está en tu habitación en viejas cintas TDK, que sé que nunca volveré a escuchar”, dice Prado en el ‘Epílogo’ que pone la puntilla a este estupendo disco. Apunte generacional que nos sirve para subrayar que lo que sería un pecado es dejar pasar la oportunidad de escuchar un álbum como este, todo un tratado de pop artesanal y hechuras clásicas, de los que precisamente no abundan por estos pagos.

Nota: El concierto programado para esta noche (5 de diciembre) en Valencia, en la sala El Loco, ha sido suspendido por problemas de la sala.

Anterior entrega de El disco del día: Los Robbins.

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