Operación Rescate: «Cargo de mí» (1986), de Julio Bustamante

Autor:

Bustamante
«Cargo de mí»
DISCOS MEDICINALES, 1986

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

La discografía de Julio Bustamante, aunque no muy abultada, es un laberinto que pareciera diseñado para ser sorteado únicamente por avezados expertos en su obra: LPs dispersos en discográficas minúsculas y en cortas tiradas, obras nunca reeditadas en CD… Pero los fieles siempre hemos estado atentos al más leve tam-tam que desde las calles de Valencia trajera el eco de una nueva rodaja del sinuoso maestro en el arte de la canción pop confesional.

La jungla urbana avisó, allá por 1986, de que Julio –por entonces únicamente Bustamante; el nombre hubo que añadirlo cuando el «triunfito» así llamado apareció en escena– traía nueva criatura al mundo, la segunda –sin contar los dos singles de In Fraganti, el trío en el que se asoció con Remigi Palmero y su hermano Tico–, «Cargo de mí», editado por Discos Medicinales, pequeño pero valeroso sello castellonense puesto en marcha por otro ilustre viajero pop de las carreteras secundarias, Miguel Ángel Villanueva; sí, el artífice de Los Auténticos, Los Plomos y Los Brujos.

«Cargo de mí», ya en un vistazo rápido en los estantes de la tienda de discos (Oldies, para más señas), delataba una importante novedad respecto al estreno de seis años antes: estaba cantado en castellano, como en In Fraganti; no en valenciano, como «Cambrers», el LP de debut. Nunca he tenido manías con estas cosas, ambas son mis lenguas naturales, así que me lo llevé sin haberlo escuchado. Bustamante es mucho Bustamante, y poco importa conocer el contenido de sus discos antes de desembolsar el precio marcado.

Ya rodando en el plato, recuerdo una sensación extraña, la de que a Julio uno lo relacionaba con el calor, con el verano, con el sol, y que este parecía un disco invernal, frío, desolador. Sí, si «Cambrers» había supuesto una conmoción para algunos por lo lúdico y vitalista de su planteamiento, por lo soleado de su sonido, por lo próximo y original de sus canciones, en «Cargo de mí» aquel espíritu algo infantil, de tiempo detenido como en una postal de colores indelebles, se esfumaba y aparecía un Julio más reflexivo, como si el niño grande hubiera dejado de serlo y hubiera despertado a la vida, para descubrir que esta es una pesadilla. A ello contribuía una producción escueta, firmada por José Manuel Moles (por aquellos tiempos en Vídeo) e interpretada por el trío In Fraganti con apoyo de Villanueva, en la que los teclados adquirían mayor protagonismo y una atmósfera bastante descorazonadora la cruzaba de lado a lado. Era como si «Cambrers» se hubiera grabado en un radiante día veraniego a la plácida sombra de una palmera y en compañía de buenos amigos, y este en un vacío y amplio salón, de brillantes y gélidos suelos de mármol, mientras la tempestad azotaba en el exterior. Veinticinco años después, esa sensación permanece, y la de saber que sí, que Julio había crecido, como ratificaría en obras posteriores, en las que el lúcido adulto que aquí se presentaba se abrazaría con el niño soñador de antes, encontrándose los dos Bustamante que habitan en el único Julio.

El disco se abre cantando, en ‘Ellos sólo duermen’, que «Uno de estos días sale un barco. Cojo la maleta con cuatro cosas dentro / Y huía y huía. Huía y huía, lejos de las costas de la melancolía», como avisándonos de que sí, que la tristeza ha cazado al autor y quiere escapar de ella.  Añoranza de tiempos mejores se encuentra en la espléndida ‘Me hiciste vivir’, una balada pop no alejada de la estética de Vídeo, del sonido estándar de mediados de los años 80. ‘Fuera de control’ aporta el momento más rock –aunque le falta algo de locura; en directo era un cañonazo– de esta colección y la letra más optimista. ‘El misterio de la Dama de Elche’ es un relato en el que emerge, otra novedad (también desarrollada posteriormente), el Bustamante más narrador, en un ejercicio literario con el que no es fácil emocionarse.

Abriendo la densa y opaca cara B, la deliciosa ‘Cargo de mí’ pide, abiertamente, un lugar donde refugiarse, alguien a quien agarrarse: «Hazte cargo de mí / No me dejes en la carretera al amanecer / Tienes sitio, me lo habías dicho». En ‘Dónde estoy’, con su melodía juguetona, casi reggae, la carga emotiva continúa: «¿Dónde estoy si mi corazón está atrapado y sólo tú lo puedes salvar?». Sigue girando el vinilo y llega la abisal, por momentos tenebrosa ‘Cenizas mojadas’, en la que se busca la luz en el túnel: «El futuro se yergue sobre cenizas mojadas / que el viento lleva y trae acabado el temporal. / Has de saber escapar cuando se ha puesto precio a tu cabeza». Para rubricar tanta desolación, y como cierre, llega ‘El Dios abandona a Antonio’, tema inspirado por un poema de Kavafis que también navega entre brumas vitales. No, Bustamante no parecía estar pasándolo muy bien en el periodo compositor que recoge esta obra (¡para eso sirven los discos, frente a los MP3s desnaturalizados y descontextualizados, para fijar momentos en la trayectoria de un creador!), la más oscura y asfixiante de su carrera –aunque, dos años después, «Salón Fujiyama» no es que lo mostrara mucho más positivo–, que contrasta con el blanco que el modisto Francis Montesinos eligió para el diseño de la carpeta, aunque la foto ya revela por dónde caminará la música. Un álbum marcadamente triste que nos mostraba una cara distinta de su creador, en evolución, tal vez a causa de las hostias que pega la vida, y cuya escucha no se recomienda en momentos de autoestima bajo mínimos.

Por cierto, que una reedición con nuevas mezclas que sitúen la voz más alta, no le sentaría nada mal a «Cargo de mí», el disco negro de Bustamante. ¿Alguien se hace cargo de ello?


Anterior entrega de Operación Rescate: Moris.

Artículos relacionados