Carlos Segarra: 30 años al frente de Los Rebeldes (primera parte)

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«Siempre digo que soy de los pocos privilegiados de mi generación que me gano la vida con la música y haciendo lo que más me gusta»

Con “Noches de Luz, Días de Gas”, Carlos Segarra celebra el treinta aniversario de Los Rebeldes, una de las formaciones rockeras más auténticas del rock español. Una buena ocasión para charlar con este veterano rockero.

 

Texto y foto: CHARLY HERNÁNDEZ.

 

El sol volvía a picar en Madrid, ya hacía tiempo que no daba guerra y qué mejor lugar que una terraza con vino y cervezas para pasar un rato con Carlos Segarra hablando de vinilos, rock and roll, música, mujeres y decibelios. El nuevo disco, un directo con DVD que recoge en un concierto treinta años de carrera llamado “Noches de Luz, Días de Gas”.

El líder de Los Rebeldes, repasa las portadas de algunos de los vinilos que tiene sobre la mesa: Robert Johnson, Elvis, Cash, Eddie Cochran, Stray Cats… incluso un par de discos de rockabilly japonés que hacen las delicias del músico.

También se encuentra en la mesa Chris González, amigo de Carlos que durante la entrevista aporta su granito de arena refrescando la memoria del músico catalán. El astro rey aprieta y el toldo del bar madrileño se extiende sobre nosotros, regalándonos una agradecida sombra.

Todo este tiempo te ha tenido que cundir, treinta años dan para mucho.
Mucho.

Le dabas al judo, además.
Yo dejé el judo por la guitarra, fui campeón de Cataluña intercolegial y la primera guitarra que tenía era una que me regalaron con ocho años que estuvo ahí ocupando sitio en mi habitación y en la de mi hermano hasta que… ya con doce o trece años, tienes colegas que tocan la guitarra y dices: “joder, cómo mola eso de tocar la guitarra, habrá que ligar de alguna manera”, esa etapa en la que las tías dejan de ser esas tontas que molestaban todo el rato a decir: “hummm… son tontas pero creo que algo voy a poder sacar de esa tontería” [risas]. Entonces le puse cuerdas metálicas de acústica a la guitarra, ese mástil empezó a doblarse… por supuesto que no cambiaba las cuerdas, hacía un nudo con gran habilidad en plan McGyver. Entonces, ¿qué pasaba? Que al empezar a tocar la guitarra se me quedaban los dedos en carne viva y, claro, al agarrar al yudoka de la pechera los dedos me dolían, por lo que tuve que elegir entre el judo o la guitarra. Tú imagínate las yemas abiertas, iba al suelo [risas].

¿Qué guitarra era?
Una española marca la pava. Desde los ocho que la tenía hasta los doce o trece que la pillé… imagínate lo que me compraban mis padres con siete u ocho años, la guitarra para la foto y hacer el gilipollas [risas].

El rock and roll y las hormonas. ¿Una forma de ligar?

Sí, bueno, también. Era para ligar pero no era para ligar… En esa época no se ligaba, sigue siendo igual, ellas ligan, no nosotros. Pero digamos que tenías alguna opción.

Un grupo en el escenario era el escaparate ¿no?
¡Exactamente! [risas]

Pero esto de la música te viene de familia.
El padre de mi mujer actual es de la época de Los Sírex, tocaba en un grupo que se llamaba Tony y los Blues y el primo hermano de mi padre había tocado en el Dúo Juvents, Eliseo del Toro, y en una época hizo de sustituto en Los Sírex. Músico y batería profesional. Curiosamente, yo soy el raro de mi familia, que es una familia de baterías. Mi abuelo José Segarra –tengo discos suyos de piedra de cuando la época del foxtrot, fotos…–, tuvo épocas de vocalista-guitarrista, de vocalista-trompetista, vocalista-contrabajista… y todo bien hecho. Y yo soy el rascatripas, el que toca la guitarra. Se dieron casos tan curiosos como que el primo de mi padre me dijo: “Coño, tú no has acabado la carrera de música que todos en la familia la tenemos, compones una canción sin saber música ni escribirla –sí se, pero no me da la gana o a medias– y tengo la partitura de una canción que has hecho tú”. Y era una partitura de batería, que no es de notas, es de tiempos… quizá así la gente no lo entenderá porque no es muy gráfico, pero en lugar de notas está el golpe donde va el charles, negras, blancas… donde va la caja, el bombo… Una partitura de batería no es una partitura común; es eso, el tiempo.

Otro tema reseñable, que además se deja ver en vuestra canción “No me Gusta Trabajar”, es que el hecho de meterte en un grupo era retrasar la incorporación al trabajo en una fábrica.
Sí. Ninguno de los que empezamos en Barcelona a tocar en un grupo de rock and roll pensábamos que nos íbamos a ganar la vida con eso y cuando digo esa frase realmente estoy recreando lo que dijo John Lennon: “Tenías el instituto, los amigos con los que formabas una banda para retrasar la inevitable incursión al mundo de los adultos”. Fuera una fábrica, fuera en un estudio, fuera en una caja de ahorros, de hecho yo tuve una época cuando dejé el colegio, estaba con la banda que estaba haciendo oposiciones para trabajar en La Caixa y era eso, como de un momento a otro me iba a tocar dedicarme a lo que no me iba a dedicar… cuanto más tarde, mejor. Por eso siempre digo que soy de los pocos privilegiados de mi generación que me gano la vida con la música y haciendo lo que más me gusta.

Ahora que citas a tu generación: La vuestra vivió una etapa represora como fue la dictadura y luego otra de cambios en el momento de la Transición y los diferentes movimientos artísticos. Siempre has dicho que había que rebelarse contra la dictadura.
Es que nosotros veníamos de una dictadura política, cultural, social, militar y musical. ¡Pero ojo!, que ha habido países con una dictadura pero había rock and roll en la época. El problema en este país es que era una dictadura a la española, decimonónica. O sea, vinieron los Beatles a Las Ventas en Madrid y a la Monumental en Barcelona, que esto lo tengo yo filmado, había un chavalito con flequillo bailando y venía un policía armado sólo para él con el barboquejo y le decía: “¡Siéntese caballero!”. Es que en este país la dictadura fue… fíjate que hasta el hijo de puta de Pinochet, que es una figura que odio, incluso con él en el poder se seguía haciendo el festival Viña del Mar, que era de rock. Es que aquí, con Franco, ni eso, la dictadura fue personal, militar, social, cultural, didáctica, pedagógica… o sea, todos los libros de texto estaban completamente… cómo sería la palabra…

¿Politizados?
No, no me sale la palabra ahora… bueno, ¡que la historia la escriben los vencedores! Pero la palabra que busco no me sale, es más falaz.

De manera muy rancia…
¡Ah! Además de todo lo que te he dicho, también fue rancia. Porque olía a caspa y a antipolillas.

Hace muy poco que conseguí recortes de cuando los Beatles vinieron a España, entre periódicos viejos de mi abuela y recuerdo un titular que decía: “Los Beatles en Madrid, una ligera decepción.”
Es que la policía armada tomó La Ventas. Por ejemplo, Miky, de Miky y los Tonys, se coló y era hijo de teniente-coronel.

Decía también este artículo que se quedó muchísima gente fuera porque no les dejaron entrar.
Claro, porque el régimen quería que se viera que «Spain is different» y que por mucha sueca en bikini por Benidorm que hubiera que dice “España es diferente», aquí la juventud no se deja llevar por bajas pasiones, menos cuatro colgados. Sobre esto te recomiendo un documental que lo puedes encontrar en Youtube que se llama “Los Beatles en España” en el que salen todos los de la época que asistieron al concierto, hay actrices, actores, músicos…

De diferencias y comienzos quiero reseñar que cuando empezó esta nueva ola, empezasteis vosotros, etc., había diferencias entre Madrid y Barcelona, como por ejemplo con La Movida, muchos medios de la época se dejaron influir por los destellos de todo aquello…
Se dejaron epatar, sería la palabra.

Entonces Barcelona se quedó algo desplazada y se le dio de lado.
Mira, siempre hemos dicho, e incluso la gente más rockera de Madrid lo ha reconocido, cuando estalló un poquito La Movida, que su procedente a lo mejor era el rock urbano, Leño y todo eso… los barceloneses por desgracia teníamos a los hippies [risas], el rock layetano, etc. Pero quieras que no, siempre me ha recordado Liverpool-Barcelona y Londres-Madrid porque lo que no llegaba a Madrid llegaba a través del puerto de Barcelona. No es el mismo caso porque Madrid lo que tenía era las bases americanas, entonces sí sé de casos paralelos incluso anteriores a nuestra generación, hablo de la mía, la de Loquillo, etc., en los que sí llegaban discos de rock and roll, pero a las bases americanas llegaba sólo Elvis, por decir algo. A Barcelona llegaba Gene Vincent, Eddie Cochran… por eso Los Sírex vestían de cuero y en cambio los estudiantes de aquí [Madrid] vestían más como The Shadows, por eso aquí la movida del rock and roll fue más…

¿Más Mod?
Hmmm… más ye-yé. Aquí se decía más ye-yé y en Barcelona se decía más rock and roll [risas]. Es lo que tienen los puertos, lo tenían Liverpool, lo tenía Hamburgo.

¿Y las peleas entre mods y rockers?
En Madrid sí, en Barcelona jamás y te lo voy a resumir muy rápidamente. Con Albert Gil, el de los Brighton 64, la banda mod en Barcelona, al igual que Los Rebeldes era la banda de rock and roll por excelencia, hablamos de esas tonterías y a ver; mi discografía era: Chuck Berry, Eddie Cochran, Buddy Holly… todos los de los Beatles, por supuesto que ahí coincidíamos los dos, y luego él tenía más de los Kinks y los Who que yo, y él tenía menos Chuck Berry que yo, pero digamos que la proporción en nuestras discográfias eran de sesenta a cuarenta o de setenta a treinta y… ¿para qué íbamos a discutir?

Un prejuicio muy tonto.
Claro, ¡si teníamos los mismos discos en mayor o menor proporción! Lo que no puedes hacer es pelearte por imitación, cosa que en Madrid sí se hacía. La gente veía «Quadrophenia» y se peleaban por imitación. O sea, tú te peleabas con el amigo de clase un año antes porque lleva cresta o lleva flequillo en vez de tupé. ¿No era amigo tuyo? ¿No ibas a casa de su madre? ¿Os vais a pelear por eso? Es triste porque se peleaban un verano y eran amigos que se iban a merendar el uno a la casa del otro.

Como lo que has dicho de que no hay que valorar al músico por lo que le midan las patillas o el bajo del pantalón.
Esa es mía, seguro [risas]. No me acordaba pero me suena, me reconozco.

Y ahora que hablamos de peleas… ¿Qué pasó cuando se estrenó «Grease» en Barcelona?
Tiene leyenda eso, es buenísima. Eso fue como convertir un fracaso en un éxito. Digno de Publio Cornelio Escipión “El Africano” después de la derrota de Cannae contra las tropas de Anibal y Cartago en el mismo norte de Italia [risas]. Fue épico. Fuimos a cargarnos el estreno de «Grease», pero esto viene porque, a ver, Travolta hizo «Saturday Night Fever» [«Fiebre del Sábado noche»], y nos repateaba el tío. De repente, pasa un verano, nos vamos de vacaciones… llega septiembre y llega Loquillo con toda la pandilla y dice: “¿Te has enterado? El Travolta ha hecho una película de rocker”. Y yo: “Si, los cojones”. Entonces lo que pasa es que tú llevabas tu vida siendo rocker y te ibas al Corte Inglés y veías que vendían chupas de cuero cruzadas pero de plástico y tíos que hacen una mezcla del tupé de Travolta con las patillas cortadas a lo «Saturday Night Fever»… porque iban de Travoltas. Entonces, en Barcelona se convirtió “rocker-travolta” en primer insulto y una ofensa así sólo podía ser pagada con sangre. Entonces, se estrena la película, vamos al estreno a sabotearlo, lógicamente, porque estaban saboteando nuestro modo de vida cuatro pachangas, y vemos la cristalera, me parece que era del Cine Bosque, no me acuerdo, ¡y vamos a tirar piedras a la cartelera! Empezamos a tirar piedras a la cartelera y no era cristal, ¡era plástico! Entonces las piedras rebotaban y los casi cincuenta rockers que estábamos, vemos que la gente de la cola nos miraban como bichos raros y se preguntaban si eso formaba parte del espectáculo y de la promoción. Es que encima pensaban que nosotros éramos de ahí [risas]. Nuestro objetivo era romper el cristal pero como no era vidrio, pues… ¡boing! Entonces, Loquillo se rebota, entra para llamar a otro amigo por teléfono para que se viniera y con tal mala fortuna, esa cabina de teléfono estaba mal y Loquillo coge así, abre y la arrancó de cuajo. Pero no porque Loquillo sea La Masa, no, es que era porque estaba mal, tío. La habría arrancado hasta mi hermana de diez años. Pero, claro, eso ha quedado para la historia [risas]. O sea, de repente unos tíos, unos rockers, se presentan en el Cine Bosque, arrancan la cabina de teléfono… y ya éramos un peligro social, como The Jets en «West Side Story».

¡Erais muy punks!
Éramos muy punks. Por eso nos llevamos bien con los mods y los punks. Los punks en Barcelona eran muy rockers, los rockers éramos muy punks y los mods eran muy punks y muy rockers. Por eso no entendíamos nada de las movidas de navajeo aquí en Madrid. En Barcelona éramos, sin menospreciar a nadie, pero digamos la gente que estábamos en la movida éramos gente con mucha cultura.

Siempre he pensado que Barcelona es más cosmopolita y más abierta culturalmente.
Y había mucha cultura y el que menos andaba con gente con carrera de filología, historia, abogados… y aquí la gente que conocía de rock and roll o están muertos o en la cárcel. Éramos todas las tribus, los mods, los rockers, los heavys, los new waves… los mecanos y casales quedaban a parte, pero esos nos pagaban las copas, con lo cual no había mal rollo porque, aparte, todos los rockers estuvimos de moda, o sea, de repente un rocker, los rockers puestos, “los peritas” como se decía en Madrid… digamos que los rockers de Barcelona éramos peritas fuéramos de cuero, de levita… y entonces lo más “in” en una fiesta de new waves llegamos los rockers, eso sí, muy bien puestecitos y levantarle la churri a uno y decirle… «vamos” y el tipo quedarse con cara de circunstancia. Les levantábamos las churris. Encima el dueño del local nos pagaba las copas por levantarle la novia a uno de sus camareros [risas]. Nunca lo había contado así. Y nunca se derramó nada de sangre, no era como aquí, que se sacaban el cinturón del águila que lo llevaban afilado y muertos en Meco, muertos en Rock-Ola… En Barcelona era impensable.

Chris González, amigo de Carlos, que durante toda la entrevista y como hemos nombrado al comienzo, refrescaba la memoria del músico, le pregunta por el concepto de “Sentado en la Valla” a lo que Segarra continúa con la explicación:

Sentado en la valla… ¿cómo te lo explicaría? Era como lo que hacen ahora las tribus latinas, como “este es nuestro territorio”, ¿no?

¿Los rockers teníais una zona entonces?
Sí, pero… éramos más “flexibles” [risas].

Pero esto de las bandas hoy día sigue existiendo.
Sí, pero es que ahora es innecesariamente violento y por imitación. A ver, ¿qué coño pinta un skin español si somos mezcla de fenicios, cartagineses, íberos, moros, africanos, griegos…? ¿Soy blanco? Yo no estoy muy seguro de ser blanco. ¿Me entiendes lo que quiero decir? Que de repente cuatro locos que porque falta trabajo vienen paquistaníes y tal. ¿Qué coño pinta un skin español? Yo he llegado a ver hasta skins negros, tío. Hasta rockers negros con la bandera confederada. ¿Tú sabes lo que quiere decir esa bandera? Si hay algo patético, es ser algo por imitación.

Para leer la segunda parte de esta entrevista con Carlos Segarra, pincha aquí.

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