Rockola, Discos. 30 de julio de 2010

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«Sabor de Gracia, elenco de gitanos del barrio barcelonés del mismo nombre con quince años en la carretera, han hecho un cuarto disco en que la rumba que les define se codea con géneros tangenciales»

Sabor de Gracia
«Sabor pa’rato»

WORLD VILLAGE/HARMONIA MUNDI

Pueden pasar sin ningún tipo de recelo, adelante. Los devotos de la rumba catalana con amplitud de miras, eso sí; los incondicionales de otros sonidos de querencia latina, con alegría porque aquí seguramente encontrarán lo que les entusiasma. Y es que Sabor de Gracia, elenco de gitanos del barrio barcelonés del mismo nombre con quince años en la carretera, han hecho un cuarto disco en que la rumba que les define se codea con géneros tangenciales. En parte tiene su explicación: trece de las quince canciones contenidas en el disco cuentan con colaboraciones de lujo. Y, educadamente, cuando les entra un colaborador se intentan adaptar a su estilo.

Así pasean por las canciones gentes de Ojos de Brujo o Chonchi Heredia, montan fiesta los Manolos o La Barbería del Sur, emociona José el Francés, se recupera a Parrita y para Jerry Medina se reserva una tremenda descarga. Para quienes no lo sepan Jerry es artista de Fania y ese espíritu moldea el disco, desde la declaración de principios que abre el disco con ‘Sabor pa’rato’ hasta ‘Siéntelo’ la salsa cubre medio disco. Nueva York más que Puerto Rico, All Stars más que Pescadilla y, si se ha de asimilar a algo más cercano, más Gato Pérez que Peret, no sólo por la versión del ‘Gracias corazón’ sino también por ese piano del inmenso Yumitus que oxigena todas las canciones.

Pero nos queda la otra mitad del disco, y la otra mitad tiende al Nuevo Flamenco que inventó Nuevos Medios. ‘Fatiguitas’ o ‘Tu duende’ combinan los dejes moros con la acústica jonda tan propia del género. Y puestos a viajar por estilos pues vayamos también a esos solos de guitarra progresivos de ‘Tau, tau’ o al deje canalla, casi de Caño Roto que Parrita consigue en el manifiesto gitano –atención al recuerdo final a Camarón– de ‘Nuestra cultura’.

Casi resulta paradójico que la canción que más se acerca al compás de la rumba de Barcelona sea ‘Sinelas Capoeira’, la que intenta resultar samba y por ello la que más se recuerda al delicioso hedonismo de onomatopeyas que es marca de la casa. Y a la vez demuestra que no es un disco disperso, bajo proclamas sociales y ritmos de otras barriadas está la actitud de los inicios: guitarras, palmas y diversión.
CÉSAR PRIETO.



La Familia Rústika
«Sin rumba fija»

KASBA

Que la rumba catalana vive una nueva edad de oro es un hecho, sólo hace falta estar atento a la cantidad de lanzamientos discográficos para constatarlo: Se solapan unos con otros (esta semana, en esta sección, tenemos dos ejemplos; uno encima del otro). Pero la rumba de Barcelona –que eso es, más que catalana– ya no es aquella ortodoxa que relacionamos con los clásicos, hoy, como cualquier género grande, vive en un sinfín de subgéneros y tendencias. Los puristas se podrán poner de los nervios (como pasó con el jazz, el reggae, el tango, ¡con el mismo rock!…), pero esa es la realidad, y si la rumba nació hija de otros estilos, hoy ella se alimenta, vive y crece, precisamente, gracias a la mixtura. Y a la mezcla se entrega con pasión La Familia Rústika, un combo de Hospitalet que debuta con este muy logrado «Sin rumba fija» (título nada casual) en el que despliegan un tremendo poderío musical, con la rumba catalana como punto de partida, un sonido de orquesta salsera como motor y cualquier ritmo latino como carburante. A ello hay que sumar unas canciones, todas firmadas por el vocalista, Dani Txarnego, demoledoras, apoyadas por unas letras sembradas, narrativas la mayoría, y de ingenio burbujeante, en ocasiones pasionales hasta la parodia, en otros momentos bellísimas («No sé si esto acaba, o siquiera empieza, / lo que sé es de un salto te has colado en mi terraza»); hijas tanto de Gato Pérez como del rock urbano, el bolero y de los paisajes retratados por Francisco Casavella en «El triunfo» (su primera novela, de 1990).

Hay que escuchar a La Familia Rústika sin asustarse por los patillotes, e impregnarse de canciones tan vigorosas como ‘Lola’, ‘Todas las mañanas’, ‘Haciendo glüh’, ‘Porteño de Barcelona’, ‘Si me lo pidieras’, ‘El ego azul’, ‘La mitad de nada’ o ‘Colgaíto’. Y sólo estamos ante un primer disco, así que, parafraseando al propio grupo, podemos decir que «queda por delante tremenda parranda». Que así sea.
JUAN PUCHADES.



Airbag
«Versiones y rarezas para Norbert & Cali»

WILD PUNK

¿Es Airbag un grupo de culto? Por supuesto. Y, por si alguien lo dudaba, ya sacian la demanda de sus ultras con un álbum de versiones y rarezas. Un recopilatorio para completistas que bien podría competir con maravillas de su discografía como «¿Quién mató a Airbag?» (2005) o «Alto disco» (2008). Se trata de un aperitivo, porque ya trabajan en material nuevo para publicar este año. Inmejorable guinda para cerrar capítulo una década después de su estreno. Aquí, sin embargo, quedan expuestas las debilidades y las tripas del power-trío malagueño. La apertura con un surf instrumental inflamado de distorsión y trompetas en plan Coronas (‘Vince Moaloka’), por ejemplo, para atacar más adelante a los Ventures (‘Walk, don’t run’) y homenajear a Juan de Pablos (‘Surf instrumental para separar fases’). Citas directas de los Ramones (‘Loudmouth’, ‘Please, don’t leave’), la mayor de sus influencias, a los que nunca habían incluido en sus trabajos. Recuerdos a Los Flechazos (‘Chica de Mel’), a Los Nikis (‘Maldito cumpleaños’) o a los granadinos PPM (traducen aquel lejano ‘Must be gone’ en ‘Se fue’). Vigoroso power-pop en frasco punk alzado por su punto fuerte: las letras. Piezas inéditas como ‘Buscando los regalos de Navidad’, ‘El piso’ o ‘Local 64’ encierran toda la esencia de la eterna adolescencia de Airbag. Un mundo cretino y bizarro.
EDUARDO TÉBAR.



Rosendo
«A veces cuesta llegar al estribillo»

WARNER

Esa tautología ingeniosa que afirma que fútbol es fútbol es idénticamente aplicable al hombre a una nariz y una guitarra pegado. Rosendo es Rosendo. Esta aplastante definición allana mucho el terreno a la hora de reseñar sus discos. Rosendo ha creado unos postulados sonoros que ya pertenecen al acervo rockero popular. Uno sabe perfectamente lo que se va a encontrar en las tripas de un disco firmado por él. Rock vacilón y tugurial con ansias de incordio, textos abiertamente crípticos, una guitarra peleona beligerando con el silencio, una atmósfera que nos recuerda que la dignidad es un recurso escaso y por tanto muy apreciado en medio de la insoslayable depredación social. Su nuevo disco es así. Imagino que su condición predecible provocará que muchos lo tilden de inmovilista y otros tantos alaben su fidelidad a un estilo sobre el que ejerce padrinazgo. Es la sempiterna trampa. Si haces cosas diferentes a las habituales te descalificaran aduciendo que no posees personalidad, pero si respetas unos estándares sonoros te acusarán de fosilización. No hay salida honrosa elijas lo que elijas. Así que lo mejor es hacer lo que te salga de ahí. Sin pensar en los demás.

Aunque Rosendo posee un cancionero fantástico, no suele rubricar discos a los que puntuar con matrícula de honor. No digo que sean flojos, sino que les falta un punto para alcanzar la redondez. Salvo su debut con «Loco por incordiar», de 1985, y quizá su ya penúltimo «El endémico embustero y el incauto pertinaz», de 2007, sus discos alojan maravillas que coexisten con temas menores. En «A veces cuesta llegar al estribillo» ocurre lo mismo, aunque esta vez la tarjeta de salutación con la que presenta los tres primeros temas es para quitarse el sombrero. El pegajoso single ‘Mala tiña’ pasará a lo mejor de su repertorio rockero. El medio tiempo ‘Tú que.. Yo que’ es un temazo que aporta sónicas novedosas resueltas con brillantez. ‘Amaina tempestad’ se convertirá en un nuevo himno para la ética de las convicciones y las referencias autobiográficas. Hay más hallazgos que te obligan a quitarte el sombrero y hacer una reverencia. Ahí están un desacostumbrado y emotivo reggae (‘La cera que arde’), y una loa a la integridad con texto sobresaliente presentada en plan acústico (‘Rompe la cadena’). El resto se puede enmarcar en reflexión inicial. Rosendo es Rosendo.
JOSEMI VALLE.



Cheikh Lô
«Jamm»

WORLD CIRCUIT/NUEVOS MEDIOS

Extraordinaria noticia el regreso de Cheikh Lô, uno de los músicos senegaleses más carismáticos, carnosos y espirituales de su entorno, y con una gran voz, áspera y sedosa al mismo tiempo. No graba discos muy a menudo, pero cuando lo hace, lo hace con todo el peso específico de los grandes varones de la música africana. Cheikh Lô es de los que saben trasladar con toda naturalidad a sus canciones un fuerte compromiso religioso y vital.

A diferencia de su trabajo anterior, «Lamp fall» (grabado en los estudios de Carlinhos Brown en Salvador de Bahía y con músicos brasileños, y por tanto mucho más festivo y exuberante), en «Jamm» se vuelve reflexivo y nostálgico, recuperando la esencia más pura de la música que escuchaba cuando era joven. El golpe de timón lo dio tras comprobar el escaso convencimiento de las grabaciones que hizo con toda la banda, poco consecuentes con el sonido original de las demos. Afortunadamente Nick Gold, el hombre fuerte de World Circuit, conservaba esas demos y pudieron rehacer de nuevo las sesiones partiendo de ahí y manteniendo los elementos estrictamente necesarios. Por aquí pasa también por supuesto el reminiscente sonido de las grandes orquestas que en los años 50 y primeros 60 inundaron de afrocubanismo las salas de fiesta de las por entonces pujantes repúblicas africanas. Piezas como ‘Il n’est jamais trop tard’ o la deliciosa ‘Seyni’ llevan esos danzones inscritos en su frente como una parte más de su cultura, arrancada hace siglos por la esclavitud y que ha vuelto renovada a la tierra de sus padres con aires más criollos. Precisamente en ‘Seyni’, a Cheikh le gusta chapurrear en un castellano que sólo entiende él y en el que rinde todo un homenaje al gran sonero Abelardo Barroso.

Los amantes del mbalax, del afrotropicalismo, la guajira, la Orchestra Baobab y la Bembeya Jazz National (por poner unos ejemplos bien sustanciosos) van a disfrutar enormemente con este trabajo.
GERNOT DUDDA.



Bright Baby Blues
«Coming back home»

AUTOEDITADO

Apetecible es el adjetivo que define a esta colección de canciones que firma Miryam Gutiérrez, abanderada del proyecto prácticamente bautizado como la composición de Jackson Browne ‘Your bright baby blues’ y que incluso llegó a las semifinales del Proyecto Demo 2010. A pesar de su juventud, Miryam atesora una carrera musical de diez años y un tratamiento exquisito de las influencias que beben del folk y el country. A sus tiernos quince años ya formaba su primer grupo folk-rock, Olwen.

Sorteando las comparaciones con otros grupos de la más que manida fórmula de «chica cantautora», Bright Baby Blues se aleja del pop ofreciendo aires muy norteamericanos, de hecho, prácticamente todos sus textos son en inglés. Muy bien acompañada de Aníbal Sánchez (Lester & the Bangs) a la guitarra eléctrica, siendo su media naranja musical, conforman un interesante dúo acústico en sus directos, con los que ya han recorrido el país en su totalidad.

Por otro lado y dentro de este trabajo participan Juan Marigorta (Zabriskie) al mando de la batería, bajo y teclados, y David Franco con el violín, aunque la banda ha sufrido algún que otro cambio.

«Coming back home» engancha desde el primer momento y aunque sea un EP no se hace nada corto, lo justo para desear nuevas composiciones de los leoneses. Se presenta con ‘Odd towns’, una cantinela de preciosa factura que va in crescendo según avanza tanto en fuerza de voz como en acompañamiento instrumental. Algo más eléctrica es ‘Rain’, el segundo corte que anima a continuar desgranando –con calma– este sencillo pero bien trabajado debut. El resto de canciones son de nota, ‘Eyes’ crea una atmósfera nocturna y aterciopelada que da paso a ‘All that blood’ y a ‘Coffe and wine’, la primera de tempo más lento y la segunda de arrolladora fuerza. Por último llega la única pieza en castellano, ‘Tarde tranquila’, sosteniendo el mismo esquema sonoro que confluye en todo el disco pero sabiendo aplicar una marca distinta que al resto de sus compañeras.
CHARLY HERNÁNDEZ.



Jerry King & The Rivertown Ramblers
«Ocala baby»

EL TORO RECORDS

Mecer y rodar. El ocaso de los cincuenta es un pozo sin fondo en materia de rock and roll. Para una banda del siglo XXI, imitar con escrúpulo los espasmos de aquel periodo conlleva el peligro de diluirse en la previsibilidad y provocar el bostezo. Se pueden calcar la exuberancia vital, el desasosiego sentimental y los compases frenéticos. ¿Y el sonido? Imposible. No obstante, la formación liderada por el cantante y guitarrista Jerry King publica su segundo disco tras la buena acogida que despertó su debut. El vocalista de Indiana no oculta su devoción suprema: Elvis. Tampoco el influjo de los Roy Orbison, Carl Perkins o Conway Twitty. Esta edición «hi-fi» del añejo y primitivo ritmo campesino alterna temas trotones con gustosos medios tiempos y baladas aterciopeladas. Atención: sin amarrarse a las recurrentes versiones como tabla de salvación. Se palpa la empatía con el rockabilly europeo –King declara a menudo su admiración a Jack Baymoore– y el acervo blanco del viejo country. De crío, Jerry King empezó entonándole a Dios en un coro góspel. Ahora supera el misticismo cuando le dedica a su chica ‘I apologize’.
EDUARDO TÉBAR.


NOTA: ROCKOLA SE DESPIDE HASTA EL VIERNES 3 DE SEPTIEMBRE. El resto de contenidos y secciones habituales de EFE EME seguirán publicándose durante el mes de agosto.


Anterior entrega de Rockola.

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