Una semana junto a Bunbury (y tercera parte)

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«El plató era un gigantesco círculo dividido en tres partes, cada una con una escenografía y ambiente distinto. Así, una parte del concierto se grabaría en una playa con restos de fuselaje de avión, otra se rodaría en un cementerio y la tercera en un club nocturno»

En esta tercera y última parte del largo reportaje en la última semana de ensayos de Bunbury, asistimos al rodaje del concierto especial televisivo en tres dimensiones.


Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: PEDRO MENÉNDEZ.


UN CONCIERTO EN TRES DIMENSIONES
Fuente del Saz (Madrid) 18-04-2010.

Para el concierto tridimensional de Canal Plus se esperaba la llegada de un total de ochocientos fans entre el viernes y el sábado, la locura había cundido entre ellos e incluso el Ayuntamiento del municipio donde se grabó había sido desbordado por las llamadas.

El plató era un gigantesco círculo dividido en tres partes, cada una con una escenografía y ambiente distinto. Así, una parte del concierto se grabaría en una playa con restos de fuselaje de avión (la playa de “Perdidos”, como el propio Enrique dijo), otra se rodaría en un cementerio (donde se daría cancha a “Las consecuencias”) y la tercera en un club nocturno (con los temas más cabareteros). Para cada uno de los escenarios se invitaría a trescientos fans, pues la idea era que el ambiente de directo no se perdiera, que el público diera calor. Y eso fue lo que hicieron, especialmente cuando Enrique apareció en escena luciendo su nuevo traje, el que ya había llevado en el ensayo general del miércoles. Su estampa causó furor entre los asistentes y no es para menos, estamos hablando prácticamente de una leyenda viva. ¿Qué estrella española de rock se mueve a sus anchas a ambos lados del atlántico? Solo él, es un hecho indiscutible, el producto de años de intenso trabajo. No es casualidad que Canal Plus haya escogido su figura como imagen de este proyecto tan ambicioso.

Acudí al primero de los pases, el cual aconteció en el escenario de la playa y tuvo un repertorio totalmente rock and roll. Tuve ocasión de ver el inmenso plató antes de acceder a la sala VIP y tenía un aspecto fantástico. A nivel de producción el desembolso había sido generoso y todos los detalles se habían cuidado al extremo para hacer del acontecimiento algo especial. El calor en el plató era notable pero la razón por la que decidí presenciar el concierto desde la zona exclusiva era muy distinta. Y es que se habían conectado dos grandes televisores de alta definición para que, gafas mediante, los invitados pudiéramos ver el montaje en 3D. Evidentemente, no se trató del montaje definitivo, pero sí pudimos disfrutar del efecto tridimensional mientras Enrique y los muchachos desarrollaban el repertorio. Y lo cierto es que era toda una sensación ver al maño en mitad de tal superproducción, con el efecto tridimensional funcionando realmente bien.

Hubo dos pases con exactamente el mismo repertorio, se trataba de tener multitud de tomas con las que jugar en el montaje final, aunque hubo ciertas diferencias entre un pase y otro. El primero de ellos no fue especialmente satisfactorio, sino simplemente correcto. No se veía a Bunbury especialmente cómodo, todavía se estaba adaptando al entorno y no dio todo lo que suele dar en cada actuación. Es normal, el ambiente en un plató siempre es frío y poco natural, precisamente de ahí el acierto de incorporar público. No se trató de una mala actuación en absoluto, pero parecía que había algo que no acababa de funcionar, la pólvora no explotaba.

Tras el primer pase hubo una pausa realmente larga. No había problemas pero parece ser que a nivel técnico era indispensable. Claro, no se trataba de un concierto al uso, sino de un rodaje bastante más complejo. Aproveché para charlar un rato con Álvaro Suite y Jorge Rebenaque sobre las más diversas anécdotas musicales y sobre cómo este último se casó en Las Vegas durante la anterior gira (podéis ver las imágenes en el vídeo de “El porqué de tus silencios”). La arena del plató (¡sí, es arena real!) ha manchado los bonitos zapatos del teclista, aunque me dice que esperaba mancharse bastante más, por lo que no le incomoda.

De vuelta al plató comenzó el segundo pase y ahí sí que estuvo todo en su lugar. Enrique no sólo comenzaba a sentirse cómodo entre restos de avión y ambiente playero (su sonrisa en ‘Hay muy poca gente’ así lo indicaba) sino que dio una actuación del más alto nivel, como se espera de él. Poco había tardado el aragonés en hacerse con las riendas de un territorio extraño, ya estaba llevando a la audiencia al éxtasis y ofreciendo interpretaciones ejemplares de algunas de sus canciones más míticas. Arrancaron con ‘Bujías para el dolor’, en una versión más agreste que la del álbum, y poco más se podía pedir (la imagen de Enrique y Jordi frente a frente causará estragos en la pantalla). ‘El hombre delgado que no flaqueará jamás’ regaló también momentos memorables, con Bunbury emulando con su guitarra al arpón que cita el tema y Álvaro realizando un solo de guitarra con los dientes, ¡al más puro estilo Hendrix!

Enrique volvió a jugar con el público en ‘Infinito’, permitiéndoles cantar partes del tema, caminando de un extremo a otro del escenario con estilo y señorío y, claro que sí, cantando como sólo él sabe hacer. Fueron la citada canción de “Pequeño” y la versión rockera de ‘Lady blue’ las que más parecieron impresionar a la reducida audiencia. El final de esta última fue apoteósico, con Bunbury subido a las altas escaleras que se encaramaban a la cola del ficticio y estrellado avión. La ‘Lady blue’ original era hermosa, pero se agradece que Enrique haya decidido darle una vuelta de tuerca, llevándosela lejos del primer concepto. No es una novedad, ya fue estrenada en el Hellville Detour, pero sigue sonando fresca y es una gran idea conservarla en el set. Hay canciones de la gira previa que ya no aparecerán en esta, como ‘No me llames cariño’, ‘El club de los imposibles’ o ‘Canción cruel’, nada dramático, se trata de otro tour, otro concepto y hay nuevas y viejas canciones a las que dejar hueco.

El único respiro de la tanda lo dio ‘El rescate’. En el montaje final se apreciará mejor con qué diligencia se han sustituido los metales por el pedal wha wha de Jordi Mena, porque son esos detalles los que permiten crecer a las canciones de Bunbury, son esas renovaciones las que hacen que su público acuda a los conciertos aún más emocionado, preguntándose qué nuevos arreglos se habrán incorporado a las canciones de siempre.

‘Apuesta por el rock and roll’ es uno de esos ejemplos de acertada renovación. Ya comenté su nuevo ritmo cercano al rockabilly, pero no es la única novedad en su ejecución. Los que acudieron a este primer pase pudieron comprobar cómo se ha modificado el riff original de manera que ahora suena aún más indómita, más saturada. Desde luego, aquella fue una tarde de rock. Días después Bunbury me explicó que los segundos pases habían sido los mejores a lo largo de toda la grabación y que esto se debía a que no sólo tenían que adaptarse a un escenario nuevo en cada ocasión, sino a que también utilizaban un sistema de sonido sin monitores que les resultaba ajeno y al que tenían que acostumbrarse en muy poco tiempo. Y lo hicieron en tiempo record, este segundo pase estaba siendo incendiario.

Enrique tuvo que explicar a través del micrófono que el repertorio del día era el que era. Pero el público estaba realmente ansioso por escuchar canciones de “Las consecuencias”. Parece que el disco ha calado muy hondo entre sus seguidores, quieren oír los temas nuevos, quieren saber como suenan en vivo. Pero no había nada del último disco en el repertorio. Y Enrique intervino. Es de sobra conocido el respeto que siente por sus fieles y no dudó en regalarles una última canción que no pensaban tocar. Esta fue ‘Los habitantes’ y la recepción no pudo ser mejor, igual que la ejecución por parte de banda y líder. Una propina muy bien recibida. A la salida la satisfacción de los espectadores era plena, habían presenciado algo exclusivo que había sido grabado para la posteridad. Y allí habían estado.


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