Rockola, Discos. 16 de julio de 2010

Autor:

«Su territorio era el de una sofisticación conscientemente impostada, perfectamente seguro de que una canción necesita ser, en primer lugar, literatura. Es, por ello, un estupendo narrador de pequeños cuentos y de estampas»

Carlos Berlanga
«Reproches y vehemencias»

EMI

Que Carlos Berlanga ha sido uno de los mejores compositores en castellano del siglo pasado está fuera de toda discusión; que su obra exhibe un mundo personal y le señala como clásico tampoco lo duda nadie. Esta antología de cuarenta canciones que ofrece un repaso a todos sus grupos y a su época en solitario no solamente demuestra con creces estos dos axiomas sino que, además, en una visión de conjunto, desvela la profunda y particular coherencia de todo su mundo poético. Ajeno a cualquier tipo de experimentaciones y obligado a evolucionar por las circunstancias, es mínima la distancia que separa ‘Tokyo’ y ‘Vacaciones’, por poner dos canciones de los extremos de su discografía. Un mundo hecho de lecturas costumbristas que tienden a la sátira leve con aderezos de ternura, un cosmopolitismo de serie B en que la pose es esencia y el lujo natural, un exotismo lúdico y festivo. Alta cultura rebajada para todos los públicos.

Tanto en solitario como al alimón con Nacho Canut su territorio era el de una sofisticación conscientemente impostada, perfectamente seguro de que una canción necesita ser, en primer lugar, literatura. Es, por ello, un estupendo narrador de pequeños cuentos y de estampas: con Pegamoides llenos de carnal realismo; con Dinarama, de melodrama de fotonovela; en solitario, de seducción.

Precisamente en esta última etapa, la más desconocida, apuntan canciones que habían quedado cegadas por sus éxitos y en las que afloran texturas que antes se le habían vetado: la tropical en el colchón de teclados de ‘El ángel exterminador’, en ‘Indicios de arrepentimiento’ un fondo de disco music a lo Philadelphia que casi parece estar reclamando la voz de Barry White. Pero también en los discos y grupos que han pasado a la memoria popular se pueden descubrir canciones menos valoradas, esa melodía tan hermosa de ‘Falsas costumbres’ o ese bolero tratado a lo moderno que es ‘Mentira’.

Y por si esto fuera poco para aconsejar la adquisición de este disco, un valor añadido es el desmesurado cariño con el que está hecha la selección. Añade demos inéditas, singles buscados, algunas grabaciones nunca editadas, versiones que no son las canónicas y que dan idea más cabal de la amplitud de criterios que siempre marcó a sus grupos. Aunque ello suponga que la versión de ‘El Hospital’ que se incluye –la de “Diez”– carezca de la intensidad de la de Pegamoides. Mal muy menor en un disco que demuestra que en castellano se puede hacer un pop moderno y personal, ambas cosas juntas suelen ser difíciles, en Carlos Berlanga eran tan naturales como respirar.
CÉSAR PRIETO.



Juan Luis Guerra
«A son de guerra»

EMI

Sin novedad en el frente. Y eso, que en otros podría resultar terrible y tedioso, en el caso de Juan Luis Guerra es francamente positivo, pues nos asegura un disco cero aburrido, pleno de melodías impecables, ritmos diversos, gustosos arreglos, letras de enjundia y producción mayúscula, todo de fabricación propia. Aunque sí que hay alguna novedad como, por ejemplo, cuando el dominicano rapea a su modo junto a Juanes en la monumental ‘La calle’ para dotar al tema del ritmo y complicidad necesarios para declarar que la calle –en realidad la sociedad de hoy– está dura: «La política se viste de oro, plata y lino fino / Y lo que sale de la boca paga impuesto en el oído».

Por lo demás, Guerra sigue donde siempre estuvo, conjugando géneros centroamericanos con un pop exuberante que, por momentos, se tiñe de jazz o, incluso, se deja acariciar por el blues, siempre aderezado por amplios desarrollos vocales. Siempre buscando la palabra exacta, desplegando un lenguaje ingenioso, popular y elaborado, urbano y rural, inteligente y juguetón. Salta ritmos de un tema a otro y lo mismo nos habla del amor –terrenal o divino–, como observa con preocupación los tiempos contemporáneos.

Guerra se sitúa, afortunadamente, por encima de géneros, de estilos, y hace tiempo que es uno de los gigantes incuestionables de la música popular en castellano. Puede, y debe, ser apreciado por oyentes desprejuiciados, dispuestos a dejarse atrapar por la excelencia, sin más. En este nuevo disco deja, como siempre, un buen número de pequeñas obras perfectas: ‘No aparecen’, ‘Mi bendición’, ‘La calle’, ‘Bachata en Fukuoka’, ‘Apaga y vámonos’, ‘Lola’s mambo’… bueno, en realidad todas, incluso la religiosa ‘Son al Rey’, que hasta puede ser disfrutada por el más agnóstico, o la «gringa» ‘Caribbean blues’, con su mucho de capricho. Si hubiera que puntuarlo, uno le pondría un nueve, y no cae un diez sólo por aquello de no abusar de la confianza del lector.
JUAN PUCHADES.



Miguel Oñate
«Crisis y castigo»

THE HORTELANO’S CAN 2010.

«Crisis y castigo» es el segundo álbum en solitario de Miguel Oñate, ex Asfalto que coloreó con su prodigiosa voz dos de los discos más laureados de la banda, el absorbente «Más que una intención», de 1983, y «Cronophobia», su continuación natural un año después. Desde entonces resultaba imposible escuchar en una grabación el caudaloso torrente de voz de Oñate. Hace tres años rompió su vasto silencio discográfico y publicó «Muy personal». Ahora, en esta segunda entrega respeta el arquetipo sonoro del debut. El mundo de hoy es muy diferente al de 1983, cuando el rock español disfrutó por primera vez de la voz de Oñate acurrucada en los surcos de un vinilo, pero la música de este trovador rockero sigue ofreciendo una pirotecnia sonora muy de la época.

A pesar de la cada vez mayor optimización de su voz, Oñate sabe de antemano que logrará exigua notoriedad mediática con este álbum, tan sólo adhesiones inquebrantables de una militancia reducida que lo adora. Eso no le impide insistir en postulados narrativos análogos al trabajo anterior: himnos a la libertad, exhortaciones a la dignidad, a la necesidad creativa, una poética del inconformismo como manera de estar en el mundo.

Por el cancionero encarrila confesiones autobiográficas (el rock and roll ‘Pura filosofía’ es paradigmático, aparte de ser la pieza más redonda), anhelos introspectivos, irónicas diatribas a un mundo con excesivo afán monetario. Cuando Oñate pierde algo de colmillo y se pone más acústico y tranquilo logra su momento más cenital. ‘Crisis’ es la canción que perfectamente puede tutelar el álbum con su suave cadencia y su corrosivo texto contemporáneo. La canta alguien que, como toda la vieja escuela del rock español, está curtido en temas de deflación. Logra transmitirnos su empirismo.
JOSEMI VALLE.



Jazz at Lincoln Center Orchestra with Wynton Marsalis featuring Paco de Lucía
«Vitoria suite»

UNIVERSAL

Para mayor gloria del gran Iñaki Añúa, presidente del Festival de Jazz de Vitoria, Wynton Marsalis accedió a componer algo específico para conmemorar los primeros 25 años de vida de nuestro certamen más importante. Añúa no pedía gran cosa: sólo un blues. Pero el trompetista prefirió complicarse un poco más la vida: “no sé componer cosas cortas”, le dijo. Así que para la edición del aniversario, la de 2001, se dejó caer con toda su big band y adelantó cuatro movimientos de lo que acabaría siendo esta “Vitoria suite”.

Cinco años más tarde, para la edición del 30 aniversario, ya tenía la obra completa, que resultó ser un muy inspirado acercamiento del jazz al flamenco y a la música tradicional vasca. Marsalis, que ya era todo un musicólogo de su propio entorno sureño, no perdió la oportunidad de acercar también un poco de su Nueva Orleans a Mendizorrotza y, de paso, conseguir algo muy personal y comprometido con la música de su segunda casa. Los movimientos flamencos pedían a gritos la involucración de alguien como Chano Domínguez (inexplicablemente apartado de la firma principal del proyecto), al que Marsalis invitó para su estreno neoyorquino en abril de 2008. Y Paco de Lucía, que ya había tocado con Wynton en una inolvidable velada de la edición de 2006, acabó tomando también parte como guitarrista en la grabación.

Los propios nombres de los movimientos revelan la importancia del recorrido por los sagrados santuarios de Vitoria: ‘Bulería El Portalón’, ‘La decisión de Iñaki’, ‘El árbol de la libertad’, ‘Fiesta en la calle Dato’, ‘Mendizorrotza swing’… A nadie que haya pasado por allí –y menos a Marsalis– se le podía escapar ese auténtico carácter de celebración colectiva que se vive en Vitoria durante los días de festival. Todo un merecidísimo honor para Vitoria, que ya tiene suite propia, y perfectamente acorde con las expectativas de este grande del jazz.
GERNOT DUDDA.



Breis
“Siempre es mañana”

PERDICIÓN

Basta con intentarlo tantas veces como sea posible y si es con canciones tan correctas y creíbles como las que presenta el murciano Manolo Breis en este cuarto trabajo de estudio, mejor que mejor. “Siempre es mañana” atesora una colección de doce composiciones evolucionadas y de sabor muy americano tales como ‘Tenía que hacerlo’, ‘La última copa’, ‘Lo dijiste’ o ‘Vino y rosas de equipaje’ que trasladan en vuelos sin escala a los más variopintos rincones por imaginar. Mucha atención a las aportaciones de la banda, Breis se rodea de grandes obreros del rock como lo son Fernando Rubio –dándole más sabor si cabe con slides, armónicas, guitarras y cualquier tipo de instrumentación que se precie–, Antonio Fidel con el bajo y la grandiosa percusión de Juan Expósito.

Reparando en las letras; la sinceridad rebosa en cada segundo del disco, sólo hay que escuchar ‘Algo idiota’, ‘Siempre hablo de ti’ o ‘Para no volver’ como ejemplo de todo el talento derrochado a lo largo del álbum hasta darse cuenta de que “Siempre es mañana” es el diario de abordo del capitán que surca los inmensos océanos de la música con su velero a contracorriente soportando el vaivén de las olas.

Manolo Breis, un artista a tener en cuenta que ya debutó en 2004 con “24h” al que le siguieron “Etc…” (2008) y “Postales”, grabado en 2006 por Alejo Stivel pero que no vio la luz hasta unos años después. Viene avalado por su calidad y por el buen conocimiento sonoro del que seguro seguirá bebiendo en próximas entregas.
CHARLY HERNÁNDEZ.



Anterior entrega de Rockola.

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